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Como si no hubiera mañana

Como si no hubiera mañana
Foto: Cortesía José Vales
16 de marzo de 2020 - 00:00 - José Vales

A punta de decreto y estornudos, así se fue vaciando Madrid en los últimos días. Con cada mensaje del Jefe de Gobierno, con cada mensaje de la televisión o de la radio que se fueron convirtiendo en propaladores a repetición del pánico, la capital española luce semidesierta y en un soporoso silencio al que pocas veces estuvo acostumbrada a lo largo de su historia.

Desde el pasado miércoles, la actividad fue mermando a medida que el número de infectados por el coronavirus iba aumentando. Cada aparición de la inesperada estrella oficial, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, Fernando Simón, aumentaba más las filas infructuosas en las farmacias, a la caza de un barbijo o de una botella de alcohol en cualquiera de sus versiones.

Ambas brillan por su ausencia en los locales, pero de a poco va surgiendo un mercado paralelo para gente desesperada, dispuesta a pagarlo todo, para no correr riesgos.

Hasta anoche, España llevaba contabilizados 6.252 afectados, de los cuales 193 fallecieron y 517 fueron dados de alta.
La imagen más paradigmática de la crisis se daba en los bares hasta la medianoche del viernes, cuando todos acataron la orden de cerrar, en virtud del estado de alarma, decretado por el Gobierno.

“ Desde hace más de una semana no hay alcohol por ningún lado, no nos hacíamos problemas porque aquí venía a desinfectarme por dentro, con unos whiskys.

¿Cómo haré a partir de mañana? La fila en el súper, imposible…”. Bromeaba Augusto, un empleado de Correos, quien compartía la última barra antes de acatar las órdenes, con sus amigos.

Y, justamente en los supermercados, donde la psicosis colectiva deja una de sus marcas. Góndolas vacías, sin harina, sin agua mineral, sin papel higiénico, y poca carne. Y las colas no cesan. Como si el virus fuese el nombre de un ejército invasor listo para bombardear la ciudad.

Ayer, ya la ciudad mostraba la cara misma de la desolación. Solo los vecinos que no se fueron a las playas de Valencia y Alicante, y turistas desorientados, sin saber hacia dónde ir.

Fue en esas playas donde aparecieron los gestos de discriminación más severos desde que se desató la crisis. Los madrileños comenzaron a ser evitados y hasta se les obstaculizó la entrada a las playas. “No queremos que nos vengan a contagiar aquí. Les pidieron que se queden en casa y se vienen de vacaciones…”, se quejaba una mujer ante las cámaras de un noticiario.

En Barcelona, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, ya le pidió al Gobierno que le permita confinar a Catalunya para tratar de controlar el virus. Desde el jueves, la ciudad de Igualada (Barcelona) ya lo está. “Torra ya no sabe cómo lograr la independencia de Catalunya”, se reían en la fila de un supermercado en el barrio de Chueca.

Anoche todos aguardaban la reunión de ministros para conocer cómo el Gobierno “extremará las medidas para limitar la movilidad de los españoles aún más”, ante la falta de respuestas de buena parte de la sociedad.

En tanto, aquí en Madrid, todo es silencio y vacío.

Sin su música (el ruido) habitual, con todos los bares cerrados y las calles desiertas y sin saber hasta cuándo se extenderán las medidas que ya aíslan a las principales ciudades, es un grafiti que aparece al recorrer el barrio de La Latina, el que mejor grafica lo que se siente aquí en el corazón de España: “Como si no hubiera mañana…”. (O)

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