José Luis, padre y viudo a los 15
Le gusta ver “el programa de Nobita”, tiene 15 años y hace un mes se quedó viudo. José Luis es un adolescente que hoy no celebrará con su hija el tradicional Día del Padre.
Su niña llegó siguiendo el camino del amor adolescente, el “sexo sin condón”, que llevó a su novia a la muerte. Su enamorada quinceañera ya no está viva, murió tras un episodio de preeclampsia. Cuando falleció, él siguió visitando a su hija, que dormía en la termocuna del hospital.
La menor no lleva el apellido del padre. Su abuela materna la inscribió con los suyos. No le permiten visitarla. A él se le ha ocurrido hacerse una prueba de ADN, pero no tiene dinero para ello. Su madre se lo ha negado.
Ser padre en la adolescencia puede ser muy particular. Quisiéramos saber cuántos padres viven en esta situación, pero en el último censo, mientras las mujeres respondían sobre su condición de madres, pero el tema de la paternidad no fue planteado a los hombres. Sin embargo, sabemos que el 17,2% de las mujeres entre los 15 y los 19 años ha tenido un hijo.
“El adolescente se encuentra en mayor desventaja porque no ha alcanzado el nivel de conocimiento necesario para cumplir esa función de manera adecuada”, considera José Acosta, psicólogo clínico. Y añade que el ser progenitor en la adolescencia podría ser una dificultad que surge de la crianza, de los propios jóvenes-padres.
“Hay que hablar con los hijos de qué significa enamorarse, no solo de sexo, aunque la sexualidad es fundamental. Al contrario de lo que muchas veces se cree -que a más información más impudicia- no es así. Si la gente tiene más información, los riesgos son menores”.
“Ya no salimos a farrear, nos dedicamos a cuidarla”
David V. tenía 17 años cuando vio por primera vez a su hija Samantha. Su novia tiene 20 años, cuando se conocieron, él le dijo que tenía 22 años “para que le parara bola”. Vivían juntos, se pelearon y hace poco se volvieron a reconciliar. Poco tiempo después, ella quedo embarazada.
Pamela no estudiará Diseño de Interiores, como quería, porque tiene que cuidar y mantener a su hija. “Casi toda la plata se va en pañales”, admite David. Muchos de sus amigos han decidido alejarse. “Solo unos pocos me llaman para saber cómo estoy. Ahí me di cuenta de quiénes son los que realmente aprecian mi amistad”. Ahora ellos viven con sus suegros.
Edwin Escudero tiene 18 años y se convirtió en padre antes de cumplir la mayoría de edad. “Ver a mi hijita en los brazos de su madre fue una sensación indescriptible. Recién en ese rato me di cuenta de la responsabilidad que tenía, pero la asumo con cariño”.
Edwin conoció a Estefanía, la madre de su hija, cuando cursaban el 8º de Básica, en el colegio Fernández Madrid. Fueron compañeros y luego se hicieron novios.
Llegó el embarazo y la situación se tornó difícil para ellos:“Sentía que la familia estaba decepcionada, pero lo bueno es que nos teníamos el uno al otro. Por eso decidimos salir adelante”.
Edwin reconoce que sufrió cuando tuvo que dejar “su vida de despreocupaciones” para dedicarse de lleno a Selene. “Ya no salimos a farrear, nos quedamos en la casa para cuidarla”.
En la actualidad, los jóvenes viven en la casa de los suegros maternos en Solanda (sur de Quito). Aseguran que no solo son las diversiones las que han quedado atrás, sino también las noches tranquilas, puesto que hacen turnos para atenderla. “Tengo miedo de que algo le pase. Y me preocupo si la escucho llorar”, comenta el padre primerizo.
“La adolescencia no es la ‘edad del burro’, es una etapa de crisis de valores porque se pasa a un pensamiento más complejo y dialéctico, donde se cuestionan los valores y las reglas”, dice Acosta.
El profesional explica que los hijos no están vengándose, enojados o criticando por gusto a sus padres, lo que hacen es buscar verdades y así llegan a una actitud crítica.
Pero también hay hombres que se convierten en padres casi frisando la tercera edad. Xavier Garzón tiene 63 años y un hijo de 8, producto de la unión con su segunda esposa. Con una sonrisa manifiesta: “Ser padre, luego de más de 20 años de haber criado a mi tercer hijo, sí fue un ‘zapateo’. Es algo que a uno lo cambia totalmente”.
“Por la naturaleza de mi anterior trabajo (marino mercante) yo pasaba mucho tiempo fuera de casa, entonces pasaba con ellos de forma ocasional y durante tres meses al año, que era mi período de vacaciones. Ahora con Emilio es diferente. Lo tengo conmigo todo el tiempo, me levanto con él, lo llevo a la escuela, lo recojo, lo ayudo con algunos deberes... comparto todo con él”. Los separa solamente la brecha tecnológica encarnada en el iPod que su hermana le regaló.
“Cuando salimos quiere todo, como cualquier niño que quiere hacer de todo; y yo no estoy en la edad como para seguirlo, entonces ahí se me hace un poco problemático”.
Recuerda que no quería que tenga el iPod porque se iba a distraer, pero se lo dieron en Navidad y para él fue el mejor regalo del mundo. “Yo no sintonizo mucho con esas cosas”.
Xavier reconoce que su reciente hijo le ha avivado ciertos temores, respeto a su edad y su resistencia física. “La responsabilidad de tener un bebé a esta edad es algo que me tiene pensando todo el tiempo. Me preocupa no poder estar presente en su graduación universitaria. Todos mis hijos mayores tienen su profesión”.
Según dice, la gente en la calle suele confundirlos: “Él mismo se encarga de dejarlo en claro y decir a todos que yo soy su papá y no su abuelo”, dice riendo. “A mí no me importa eso”.
“A la cárcel o al manicomio”
José Acosta considera que aquellos adolescentes que no dejan sus cuestionamientos existenciales y se van “contra las reglas” necesitan de un adulto que acompañe sus procesos, como un interlocutor que dé pautas válidas.
“Hay normas inevitables, los valores son necesarios, pero hay que darle tiempo. El sujeto adolescente llega a aceptar la mayoría de los valores en la sociedad en la que vive, si ha tenido un buen interlocutor; y si no, las va a aceptar de todas formas, porque si no cumple los valores de su sociedad, o se va a la cárcel o se va al manicomio”.
Y es en el primer destino donde viven los padres que hablarán a continuación: el centro de rehabilitación Nº 3 de Quito, más conocido como el penal García Moreno.
Erwin dice que Dios le quitó cuatro hijos, pero después le dio 100. Se siente orgulloso porque como secretario del comité de internos y a sus 38 años, él apoyó la creación de la guardería que hace menos de un mes funciona en la cárcel. La fundación Funder, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y el Instituto Nacional del Niño y la Familia (INFA) invirtieron en las instalaciones y el programa.
Erwin tuvo a su primer hijo a los 15 años. Después nacieron otros tres niños a los que no ve porque viven en la ciudad del Valle, en Colombia.
Sobre la paternidad adolescente, Juan Carlos Iza, orientador vocacional, aconseja a los padres mantener una mayor apertura para hablar de estos temas con sus hijos.
“Los padres creen que esos temas deben abordarse en el colegio, pero no se dan cuenta de que en el hogar ellos tienen que explicar -por ejemplo- qué es lo que está pasando cuando miran televisión y presentan una imagen sexual explícita o implícita”.
Considera que si actualmente, según las estadísticas, las relaciones sexuales se inician en promedio a los 12 años, es necesario abordar el tema. “La orientación sexual es vista como una materia en donde los jóvenes se enteran cómo funcionan el pene y la vagina. Pero eso va más allá porque se tiene que alertar a los chicos de las causas y consecuencias de las relaciones sexuales a temprana edad. No hablo solo de los embarazos, sino de algo peor aún: las infecciones de transmisión sexual”.
“Es una foto de mi papi con su amigo de la cárcel”
Viviana, Nadia y Natalia tienen 9, 8 y 6 años, respectivamente. Viven frente a la Penitenciaría del Litoral, donde permanece cautivo su padre, por presunto tráfico de drogas.
Las tres miran una foto en un viejo álbum familiar... “Este es mi papito Édgar y este de acá es un amigo de él en la cárcel”, dice Nadia, la más risueña de las hermanas.
Antes, las niñas vivían con otros familiares, pero su tía Kenia dice que cada vez que las iba a ver las encontraba con moretones, con golpes, así que su esposo le dio la idea de acogerlas.
Viviana cuenta que la última vez que vio a su padre fue en un día idéntico a este, el año pasado: “Fui con mi tío... Le llevamos comida, porque adentro dice que no tiene; y una camisa”. La menor añade que una de las cosas que más extraña de su vida en familia, cuando todos estaban unidos y vivían bajo un mismo techo, son los paseos de los fines de semana.
La familia forma parte del proyecto “Niños libres”, ejecutado por la fundación Semillas de Amor junto al el MIES-INFA y el Ministerio de Justicia. La tía dice: “Yo las escucho jugar y ellas nombran a su papá, hablan de él. Un padre siempre es necesario”.