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¿Si la CIA asesinó en Ecuador, quién responde por eso ahora?

¿Si la CIA asesinó en Ecuador, quién responde por eso ahora?
24 de diciembre de 2013 - 00:00 - Ramón Núñez

Lo que en su momento era una sospecha se confirmó, incluso en contra de todos los acólitos criollos que defendieron la acción de las fuerzas militares colombianas en Angostura, bajo el supuesto amparo de que se actuaba a favor de la humanidad y la paz.

El diario The Washington Post reveló un programa secreto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) por el cual el Gobierno estadounidense ayudó a las autoridades de Colombia a asesinar a al menos 24 líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), mediante un sistema de rastreo y el uso de bombas de alta precisión. Todo habría empezado en el año 2000 con George W. Bush, con un presupuesto millonario y que tendría continuidad en el gobierno de Barak Obama.

En la publicación del diario estadounidense hay un hecho destacado: la participación de la CIA en el asesinato de Raúl Reyes –el segundo al mando de las FARC–, en marzo de 2008, en territorio ecuatoriano. Ahí además se asesinó a mansalva a unas veinte personas, entre ellas cuatro estudiantes mexicanos. Incluso por este motivo Colombia y Ecuador rompieron relaciones diplomáticas, cuando Rafael Correa denunció el hecho alegando que dicho bombardeo se hizo con tecnología de punta y con la colaboración de potencias extranjeras.

Que lo diga ahora el Washington Post le da más sentido a lo que otros quisieron señalar como una patraña y una exagerada postura antiimperialista. Y también revela algo que ha estado latente todo este tiempo: la colaboración con la CIA de personajes y funcionarios locales para actuar en contra de las leyes internas y por supuesto por ‘recompensas’ que solo esa entidad sabrá algún día transparentar.

Es demasiado grave lo publicado y lo de fondo en realidad conlleva otras consecuencias e interpretaciones de todo lo que ahora se comenta: ¿No había una campaña bien montada para desacreditar al gobierno ecuatoriano como cómplice y encubridor del supuesto terrorismo mundial? ¿No hubo una confabulación derechista, con la complicidad de algunos medios y actores mediáticos, para generar las condiciones que justificaron el bombardeo? ¿Ya nos olvidamos todo lo que dijo la prensa comercial colombiana y la reproducción que hizo de eso la ecuatoriana a través de editoriales y supuestos análisis sin un sustento periodístico de lo ocurrido? ¿No hay por ahí un libro de un editor de un diario capitalino que se apoya en las tesis y argumentos que ahora destroza el diario estadounidense, recién adquirido por Jefrey Bezos? ¿Por qué se desechó lo que EL TELÉGRAFO apuntó en sus investigaciones sobre lo ocurrido en Angostura como parte de una realidad que otros quisieron subestimar y hasta ocultar?

Por lo que toca al expresidente Álvaro Uribe hay mucho que decir, pero se resumiría en algo sumamente grave: liquidó la soberanía colombiana, se entregó en cuerpo y alma a las fuerzas militares de su propio país y de EE.UU. con propósitos bastante claros. No están lejanos los días de flagrantes violaciones a los derechos humanos, esa política de asesinatos a mansalva y de tierra arrasada para garantizar a la derecha el control absoluto de la economía y del campo.

Finalmente, si el mencionado programa secreto de la CIA sigue en pie tendría un solo objetivo: liquidar el proceso de paz que se desarrolla desde este año entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. Y con ello también afectar el desarrollo de una verdadera integración latinoamericana, que jamás le ha interesado a EE.UU.

Si la CIA quiso hacer de Colombia su cabeza de playa contra la insurgencia de gobiernos revolucionarios en la región, ahora está más claro que la acción soberana y digna de esos gobiernos frenó a Uribe y con ello la continuidad de asesinatos y actos terroristas.

Queda entonces la respuesta del gobierno de Obama: que le diga al mundo quiénes fueron los responsables de esas acciones y bajo qué condiciones deben ser juzgados. Y ojalá por acá den la cara sus acólitos.

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