El amor familiar multiplicado por 10
Cuando se casaron deseaban tener hijos. Los que Dios mande. Pero, antes, cuando Mónica tenía 18 años fue operada de apendicitis y quistes que perforaron un ovario. “Cuando lo retiraron sabía que sería difícil concebir”. “Ya ni quería casarme. Fue en la fe de mi esposo que dijo que el Señor nos daría muchos hijos”.
Asegura que muy a pesar de que tienen 10 hijos las emociones cuando nació cada uno fue indescriptible. “El embarazo de mi primer hijo tuvo siete amenazas de aborto. Durante los últimos dos meses comí dietas rigurosas, estuve muy delicada con preeclampsia. Nos habían dicho que debíamos escoger entre parto normal o cesárea para salvar a uno de los dos. Esperamos con fe en el Señor y el parto fue prematuro, pero sin complicaciones. Todavía recordamos lo primero que nos dijo el médico: 5 lb, 51 cm. Él ahora es un sacerdote”.
Calderón ve muchos beneficios en tener una familia numerosa. Primero está el recibir la bendición de Dios. Además se aprende a vivir con las dificultades y pormenores del día a día. Ver cómo el último en nacer le quita el reinado a su antecesor. Los celos y la envidia son tan naturales en los seres humanos. Pero -añade- que el Creador siempre estuvo presente en sus vidas.
También evoca esa experiencia de ver heredar a los hijos las prendas de vestir de sus hermanos mayores. “Eso a los hijos les ayuda mucho, valoran y ven el esfuerzo al adquirir algo nuevo. He aprendido y conozco todos los lugares para comprar con descuentos y por docenas”.
Empero a más de las satisfacciones que se siente, también existe esa sensación de que falta más por dar.
Mónica, algunas veces pensó que no le podía dar a cada uno lo que merecía y que el tiempo era corto y que sentía que algo se le escapaba. Con mucha convicción asegura que jamás postergó nada de lo que tenía planificado en su vida por sus hijos y que contrario a ello el tenerlos la hizo crecer como persona y mujer. “Eso me condujo a aprender cosas nuevas”.
Añade que se crece con la crianza de ellos. “Nos ayuda a salir del egoísmo y nos invita a la donación total. Estamos convencidos de que nunca estaremos solos cuando lleguemos a ancianos. Estarán también los nietos. Es una gracia muy grande, en cada hijo existe una bendición y un cristiano para la Iglesia”.
Lo que más recuerda son esos días cuando sus hijos eran pequeños. Días llenos de alegría cuando los mayores iban a clases y los pequeños se quedaban en casa. Se esperaba con ansias las vacaciones para viajar fuera la ciudad. Ya con los hijos adultos todo se tornó más complicado. Viene la universidad, los trabajos y eso complica compartir todos juntos.
“Ahora con mis hijos adultos me embarga un sentimiento de agradecimiento a la fidelidad del amor de Dios. Creo que los hemos criado con mucho amor”. (I)