“No importa si hace sol, yo vengo con amor”
Desde muy temprano vinimos con mi hija a alistarnos para la procesión, siempre lo hacemos con mucha devoción y fe. Esta es la quinta vez que participamos.
Siempre lo hacemos del personaje de Verónica. Nos ponemos nuestras túnicas moradas y los velos negros. Participar en esto es un acto de fe, no una tradición. Yo lo hago en primer lugar por agradecimiento a Dios, por haberme dado buenos hijos, unos hijos maravillosos.
Además camino para pedirle por la salud de mis hermanos. Como estaban en sufrimiento algunos, Dios ya se los llevó. Vengo también para que el Señor me dé salud y vida para ver crecer a mis nietos y a mis hijos y para tener a la familia siempre unida.
La mayoría de las personas no pensamos en el bienestar de los demás, somos egoístas. El egoísmo es enfermizo. Así que hoy el pedido también es para que el mundo mejore, para que se recuperen los valores cristianos y sobre todo la fe. Hay tanta violencia porque ya no existe fe.
En las casas ya no se piensa en Dios, solo pensamos en los momentos difíciles, en esos instantes. Se está educando a una juventud sin valores. Y la humanidad no es nada si no se tienen valores.
La fe cristiana se está perdiendo porque no se la inculca desde las casas. Ya no se les enseña a los niños sobre el afecto que Jesús nos da y lo importante de ser agradecidos. No ser agradecidos es lo que nos hace daño a todos.
Yo he dado el ejemplo cristiano a mis hijos sobre el valor de la religión, de tener fe y de vivir con buenos principios. Por como son ellos vengo a la procesión porque siempre estaré agradecida con nuestro Señor, no importa si no para de llover, o si hace sol, acudo con un profundo amor.
No hay que acercarse a Dios solo cuando se lo necesita, sino todo el tiempo.
Carmita Garzón, 62 años.