Danzante autóctono, el verdadero legado andino
Los festejos del Corpus Christi en Pujilí se celebraron intensamente. 60 comparsas nacionales e internacionales deleitaron a más de 20.000 turistas.
El “Emporio musical”, como se conoce a este cantón de Cotopaxi, fue el centro de la atención nacional el 2 de junio.
Esta gran fiesta es la antesala del Desfile del Danzante Autóctono, que se realiza los domingos después del Corpus Christi. Durante este evento tradicional se apaga la música de los parlantes de los aparatos digitalizados para dar paso a los auténticos sonidos de los instrumentos andinos.
Este es un festejo familiar en el que se presentan comparsas de comunidades rurales como Alpamalag de Acurio, Juigua Yacubamba, San Vicente, Vásconez, Alpamálag de Verdezoto, Capilla Pungo y Jachaguango.
De ahí proviene originalmente este personaje ancestral.
Durante este desfile el “Tushug”, “Sacerdote de la Lluvia”, o danzante mantiene más semejanza con los ancestrales personajes que danzan para agradecer al dios Inti (sol) las cosechas que proveen de alimento a su pueblo.
El danzante autóctono se caracteriza por cubrir su rostro con una máscara, lo que le otorga un anonimato mítico, “no importa quién está detrás, lo importante es que representa la fe de nuestro pueblo”, comentó Segundo Caiza, de 72 años.
El traje conserva las monedas y espejos que durante la época de la conquista entregaban los españoles a los indígenas a cambio del oro que adornaba sus vestiduras originalmente.
Además llevan un cabezal tallado en madera y adornado con colores vivos que simbolizan la alegría de la fiesta, en cuya parte superior se mueven libremente, como si tuvieran vida, plumas de aves endémicas.
El cabezal mide 60 centímetros de largo y 50 de ancho, y pesa hasta 60 libras.
Danzar con el pesado traje es una proeza. “Es bastante pesado, lo hacemos con orgullo para representar la fortaleza de nuestro pueblo”, comentó Juan Quisphe, de la comunidad Alpamalag de Acurio.
Quisphe, de 54 años, personifica al mítico danzante desde los 17 años. Su padre le ayudó a colocarse la pesada indumentaria por primera vez. Recuerda que lo invadían los nervios, también el orgullo de saberse portador de un legado. Lo que más le gustó de la primera vez que se vistió de Danzante y le sigue gustando hasta ahora es el sonido que producen los cascabeles que están sujetados a sus tobillos.
Considera que lograr que el sonido de estos cascabeles entone con la melodía que solemnemente producen los pingulleros “es un arte”. Confiesa que le tomó años lograrlo.
Según Juan Albán, jefe del Departamento de Cultura del GAD municipal de Pujilí, el Danzante Autóctono es Patrimonio Cultural Intangible de la Nación. Durante el desfile del domingo es posible apreciar la esencia misma de uno de los personajes más importantes de la cosmovisión andina.
La preparación para la presentación es todo un ritual. “Es un preparativo similar a un matrimonio en términos ancestrales porque es de aquí para la vida, pues esto constituye un aporte para las futuras generaciones y para el mundo debido a que nos permite irradiar nuestras costumbres a todas las culturas”, comenta Albán.
Tanto a la “Mama danzante” como al danzante los guía un pintoresco personaje denominado “Alcalde”, que está encargado de abrirle paso a la comparsa. Para escogerlo dentro de la comunidad se postula a quienes destacan por su resistencia física y poseen buenos conocimientos de la tradición.
Julián Tucumbi cumplió este año con ese papel. Guió a los danzantes de su grupo Los Tucumbi que llevan el folclor del Emporio Musical, como se conoce cariñosamente a Pujilí.
Para Julián el peso de los años es únicamente un aparataje mental, pues posee la virtud de un quinceañero para dirigir. “El danzante autóctono es una realidad del Ecuador andino, un orgullo”, comentó Gustavo Segovia, tamborero que lleva 30 años entonando este instrumento.
El tamborero se encarga de evocar melodías con el bombo y el pingullo, instrumentos que datan de la época incásica.
Segovia es un amante de la cultura de su pueblo, ve al pingullo como un objeto que emula el sonido del viento, y al tambor como un incitador del ritmo, pues cada golpe ayuda al danzante a establecer el paso.
Es una sincronía seductora que se complementa con el sonido de los 12 cascabeles que lleva pendiendo de las piernas. El danzante no baila para su diversión o la del público: sus danzas son una expresión cultural. Así interactúan con el entorno.
“Espectacular. Con su danza nos trasmite la magia viva de nuestra cultura andina, siento como mi sangre indígena vibra en las venas”, comentó Gloria Torres, turista cuencana.
Corpus Christi
La fiesta del Corpus Christi es una celebración que conjuga el cristianismo, traído por los españoles, con las tradiciones indígenas que rinden homenaje al Dios Sol y agradecen por las cosechas de mitad de año.
Datos históricos señalan que esta fiesta se realiza desde el siglo XVI, 60 días después de la Pascua de Resurrección. (I)