Carlos C. estudia el tercer año de bachillerato en el colegio Dillon de Quito y es parte de los estudiantes que deben recibir durante 2 semanas clases de recuperación para rendir exámenes supletorios, ya que no alcanzaron el puntaje mínimo requerido para pasar de año (7).

Se quedó en 7 de las 15 materias que tiene y se muestra avergonzado de estar en esta situación. Sabe que la culpa directa es de las fugas y de su falta de cumplimiento con las tareas encomendadas.

Se sonroja al confesar que salvo, octavo de básica, todos los otros años de colegio se ha quedado a supletorios. "Es algo que no me gusta hablar, me parece muy feo, pero es mi realidad. En mi casa ya saben y aunque se molestaron me respaldan", reitera.

Para él la dificultad mayor está en la materia 'bancaria' que en su colegio por ser de bachillerato contable le inculcan.
"El profesor le gusta que solo sigan el procedimiento que él indica, no acepta nada más y menos cuestionamientos", recalca.

Diego M. también comparte ese criterio y sabe que hoy la única alternativa será poner atención a estas clases adicionales de las que el docente tomará las preguntas que constará en el examen supletorio.

"Este tiempo es para reforzar los vacíos que de manera generalizada pueden presentar los estudiantes en las distaintas materias", comenta Luis Rosero, rector del colegio Central Técnico, quien cree que gran parte de la deficiencia académica de los jóvenes pasa por casa.

"Lastimosamente los padres creen que solo deben inscribir a sus hijos y olvidarse. No se inculca valores como la responsabilidad y ahí está la consecuencia", indica la autoridad.

La maestra Mónica comparte ese criterio y añade: "Hoy lo niños y jóvenes buscan un excesivo facilismo y tratan de evitar las tareas y eso es algo que debemos cambiar. Debemos educarles para la vida para que ellos formen a sus hijos con los valores que quizás sus padres no les inculcaron y que luego culpan a la institución". (I)