La fría noche quiteña (7 grados de temperatura) no impide que el Centro Histórico de Quito se haga más familiar. Pasadas las 19:00 cada calle, plaza y casa patrimonial reviven con las historias que se cuentan entre calles de piedra, paredes de barro y techos de madera y teja.

Se trata de las “Noches Patrimoniales”, una iniciativa del Municipio de Quito que permite que en las noches de los sábados los turistas nacionales y extranjeros recorran el Centro Histórico capitalino, en medio de leyendas teatralizadas, paseos en carrozas tiradas por caballos e ingreso gratuito a museos y casas patrimoniales (ocasionalmente).

Uno de los recorridos que más llama la atención de los visitantes es el que realiza la organización Quito Eterno, la cual, con representaciones de personajes de la ciudad, como chullas, betas, artesanos, chicheras, diablos y personajes históricos, ilustra la historia de la urbe.

La noche del sábado pasado, la representación de Ana Luisa Muñoz Jiménez, conocida hace un siglo como la “Negra Mala”, estuvo interpretada por la artista Isabel Ruiz, quien  guió a unas treinta personas desde la puerta del Municipio de Quito  hasta la Casa-Museo de la Acuarela Muñoz Mariño, ubicada en el barrio San Marcos, en la calle Junín, centro de la ciudad.

Al ingresar al lugar, los visitantes son trasladados al pasado, en medio de los grandes patios de las casonas antiguas. En cada habitación hay una muestra pintada en acuarela por el autor Osvaldo Muñoz Mariño.

En una sala contigua se guarda un tesoro: 17 fotografías de su vida familiar, académica y profesional. Además de tres libros donde dibujó los bosquejos de las ciudades patrimoniales declaradas por la Unesco y que fueron pintadas con la técnica de la acuarela.

En la habitación donde está la pintura del barrio  San Marcos, un compás dado por  golpes de zapato recuerda la historia de cómo surgió la canción “Vasija de barro”; de pronto, las personas comienzan a cantar y alzan la voz en medio del silencio de la habitación, al final todos se aplauden por haber logrado un coro improvisado.

Al terminar el recorrido por la casa de dos pisos y de diez salas de exposición, llegó el momento de jugar. Los visitantes, en su mayoría adultos, se miran y sorprenden, porque los dividen en grupos. Lo que la “Negra Mala” quiere es que recuerden los juegos tradicionales, los de la infancia.

Entonces una de las colaboradoras, Nathalia Dávila, entrega a los participantes unos costales y comienza el juego de los encostalados. Hay aplausos, gritos, risas y barras para los participantes, en medio de saltos cortos y caídas. Lo mismo sucede con juegos como la rayuela.

Al concluir el recorrido, el grupo se dirige hasta la Plaza Grande, donde una fiesta los espera con la obra de títeres “Sopa de ladrones”.

Los turistas concluyen la jornada con presentaciones artísticas a las que pueden asistir, además de visitar restaurantes, cafeterías y tiendas artesanales hasta la medianoche, cuando inicia el domingo.