"Borrar las escenas de nuestras mentes va a ser difícil"
Cuenca.-
Semanas después del terremoto el padre de un bombero de Cuenca, que acudió a las zonas afectadas, llamó a una radio local indicando que su hijo requería de apoyo psicológico.
El padre contó que después de regresar, el joven no podía dormir y que mostraba signos de desesperación. A pesar de haber pasado más de un mes desde que se produjo el movimiento telúrico de 7,8 grados y de que los habitantes de las áreas manabitas han comenzado a retomar sus actividades, aún en la mente de voluntarios y bomberos quedan secuelas producto de las escenas impactantes que tuvieron que presenciar.
La psicóloga María Eugenia Barros, de la Universidad Politécnica Salesiana, explicó que, sin la intención de “normalizar”, un terremoto como el vivido genera, en distintos grados, consecuencias psicológicas que deben ser tratadas para evitar que se instaure una patología. “Una situación que no sea parte de la vida diaria y que altere significativamente nuestro ritmo de vida y veamos cosas que nunca imaginamos ver, va a alterar no solo nuestras emociones, sino también nuestro funcionamiento intelectual”.
A Javier Carpio, coordinador del Cuerpo de Bomberos, conversar con su familia y amigos le ha ayudado a “descargar” las imágenes del desastre que rondan por su cabeza. “Cuadros que desgarran el alma”, son los que él y sus compañeros tuvieron que presenciar mientras cumplieron con labores de rescate, durante cinco días en Manabí. “Hemos visto películas, hemos hecho prácticas con edificios, pero una cosa es eso y otra enfrentarse a la dureza de las escenas, a la dureza de ver a las familias y sus llantos”.
Una de las escenas que se quedó en la mente del bombero fue la recuperación de los cuerpos de un padre con su hijo: “Estuve con dos compañeros más levantando una losa con la ayuda de maquinaria y pudimos observar dos cuerpos abrazados totalmente desnudos. Entiendo que estaban bañándose: el hijo abrazaba al padre con los pies al nivel de la cintura y los brazos en el cuello, y el padre le abrazaba la espalda cubriéndole la cabeza”. “Ese fue el momento más doloroso que pude sentir y percibir”, dijo Carpio.
Ese mismo hecho es el que no sale de la cabeza de Edwin Muñoz, otro bombero, que lleva 13 años en la institución.
Muñoz conversa con normalidad, pero al recordar ese instante su rostro comienza a mostrar tristeza; de golpe se le quiebra la voz y las ganas de llorar aparecen. “He tenido muchos eventos, adversidades, pérdida de un compañero, he visto mutilaciones, pero el dolor humano que vimos en las zonas afectadas es distinto a otras situaciones”.
A la “zona cero”, dice Muñoz, llegaron médicos y voluntarios que no pudieron soportar la situación. “Y ahí es cuando yo me decía que no bastaba con la ayuda y buena voluntad, sino que había que estar preparado física y psicológicamente”.
El bombero siente que los momentos vividos en la zona afectada lo volvieron más sensible, e incluso generaron cambios en su comportamiento, sobre todo con su hijo. “Antes era medio tajante en las acciones, ahora mi corazón se ablandó”.
Ambos bomberos explican que durante esos momentos lo primero que pensaron fue en sus familias, pues temían que sus parientes pudieran pasar por una situación similar. “Uno piensa que de pronto la familia puede estar en un caso parecido o algún amigo. Y eso es los más complicado, poder descargar esas imágenes o esas sensaciones que uno tiene”, dijo Carpio.
Desde la semana anterior los 90 bomberos de la capital azuaya que brindaron ayuda en las zonas damnificadas están dentro de un programa de intervención en crisis dictado por profesionales de la Universidad Politécnica Salesiana.
Muñoz explica que en su mente tiene plasmadas imágenes que cree serán muy difíciles de borrar, sin embargo espera que con las intervenciones psicológicas, al menos, pueda aprender a asimilarlas, superarlas y continuar con sus actividades normales.
En cambio Carpio espera alcanzar madurez para soportar cuadros difíciles que nuevamente puedan presentarse. “Vemos escenas demasiado duras de otras familias, pero quizás en algún momento nos toque atender a personas cercanas”.
La psicóloga María Eugenia Barros explica que la intervención que básicamente reciben los uniformados está enmarcada en producir una catarsis para que puedan expresar sus sentimientos con respecto a la situación que les tocó vivir. “Ellos necesitan examinar sus sentimientos, expresarlos para poder desengancharse de esa situación catastrófica y bajar los niveles de estrés”.
La también docente expresó que luego de vivir esos momentos, ciertas funciones emocionales se ven alteradas, como la atención, la capacidad de concentración, el sueño, la alimentación, además de producirse ansiedad. “Y a la larga si no se interviene adecuadamente puede transformarse en una ansiedad por estrés postraumático”.
Su colega de la Universidad de Cuenca, Andrea Rodal, indicó que incluso se produce algo que se denomina flash back. “Son imágenes que se vienen a la mente, sin que las personas tengamos control sobre ellas, en las que se reviven las escenas del terremoto, las imágenes de los muertos, de las casas destruidas”.
Ella también estuvo en las zonas afectadas, dirigiendo a estudiantes de la facultad de Psicología, quienes brindaron apoyo emocional a los afectados del terremoto.
El primer grupo en viajar, a las pocas horas de ocurrido el temblor, fueron 26 estudiantes del equipo de Primeros Auxilios Psicológicos (PAP), preparados para ayudar a las personas a afrontar las consecuencias inmediatas de alguna catástrofe.
Rodal explicó que el trabajo en equipo y las descargas emocionales que realizaban todas las noches les permitieron externalizar todas las energías contenidas. “Los chicos, afortunadamente, tienen un estado emocional relativamente estable y eso permite que no se vean afectados”.
A pesar de esto la estudiante Mélani Mejía explicó que aún al ver imágenes o videos del desastre recuerda los cuadros difíciles que tuvo que contemplar. “Sobre todo las caritas tristes de los niños”.
“Justo cuando pasaban la canción de Mercedes Sosa me generaba tristeza, pues se exponen los sentimientos y es inevitable recordar ciertas situaciones, pero cuando vienen esos momentos, como mecanismo de motivación pienso en las sonrisas de los niños o los abrazos que recibí”, dice Mejía.
La joven explica que una de las actividades de descarga que les ayudó fue jugar con un globo que luego era reventado inesperadamente por un compañero. “Esto nos enseña que las cosas se pueden ir en cualquier momento, pero que nosotros podemos seguir”. (I)
“Hay imágenes que no se pasan por la televisión y son justamente esas las que nosotros vimos y las que siguen en nuestras mentes”, dijo Muñoz. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
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Bomberos reciben terapias
"Una persona no puede ir sin una defensa emocional"
La psicóloga Carolina Zúñiga señaló que dependiendo de cada estructura psíquica y de cómo desarrollen sus capacidades de enfrentamiento unas personas son más vulnerables que otras a los efectos psicológicos que puede generar una tragedia.
Explicó que no todas las personas están preparadas para afrontar ese tipo de situaciones, refiriéndose a voluntarios y demás individuos que viajaron a las zonas afectadas por el terremoto.
“Una persona no puede ir sin una defensa emocional porque no es algo que vive todos los días, entonces el impacto que puede provocar desencadena en diferentes comportamientos, por ejemplo, hay personas que en el momento que llegan a las zonas de la catástrofe se ven sin capacidad de reacción y eso pasa porque emocionalmente no estuvieron preparadas”.
Diversas alteraciones psicológicas son las que según Zúñiga se pueden producir en los individuos que fueron a ayudar a las zonas afectadas. “Y de hecho les afecta mucho más a ellos (bomberos) porque están en contacto directo con el sufrimiento, e incluso eso provoca que se alerte de una situación que vivieron con anterioridad y el impacto se vuelva mayor”.
Por este motivo la especialista destaca el hecho de que los diferentes grupos de socorro u otras personas, luego de acudir a una emergencia de gran trascendencia, reciban una intervención en crisis, la misma que consiste en una actuación de urgencia para que ellos puedan expresar lo que sintieron, superar y pasar la etapa.
De no ser así, explica, podrían desencadenarse trastornos del sueño y trastornos de ansiedad postraumática.
Este tipo de sesiones, según Zúñiga, deberían ser de una forma inmediata porque la presión y el impacto están latentes en la persona. “Y cuando eso está latente empiezan a provocarse diferencias en el comportamiento. Debe actuarse de inmediato”, sentenció.
Acotó que los bomberos de Cuenca reciben sesiones grupales en donde expresan sus sentimientos. (I)