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El Telégrafo
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Quien asume la tarea experimenta sentimientos de angustia, miedo, frustración y, sobre todo, estrés

Somos cuidadores y en algún momento también seremos cuidados

El cuidado especializado del adulto mayor se realiza en centros de salud, como el Hospital del Adulto Mayor, en Quito; a nivel familiar no existe experiencia. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
El cuidado especializado del adulto mayor se realiza en centros de salud, como el Hospital del Adulto Mayor, en Quito; a nivel familiar no existe experiencia. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
28 de febrero de 2015 - 00:00

Marta Ardizone Marín, España.-                                                                   

Todos somos cuidadores y, en algún momento de nuestra vida, seremos cuidados. Con esta frase tan contundente se refleja una realidad latente y presente en todas las sociedades actuales.

Cuando nacemos, nuestros padres son quienes se encargan de cuidar de nosotros. Al crecer, cuidamos de nuestros hijos, amigos y familiares; y al envejecer necesitamos que nos cuiden. Es un ciclo constante que se repite de forma insaciable.

Sin embargo, la vida puede añadir más obstáculos y dificultades a los que ya podamos encontrar de por sí, como ocurre cuando, al ir envejeciendo o debido a una enfermedad degenerativa, la autonomía de las personas se ve mermada y se requiere ayuda para realizar las actividades básicas de la vida diaria, como por ejemplo comer, asearse, vestirse o caminar.

Muchas personas se convierten en cuidadores porque tienen esta  vocación de servicio y basan su formación en esa área. Sin embargo, muchas otras (ingenieros, informáticos, constructores, albañiles, maestros, abogados, amas de casa) se encuentran de pronto con que tienen que ser cuidadores.

Y a pesar de cuidar con todo el cariño del mundo, se enfrentan a una tarea para la que no están preparados. Por eso la formación se convierte en un elemento fundamental ante esta situación.

Cuando alguien se convierte en cuidador se tiene que enfrentar a un mundo nuevo, desconcertante y lleno de dudas y preguntas. Se experimentan sentimientos de miedo, angustia y frustración porque no estamos seguros de estar cuidando de forma correcta, porque nadie nace sabiendo. Hay que aprender.

Aunque las labores de cuidado se realicen con la mejor voluntad y todas las ganas y cariño del mundo, no es suficiente. En el caso del cuidador, llega un punto en que es necesario tomar las riendas de la situación para invertir tiempo en aprender una serie de técnicas que, a mediano plazo, ayudarán mucho en el cuidado diario.

El acompañamiento es parte de la labor del cuidador. Se debe saber cómo reaccionar ante una emergencia, incluso en los momentos de recreación. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo

Es muy importante aprender a cuidar en casa por varias razones. Por un lado, más del 15% de las personas mayores de 75 años sufre incontinencia urinaria y, aunque no es una enfermedad grave, deteriora mucho la calidad de vida de quien la sufre, ya que merma su autoestima y reduce su autonomía. Por eso, es labor del cuidador aprender cómo puede ayudar y mejorar la calidad de vida de estas personas.

Más de 6 millones de personas en España padecen incontinencia urinaria, según un estudio del Observatorio Nacional de la Incontinencia (ONI). Afecta más a las mujeres que a hombres y aumenta con la edad hasta ser considerada como uno de los síndromes geriátricos.

Por otra parte, el 95% de las heridas crónicas, tales como las úlceras por presión que aparecen en las personas que están en cama, se pueden prevenir conociendo la técnica adecuada. Si no se aprenden los procedimientos para realizar los cambios posturales, necesarios para evitar la aparición de las úlceras debido a la  presión, aumenta el riesgo de mortalidad de estas personas entre cuatro y seis veces más.

También es necesario aprender las técnicas de movilización de las personas que están en la cama, para ayudarlas a incorporarse, a sentarse en una silla de ruedas o a caminar. El 18% de las personas mayores de 65 años presenta dificultades para moverse sin ayuda y el porcentaje se incrementa hasta el 50% a partir de los 75 años.

Otro aspecto que se debe tomar en cuenta es la importancia de mantener la movilidad de las personas, ya que aquellas que están encamadas y sus cuidadores no realizan las movilizaciones necesarias tienen más probabilidades de fallecer en un plazo de 6 meses. Pero no solo hay que aprender las técnicas para ayudar a la persona que se encuentra en la cama, sino -además- en beneficio de la salud del propio cuidador. Ya que realizar un mal movimiento con el peso de una persona puede generarle problemas de espalda, entre otros.

Las causas más comunes por las que se producen las inmovilizaciones son debido a enfermedades reumatológicas, accidentes cerebrovasculares, párkinson, demencias avanzadas, una mala nutrición…

Es peligrosa la inmovilización porque se produce una atrofia muscular y de los ligamentos, se agravan los problemas que ya existían de las articulaciones, se producen problemas para tragar y aparecen úlceras por presión.

No hay que olvidar que la mitad de las personas mayores de 65 años presenta problemas para tragar, lo que se denomina ‘disfagia’. ¿Sabía que el acto de comer no es tan fácil como parece a simple vista? Cuando comemos intervienen el cerebro, los nervios y aproximadamente 30 músculos de la cara, boca y garganta.

Las personas que presentan disfagia necesitan una alimentación más específica, acorde a sus necesidades de deglución; y es labor del cuidador aprender cómo puede adecuar los alimentos a su capacidad de tragar sin que existan carencias nutricionales. Estas pautas se pueden aprender por medio de una formación adecuada.

La disfagia no es una enfermedad, sino un síntoma que aparece debido a otras enfermedades, como el párkinson o haber sufrido una parálisis que provoque un funcionamiento deficiente de la lengua, los músculos de la garganta y del esófago. Se estima que el 76% de las personas que sufren disfagia no está diagnosticado.

Además, realizar los cuidados de una persona en situación de dependencia en el domicilio es positivo y beneficioso. Diferentes estudios confirman que mantener el máximo tiempo posible en el hogar a la persona afectada, sobre todo en los casos de demencia, puede ayudar a ralentizar el avance de la enfermedad.

Sin embargo, el cuidador no siempre puede desplazarse para realizar cursos de formación en este campo. Por ello, surgen alternativas, como la formación online. UNIR Cuidadores (http://cuidadores.unir.net), es una empresa social que imparte formación online a los cuidadores profesionales y familiares de habla hispana.

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