El debate organizado por la Cámara de Comercio de Guayaquil olvidó un tema que para algunos candidatos parece ajeno y hasta extraño: el proteccionismo que propone para su economía el presidente de EE.UU., Donald Trump. ¿Olvido? ¿Lapsus político?

No, nada de eso. Lo evidente es que ninguno de los siete participantes consideró la realidad económica del planeta para entender que sus propuestas de bajar impuestos, liberar la economía y estimular acuerdos comerciales afrontan un escenario mundial adverso.

La talla del estadista se mide al observar su mirada global de los problemas y, por lo menos, en el debate mencionado, en las entrevistas y en los planes de los candidatos ultraliberales ese tema no aparece.

¿Trump llegó para acabar con los paradigmas que el Consenso de Washington quiso imponer en nuestro país y que en la última década no tuvo acogida?

El candidato que más propone la liberalización de la economía, desde su vertiente bancaria, no ha dicho una sola palabra de cómo afrontar un posible mandato con relación a la política económica exterior del presidente Trump. La candidata socialcristiana se revela en sus debilidades conceptuales cuando sobre este tema apenas sí lo menciona. El general en servicio pasivo, que tiene el apoyo de la izquierda arcaica, ahonda el vacío en estos asuntos. Los tres son los ultraliberales de la contienda y deberían responder a sus seguidores para explicar qué hacer en un escenario de proteccionismo estadounidense.

Sabemos que somos una economía pequeña en el mapa mundial. No estamos para imponer condiciones. Pero sí debemos hacer el ejercicio de reflexión política. Nuestra cultura mediática doméstica también revela a esos entrevistadores que ven en Trump solo a un “populista” y dejan de lado la realidad. Y ni siquiera se pronuncian sobre el veto migratorio, el acto de discriminación que líderes mundiales y el presidente Rafael Correa han hecho explícito en su última gira en Europa.

Si nuestros candidatos ultraliberales están convencidos de sus tesis, deberían revisar la realidad, estudiar un poco más el fenómeno Trump y pensar hasta dónde sus manuales de economía ya no cuadran con las exigencias y retos que impone ahora EE.UU. (O)