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¿Qué hicieron Copenhague y Ámsterdam para convertirse en ciudades sostenibles?

Las ciudades de todo el mundo se enfrentan a nuevos desafíos que, según cómo se aborden, les permitirán posicionarse o no como referentes para otras urbes.
Las ciudades de todo el mundo se enfrentan a nuevos desafíos que, según cómo se aborden, les permitirán posicionarse o no como referentes para otras urbes.
Foto: 2ua.com
16 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

Durante el último siglo, el mundo ha registrado un significativo crecimiento económico y demográfico que ha supuesto acciones cada vez más agresivas con el medioambiente.

Este crecimiento también obliga a plantearse nuevos desafíos, porque según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se prevé que en las próximas décadas casi el 70% de la población mundial será urbana.

Si las políticas actuales no cambian, difícilmente se podrá garantizar calidad de vida a todos sus habitantes. Por eso, hoy se habla de ciudades sostenibles, aquellas que sean capaces de gestionar sus desechos; de reutilizarlos como materia prima; de mantener un sistema de transporte menos contaminante, de brindar espacios para el ocio y la cultura de sus habitantes.

Es una ciudad que se construye a sí misma, pero al mismo tiempo es aquella que impulsa una planificación que preserva el entorno natural y fomenta el acceso real a una vivienda digna a sus habitantes.

En el planeta hay urbes que se acercan a este ideal de ciudad, en todas ellas hay una constante participación de los ciudadanos en las acciones emprendidas por sus gobiernos.

Copenhague es una de ellas. Elegida capital verde europea hace 2 años y considerada como una de las ciudades más habitables, impulsa una política medioambiental consensuada por todos los partidos.

Una de las escuelas financieras más reconocidas en el mundo, la London School of Economics, publicó un informe sobre el proceso que llevó a Copenhague a transformarse en el líder en economía verde en todo el mundo. En el documento se señala que la reducción de emisiones y la apuesta por políticas medioambientales no solo son buenas para el planeta, sino que se han transformado en un negocio para Dinamarca.

El objetivo de la ciudad danesa es convertirse, en 2025, en la primera capital del mundo neutral en cuanto a emisiones de carbono. Las casas danesas se encuentran entre las más eficientes del mundo, incluso a pesar de que dos terceras partes de los edificios hayan sido construidos antes de la Segunda Guerra Mundial.

El consumo energético en sus edificios residenciales es el más bajo de todas las ciudades que participaron en el ranking, ya que todas las casas están conectadas al sistema de calefacción urbano, lo que ayuda a mantener el consumo energético bajo.

Para llegar a ser una ciudad verde, las autoridades se percataron de que el tráfico rodado tenía que cambiar, y la circulación en bicicleta tenía que ser una de sus principales apuestas. El 50% de los ciudadanos de Copenhague va a trabajar o estudiar en bicicleta. De hecho, basta pasear por la ciudad para percatarse de que hay más bicis que autos.

Ámsterdam no tiene nada que envidiarle a Copenhague, porque en esta ciudad la bicicleta manda. Se estima que Holanda cuenta con el mayor número de ciclistas en el mundo.

Ámsterdam, la capital, tiene más de 500 kilómetros de ciclorrutas y las muertes anuales por accidentes de tráfico se redujeron de 100 a 15 en los últimos 20 años. En la actualidad, Ámsterdam puede presumir de ser una de las capitales más comprometidas con el medioambiente: la mayor parte de la electricidad proviene de fuentes renovables, molinos de viento repartidos por la ciudad, sobre todo, en el área del puerto y por otro lado la energía solar, que se subvenciona para poner estaciones a pequeña escala, ya sean placas fotovoltaicas, como para calentar agua.

En 2009, esta urbe fue elegida como la primera ciudad europea inteligente debido a su distribución urbana sin alterar sus principales recursos naturales. Ámsterdam es una ciudad abierta y tolerante, combina una sólida cultura con gente de hábitos sencillos.

En esta urbe se impulsan iniciativas colaborativas, como la plataforma Peerby (www.peerby.com), compuesta por una página web y una aplicación móvil que ponen al alcance de la gente más de 4 mil objetos para tomar prestados (desde unas tijeras de podar a una escalera, una taladradora o unas sillas plegables), cambiando los hábitos de consumo y producción de los habitantes. (I)

DATOS

En 2013, una encuesta reveló que al 84% de la población de Ámsterdam le gustaría formar parte de algún tipo de consumo colaborativo.

La plataforma denominada ShareNL se ha dedicado a promover la economía colaboracionista. Se defiende la idea de que es necesario crear ciudades sostenibles en las que la colaboración se convierta en principios que redefinan el escenario político, económico y social. (I)

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