El 54,7% de colegiales que se quedó supletorio pasó en el primer intento
Matemáticas, Inglés y Lenguaje son las materias en las que los estudiantes, de los planteles públicos del país, se quedan con más frecuencia para rendir supletorio.
Según el Ministerio de Educación (MinEduc), en el año lectivo 2017-2018, tanto en el régimen de la Costa como el de la Sierra, 562.801 estudiantes, de los 4,1 millones de matriculados, debieron someterse a este test.
Eso significa que el 13,7% del universo de los chicos postergaron sus vacaciones.
La Cartera del Estado precisó que el 17% de quienes estudian en la Sierra y Amazonía rindió el supletorio en Matemáticas, el 13,2% en inglés, el 11,7% en Lenguaje y el 6,5% en Física.
Los alumnos de primero y segundo de bachillerato fueron quienes más necesitaron de esta prueba: 27,3% en el primer caso y 18,6% en el segundo.
En ambos ciclos se matricularon 2,2 millones de alumnos.
Uno de ellos fue Mathías Solís, quien por tercer año consecutivo arrastró Matemáticas. Él cursa 1ro de bachillerato. Él confesó que esa materia siempre ha sido su mayor inconveniente.
Su madre Maricela culpa al docente. Ella cree que la enseñanza que recibe no es la adecuada, porque su profesor no tiene formación pedagógica. “Carece de una metodología para poder llegar a los estudiantes”.
¿Las causas?
La psicóloga educativa Elizabeth Montenegro consideró que los problemas en la transmisión del conocimiento inciden en el desarrollo de tedio o temor por parte de los chicos.
“Los profesionales, que sin ser profesores dan clases, no tienen didácticas adaptadas a un buen sistema de enseñanza. No saben, en ocasiones, cómo es el ciclo evolutivo de un estudiante y sin eso solo trasmiten conocimientos, pero no mediante vías adecuadas”.
Por otro lado observó que el sistema concede demasiadas oportunidades a los estudiantes para que mejoren las notas y eso “les genera irresponsabilidad, conformismo y ausencia de la necesidad de esforzarse. De todas maneras, a la larga, pasarán de año”.
Las cifras oficiales mostraron que de todos los suspensos perdieron el año el 1,14% en la Sierra y el 0,87% en la Costa (año 2017-2018).
“Las cifras parecen mínimas pero el 1% representa más de 15.000 estudiantes en cada ciclo escolar”.
Cada estudiante del sostenimiento fiscal representa al Estado una inversión anual de $ 847 en formación básica y $ 836 en el bachillerato. El rubro incluye uniformes, textos y alimentación.
Para Diego Chauvín, decano de la Escuela de formación general de la Universidad de las Américas (UDLA), hay un problema tras el primer acercamiento a la lectura. Los chicos -explicó- aprenden los fonemas, el contenido de lo que leen, pero cuando avanzan a los últimos años pierden la capacidad de comprensión de fondo. “Las estrategias cognitivas del ser humano escasean”.
Los menores -recomendó- deberían desarrollar dos competencias: la comprensión y el manejo de instrumentos que les permitan, por ejemplo, utilizar de forma funcional la serie de conjugaciones verbales.
“No hay una correlación entre lo aprendido y la utilidad de eso en la vida diaria”.
Eso significa que se necesita una mayor capacitación del docente y mejoras en todo el sistema educativo para entender estos aspectos y consolidarlos en la enseñanza.
“Esto no es de la noche a la mañana, se debe cambiar y para ver los resultados deberán pasar muchos años”.
La experiencia pedagógica que vive Chile (con la mayor cobertura del quintil más pobre) podría aplicarse en el país, concluyó.
Recursos didácticos
La docente de idioma extranjero, Mariuxi Castillo, reconoció que una de las falencias de quienes enseñan esta asignatura es la falta de relación con la tecnología.
Más allá del libro están los videos, las canciones, las películas, con las que los muchachos pueden aprender mejor el idioma “y no limitarse a un simple vocabulario o escritura”.
De acuerdo con la catedrática en vez de prohibir el uso de las tabletas digitales o los teléfonos celulares en el aula de clases, bien se podrían utilizar como herramientas para proporcionar más interactividad en la clase y concitar la atención de los chicos.
Además consideró que ese es un espacio para enseñarle al educando a ser disciplinado y usar su dispositivo para la clase, para investigar y no con otro objetivo.
“Los jóvenes requieren tener una mayor conciencia de la importancia y el impacto social y personal que tendrá en sus formaciones académicas y profesionales aprender otro idioma”. (I)