El avión presidencial de Germán Segarra está próximo a despegar
Mientras las personas avanzan por la vía que va desde la parroquia El Valle a Santa Ana, en el cantón Cuenca, las miradas se desvían. Una estructura en forma de avión, en lo alto de la montaña, llama la atención de los que por ahí transitan.
En la carretera principal, en la que hay que tomar un camino estrecho, se cruza un pequeño puente hecho sobre la base de madera y donde cabe un solo auto. Un riachuelo detiene a quienes circulan por los terrenos aledaños del sector. La pendiente es algo pronunciada y hasta llegar al sitio hay que caminar o también se puede ir en carro.
El armazón tiene la forma del avión presidencial de Ecuador, sus colores son muy parecidos, los mínimos detalles fueron tomados en cuenta por el dueño de esta estructura que la edifica con la misma dimensión de la propia aeronave.
“Está hecho con hierro, madera, aluminio y otros materiales para hermetizar la parte interna”, indica Germán Segarra, un hombre que cuenta su proyecto con toda la sencillez del caso. “En la noche se ve muy bien, porque tiene luz en la parte alta, en las turbinas, igual que en la parte delantera”, explica.
El avión se asienta en un terreno de cuatro hectáreas. El proyecto consiste en levantar varias cabañas para que los turistas nacionales y extranjeros se queden en la noche y disfruten de los paisajes nocturnos. “Mirar la luna, las estrellas, contemplar la tranquilidad de este lugar y tener un amanecer con trinar de pájaros, es único”.
El avión, que servirá de hospedaje para los visitantes cuando ya esté terminado, contará con cuatro habitaciones. La de la “cabina” resulta ser la más llamativa y preferida por los niños. Además dispone de un pasillo por donde se puede ir hacia los demás dormitorios, también hay baños y camas de madera rústica.
Las ventanas de la nave dan justo al barranco y desde este sitio se puede admirar el sector que rodea la estructura. “El avión estará listo en dos meses más”, señala Segarra, quien ha invertido más de $ 50.000 en el proyecto, todo con base en préstamos.
Un nombre
La aeronave, que será parte de este parador turístico, fue construida “poco a poco” por su propietario. “He contratado maestros albañiles, soldadores y peones de la zona”, quienes han trabajado bajo su dirección.
Si bien aún no tiene nombre el avión, pero le gustaría ponerle “Vuelo 16-03-80” en homenaje a su fecha de nacimiento, “pero también podría ser “Avión Presidencial-Parador Turístico”, manifiesta.
Muchos lo han calificado de “loco”, pero al final le dan la razón al mirar que el proyecto va tomando forma. “Siempre me han dicho, pero les he demostrado que no estoy mal de la cabeza. Anteriormente a un carro le di la forma de un tráiler que es parte de mi movilización”.
El carro que cita Segarra permanecía en la parte baja de una montaña, un vehículo pequeño de color amarillo. “Nadie cree en mí, y cuando llegan, la gente pregunta si en verdad soy el que armó estos proyectos. No estoy loco, solo trato de hacer algo diferente para mi parroquia, mi provincia y el país”, expresa este hombre, que se dedica a la venta de zapatos y recorre el territorio nacional y en especial el Oriente.
“Hace 15 años voy desde Carchi a Macará, conozco como la palma de mi mano”, asegura orgulloso y aclara que nunca salió del país a laborar.
En su trabajo tiene el apoyo de su esposa Monserrat Cajamarca, quien estudió arquitectura. Con ella Segarra ha podido levantar su “sueño” y, según él, en poco tiempo estará listo para ofrecer a los turistas este parador. “En este lugar, a más del avión, levantaré cabañas nativas con elementos de la región amazónica, en especial de la zona de Taisha y de varios sectores de Puyo”.
Son 50 cabañas que construirá muy cerca al avión, “habrá también en un costado una piscina en forma de guitarra”, anuncia. El hombre aclara que no es una discoteca, tampoco un motel, como muchos de sus vecinos comentan en su entorno, “solo quiero que el país conozca lo que nosotros podemos hacer, de lo que somos capaces cuando ponemos en práctica nuestra creatividad”.
Segarra reconoce que su abuelo, Luis Antonio Barros, fue su inspiración, “él construía casas de madera, veía con mucha atención lo que hacía y le ayudaba”.
Recuerda que hizo un llamado a la banca y a los entes financieros del Gobierno para que crean en él, “nadie ha creído en mí, tampoco en mi proyecto, pero sin embargo aquí estoy”. (I)