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Mujeres que trabajan con cariño de madres

Mujeres que trabajan con cariño de madres
Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
13 de mayo de 2018 - 00:00 - Verónica Endara

No son sus madres, pero cumplen el papel de ellas. Cuidan a los hijos de otras como si fueran propios. Velan sus sueños y curan sus heridas al caerse. Celebran sus primeros pasos, su primera palabra y su primera carcajada. No son sus madres, pero ellas los quieren como si lo fueran.

Ivonne Valenzuela, de 51 años, trabaja desde hace cuatro años en Hogar para sus niños (HPSN), una casa que acoge a menores en situación de riesgo. Con cariño, Valenzuela juega, educa, cambia sus pañales, les limpia su nariz y manos, les da de comer, los baña y les lee cuentos todos los días a niños desde pocos días de nacidos hasta seis años o más. Pero sobre todo calma la angustia que deja el abandono.  

Les ofrece amor incondicional. Con su trabajo, niños que fueron abandonados o separados de sus padres por maltratos sienten la seguridad de no subsistir solos y conservan la esperanza de que vienen días mejores.

Aunque labora en dos turnos, desde las 08:00 hasta las 16:30 y desde las 16:30 hasta las 08:00 del siguiente día, Valenzuela dice no terminar el día cansada porque su trabajo le apasiona.  

“No solo doy. Recibo mucho de ellos, como sus caricias y ternura desinteresada. Esto me alimenta el alma”, dice la cuidadora.

Algunos menores se quedan varios años en este hogar, pues los procesos de adopción no siempre son rápidos. Muchos de ellos nunca conocieron a sus madres biológicas, solo saben que su “tía” Ivonne, junto con sus compañeras, son quienes los cuidan y les dan el amor que tanto necesitan, son en quienes pueden confiar, con quienes pueden llorar y reír. 

“Les tengo mucho cariño a los niños y no quiero que se pierdan, aunque vengan de hogares disfuncionales y con problemas, ellos nunca deben creer que están solos. No deben tenerse lástima. Yo trabajo para que digan “yo puedo” y “yo quiero salir adelante”, trabajo en su confianza y en su seguridad”, dice Valenzuela.  

Ella todos los días los anima a no perder la esperanza de que una buena mamá vendrá por ellos. Mientras tanto la tienen a ella que es incondicional.

El rol de una madre también lo cumplen aquellas mujeres que trabajan en guarderías o centros infantiles, pues mientras los padres trabajan, ellas cuidan y educan a los menores. Ana Lucía Valverde, pedagoga especializada en educación inicial, cuida niños desde hace 28 años.

La mujer de 52 años es directora del Centro Infantil Rayuela. Tiene a su cargo menores desde un año de edad hasta los cinco años. Los cuida de 07:30 a 17:30.

Valverde es consciente de que tiene una gran responsabilidad con sus niños, pues tiene a cargo su nutrición, su desarrollo cognitivo y su desarrollo emocional.

“Para mí lo fundamental es que el niño tenga afecto. A partir del amor se crean todos los procesos de aprendizaje”, dice la pedagoga.  

Valenzuela y Valverde saben que cada niño es un mundo diferente con distintas necesidades. Para ambas la empatía es fundamental para comprenderlos y saber que hay momentos en los que un abrazo hace mucho más que cien actividades lúdicas.

Por ejemplo hay ciertas horas en las que los pequeños ya no quieren nada, solo quieren a mamá. Es entonces cuando Valverde los llena de mimos más aún y de calor afectivo.

Los lazos entre las cuidadoras y los niños se vuelven muy estrechos, la convivencia diaria fortalece el afecto mutuo. Cuando ellos son adoptados o reinsertados en su hogar, por ejemplo, es inevitable que Valenzuela sienta tristeza por la separación, pero a la vez se siente feliz de que sus pequeños vayan a una familia.

Algo similar le sucede a Valverde. Los niños que ya ingresan a educación formal, dejan su centro y con tristeza y alegría a la vez mira cómo aquellos pequeños que llegaron indefensos crecen y van dando pasos importantes.

Para Alexandra Merchán, psicóloga clínica del HPSN, en el caso de la casa hogar es importante que exista un apego entre los niños y sus “tías”, pues el menor necesita ese vínculo con un cuidador primario. Pero a la vez se trabaja para que ambos estén conscientes de que en algún momento se separarán.

Ahí la cuidadora debe tener presente que tiene que dejar ir a sus “hijos prestados”, sabiendo que van a estar mejor. Mientras que los pequeños deben tener claro que, aunque reciben mucho amor de sus “tías”, ellas no son sus madres.   

Para Jorge Álvarez, director de Servicios de Protección Especial del Ministerio de Inclusión Económica y Social, tener vocación de trabajar con niños es uno de los requisitos más importantes para laborar en una casa de acogida. La misma vocación que se necesita para trabajar en una guardería.

En el perfil psicológico se observa -dice Álvarez- que la persona tenga la capacidad de adaptarse a las necesidades de los niños y no perder la paciencia con facilidad.

Para Valverde es el amor el que les da la paciencia para cuidar a varios niños a la vez.

El trabajo de las cuidadoras no es el de reemplazar a una madre, sino el de acompañar en el desarrollo integral de los niños abandonados, separados de sus familias o de aquellos que sus padres deben trabajar todo el día.

Los besos y abrazos son mutuos. El amor que las cuidadoras dan a los niños es recíproco. Valenzuela y Valverde han derramado lágrimas cuando sus niños se van. No son sus madres, lo saben. Pero los quieren y los cuidan como si fueran sus propios hijos. 

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