Personaje
A Patricia la vida le dio un regalo por triplicado
Por siete años Patricia Giler y su esposo, Pío Moscoso, intentaron ser padres. En ese tiempo ella tuvo varios embarazos fallidos, pero cuando todo parecía perdido, la vida les dio el milagro. Y como para compensarlos por el sufrimiento pasado, lo hizo por triplicado.
Los tres “regalos” de la vida son María Pía, Ariel Alejandro y Alexis Rafael Moscoso Giler, quienes cumplirán 15 años el próximo 2 de junio. La niña es la mayor, nació a las 18:45; un minuto después llegó Ariel y finalmente Alexis. “Desde chiquita María Pía les recalcaba que ella es la hermana mayor”, dice Patricia mientras suelta una risa llena de amor por sus trillizos, una risa que muchas veces le fue negada pero que ahora brota al recordar estos tres lustros.
No ha sido fácil, afirma la periodista de 49 años. “Veo hacia atrás y no sé cómo lo logramos. Cuando se enfermaban, los tres querían a su mamá. Cuando se caían, cuando les salió el primer diente, era todo al mismo tiempo. Las emociones eran muchas y el trabajo también”.
El suyo fue un embarazo difícil, casi muere al momento del parto, “pero todo valió la pena. Todas las emociones fueron intensificadas”. Patricia afirma que sus hijos son una repuesta de Dios. “Con mi esposo teníamos muchos perros y gatos y les dábamos todo nuestro amor, pero queríamos tener hijos. Un día murió Tazka, nuestra perrita engreída, una bóxer albina. Yo llevaba varios embarazos fallidos y le reclamé a Dios, le dije que por qué me quitaba primero a mis hijos y luego a mis animales. Al día siguiente hubo un seminario sobre maternidad. Habíamos unas 300 personas y varios expusimos nuestros casos. Al final se sorteó un tratamiento de fecundación. Cuando me lo gané, comprendí que Dios me estaba diciendo “toma esto”.
Con los años, entre los tres hermanos se ha formado un fuerte vínculo, que se suma a su carácter inquieto. “No había niñera que durara (risas). Ellos se tiraban de la ventana en pañales y salían al parque, siempre los tres. Se levantaban en la madrugada y hacían pijamadas. Mi esposo se asustaba porque oía ruidos, pero eran ellos que hacían sandwiches y sacaban cola. Dicen que les gusta ser trillizos porque siempre están acompañados y tienen apoyo”. De chiquitos eran muy competitivos. Si uno se trepaba a un sitio, el otro quería ir más arriba. “Ahora en la adolescencia tienen los mismos amigos, van a las mismas fiestas, andan con el mismo grupo y entre ellos se cuidan”.
A los tres les gusta la música. La niña canta, uno de sus hermanos toca el piano y la batería y el otro interpreta el bajo y la guitarra.
Sobre la fórmula para educar a un hijo, Patricia no lo duda: “Yo le diría a todos los padres que sigan su corazón. Cada niño es un mundo y esa conexión padre-hijo es única. No hay manual que te diga cómo actuar. Yo creo que las grandes decisiones de la crianza deben salir del corazón. El amor te hace tomar la decisión correcta”.
Para este Día de la Madre, espera recibir el mismo regalo que sus hijos le dan cada año: “Ellos me tocan una canción”. (I)