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El Telégrafo
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En el cantón Biblián todavía quedan recuerdos de la tragedia de 1963

En el lugar donde se registró la tragedia hoy está el Municipio de Biblián. Más de un centenar de niños fallecieron aplastados por el techo y las paredes.
En el lugar donde se registró la tragedia hoy está el Municipio de Biblián. Más de un centenar de niños fallecieron aplastados por el techo y las paredes.
Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
14 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Ecuador Regional

Cincuenta y cinco años transcurrieron desde que se registró la tragedia de Biblián, considerada una de las más graves y que dejó más de un centenar de niños fallecidos.

Los sobrevivientes recuerdan que la tarde del viernes 1 de febrero de 1963 transcurría con normalidad. Los niños se dirigían a la escuela Corazón de María para cumplir la segunda jornada de oración y estudio, y los fieles se agrupaban en el santuario de la Virgen del Rocío.

Ante la incesante lluvia, la madre Carlota Zurita, superiora de la comunidad de Oblatas, desiste del traslado hacia el templo y, en su lugar, encamina a los estudiantes a la capilla de la escuela, una antigua construcción de adobe que se hallaba en proceso de reconstrucción de pilares y pisos. Alrededor de 200 niños, de primer a quinto grado, además de asistentes a la catequesis, acompañados de cuatro religiosas, iniciaron los rezos. Minutos después la edificación se desplomó.

Precisar el número de víctimas fue una tarea difícil, muchos padres trasladaron los restos de sus hijos a sus casas sin dejar tiempo a registros, contabilizar los féretros tampoco fue una opción, pues, en muchos casos, en un ataúd reposaban hasta dos cuerpos. Se estima que 121 vidas se segaron en esta catástrofe, tres religiosas, una maestra seglar y niños menores de 12 años enlutaron el pueblo biblianense.

La tragedia de Biblián ha sido recogida por Francisco Córdova, Hernán Peralta y Francisco Peralta, en el libro llamado La Tragedia de Biblián.

“Se perdió toda una generación, no hay una sola familia que no haya perdido al menos una persona en la tragedia”, señala Francisco Córdova. A su vez, enfatiza que la obra servirá para las futuras generaciones, como un hecho que marcó la historia del cantón y, sobre todo, perennizar la memoria de las víctimas.

“No queríamos que esto quede en el olvido, los pueblos viven con base en la recuperación de su memoria histórica”, destaca Córdova.

Aún quedan sobrevivientes
“Nunca se borrará de mi memoria que todo comenzó a temblar y en un momento todo se cayó. Me salvé porque descendí sobre una viga, cuando logré salir todo era un caos”, afirma Jorge Ortiz, quien vivió el horror de la tragedia con apenas ocho años de edad.

El amor y el apoyo a las religiosas no se trastocaron, al contrario, las donaciones que llegaron se destinaron para reconstruir la escuela y la capilla de la congregación, recuerda Ortiz.

Carmela Cajamarca tenía 11 años cuando presenció la caída de la edificación. “Iba a la escuela con mis dos primas y una vecina, murieron las tres. Me salvé porque me castigaron por no llevar el velo para rezar”.

Los años posteriores a la tragedia fueron los más difíciles para Cajamarca, el miedo la invadía al acercarse al lugar del desastre, el vértigo le impedía subir escaleras y el dolor por la pérdida de amigos y familiares aún la acompaña.

Como homenaje, los padres de las víctimas bautizaron a los hijos con el nombre de sus hermanos fallecidos. En el lugar de la tragedia hoy se levanta el Municipio de Biblián y se gestiona que el auditorio lleve el nombre “1 de Febrero de 1963”.

Sin embargo, familiares y sobrevivientes solicitan mayor atención para no olvidar este suceso y honrar la memoria de las víctimas. (I)

Víctimas
No hay un registro oficial
Durante el accidente, los familiares no dieron tiempo a las autoridades para levantar un registro de los fallecidos. Muchos utilizaron un féretro para colocar a dos personas, porque en el cantón se terminaron los ataúdes.  
 
12 años tenía la mayoría de niños que fallecieron en la tragedia. Ellos acudían a la catequesis.

Un libro sobre el caso
Francisco Córdova, Hernán Peralta y Francisco Peralta trabajaron tres años en el libro sobre este hecho. (I)

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