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Ecuador, 24 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Análisis

La democracia ecuatoriana proyecta su mejor esencia

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Ecuador, en los últimos años, es reconocido como uno de los países con mejor desarrollo social, político, económico y cultural. Y eso ha sido posible gracias a un proceso constituyente, participativo y transparente, en el que ha primado la orientación social de sus principales postulados, a favor de los pobres, y con un concepto muy claro y contemporáneo de soberanía. Nos admiran y nos respetan.

Somos lo que nuestros mártires y próceres querían desde el nacimiento de la República. Y también como lo imaginaron nuestros mejores ensayistas y pensadores, los líderes indígenas y obreros, las Manuelas y los jóvenes torturados y desaparecidos en los gobiernos del terror. En el presente siglo se alcanzaron metas y objetivos sociales que en el pasado solo eran un sueño.

La democracia ecuatoriana goza de buena salud. Imperfecta aún, con muchos temas pendientes y algunas fallas por corregir, constituye lo más parecido a nuestro modo de ser. A esta democracia la debemos fortalecer con respeto y sabiduría; con la participación activa de todas las organizaciones y de todos los grupos, etnias, comunidades e instituciones. No podemos mancharla con la violencia ni con la mentira.

Un proceso electoral, como el que hoy vivimos, no debe ser pretexto para volver a ese siglo donde primaron los intereses de los poderosos y de las élites. Hoy debemos afincar nuestras más profundas convicciones democráticas a favor de todos y, sobre todo, de los más pobres. Y para ello solo hace falta sensatez, respeto, responsabilidad y confianza. En los últimos años hemos asistido varias veces a las urnas, con alegría y en familia. Y en todas ellas hemos salido satisfechos. Ganadores y perdedores han tenido siempre absoluto respeto por los resultados y las instituciones encargadas del sufragio, y valorado la voluntad popular como un acto sagrado.

Hoy no debe ser distinto. Nuestra democracia ha dado muestras de fortaleza en cada acto electoral. Por lo mismo, es un signo de nuestra calidad humana y política. El futuro está en la mente de todos: ¿cómo vamos a consolidar todo lo alcanzado, rectificar lo mal hecho y concretar lo pendiente? Los futuros mandatarios saben del reto histórico que ponemos los ecuatorianos en sus manos. Y también que el prestigio internacional ganado no se puede perder por decisiones apresuradas o para favorecer a grupos o intereses particulares. Nuestra democracia tendrá hoy una prueba más y saldrá de ella fortalecida, en paz, armonía y respeto entre todos. (O)

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