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En Ecuador, la encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE) de 2011 determinó que la mayoría de casos de violencia física en contra de los ancianos se reportó en la Sierra

Maltrato afecta al 6% de los adultos mayores (GALERÍA)

El abandono es una de las formas más comunes de maltrato de las personas adultas mayores. La  mayoría de ancianos es relegada al ámbito del hogar. Esta realidad provoca cuadros de depresión. Foto: Cortesía
El abandono es una de las formas más comunes de maltrato de las personas adultas mayores. La mayoría de ancianos es relegada al ámbito del hogar. Esta realidad provoca cuadros de depresión. Foto: Cortesía
14 de junio de 2014 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Inadvertido y en silencio. Así es posible que transcurra en Ecuador este 15 de junio, al igual que en años anteriores. Este domingo se recuerda el Día Mundial de Toma de Conciencia de Abuso y Maltrato en la Vejez.

Ni un solo acto masivo, ni una campaña publicitaria ni un pequeño encuentro ciudadano que alerten el maltrato que viven a diario los adultos mayores. Llama la atención que, desde las instancias públicas y privadas, encargados de programas para este grupo de población, también se guarde silencio.

Con toda seguridad, este 15 de junio todo girará alrededor del Mundial de Fútbol de Brasil, país que conjuntamente con Colombia y Panamá reportan anualmente más de 102 mil casos de extrema violencia, de los cuales el 37,15 % de los maltratados corresponde a personas mayores de 60 años, según un estudio realizado por varios docentes de la Universidad de las Ciencias Médicas de Cienfuegos, Cuba.

En Argentina y Chile este fenómeno se ha incrementado desde hace más de tres décadas y para 2009 se estimaba que más de 33.600 adultos mayores sufrirán algún tipo de violencia dentro del seno familiar.

Según el mismo estudio, alrededor del 8% de la población mayor de 65 años es maltratada en Estados Unidos, sin embargo, lo más preocupante para organismos de ese país es que más del 20 % de los adultos mayores no solo son maltratados en sus hogares, sino también en diversas instituciones nacionales destinadas a su cuidado y en centros con una gran cantidad de personas y largas horas de trabajo.

Escondido bajo una capa de negligencia, abuso de confianza en lo económico o mediante pequeños desprecios, como falta de atención, el maltrato a personas adultas mayores va en aumento, con el silencio de las víctimas por temor a las represalias.

La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 66/127, designó el 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia de Abuso y Maltrato en la Vejez. El objetivo de esta conmemoración a  nivel mundial es expresar la oposición a todo tipo de abusos y los sufrimientos infligidos a las generaciones mayores.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que entre el 4 y el 6 por ciento de las personas mayores de todo el mundo han sufrido alguna forma de abuso y maltrato, que puede llevar a graves lesiones físicas y tener consecuencias psicológicas a largo plazo. Sin embargo, organizaciones de adultos mayores calculan que entre un 6 y un 10 por ciento de la población mayor de 60 años son víctimas de algún tipo de maltrato, siendo las mujeres las más afectadas por su longevidad.

Los malos tratos a las personas de edad se prevé que aumentarán dado que en muchos países el envejecimiento de la población es demasiado rápido. Ecuador, por ejemplo, tendrá más de 2 millones de adultos mayores para el año 2015 según datos del INEC.

DATOS

Las primeras publicaciones al respecto en el ámbito médico aparecieron en 1975, cuando se describió en el Reino Unido el ‘Síndrome del zamarreo del anciano’ o ‘Granny Battering’. Estos informes demostraron la problemática.

Actualmente, el maltrato a las personas mayores es un fenómeno complejo que ocurre en el ámbito de lo privado y de lo público, facilitado por el predominio de falsas creencias que propician imágenes negativas acerca de la vejez y de las personas adultas mayores.

No cabe duda de que cuando se habla de maltrato, abuso y violencia hacia el adulto mayor, estamos hablando de situaciones de violación de los derechos humanos.

La semana pasada concluyó en la ciudad de México el Segundo Foro Internacional sobre los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que instó a los gobiernos a aplicar un enfoque de derechos en las políticas públicas dirigidas a este grupo social en América Latina y el Caribe para avanzar en la reducción de la pobreza, la desigualdad y la discriminación de las personas de edad avanzada. Cuando nos referimos a la región, los datos de la población de adultos mayores señalan que para 2010 las personas de 60 años y más representaban 9,8% del total de la población y se estima que en 2015 esa tasa se situará en 11,2%, según cifras del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA) de Naciones Unidas.

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Conviene pensar en el panorama social que nos rodeará en pocos años más al formar parte del creciente ejercicio de adultos mayores, además del círculo familiar y unos cuantos amigos que van quedando. La invisibilización de los ancianos se consolida paulatinamente en un “delito del silencio” con la complicidad de algunas estrellas de micrófono que cuentan con muchas canas y varias décadas de experiencia.

Con sus 60 años, la presidenta del FMI considera que “los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!”. Este grupo poblacional está fuera del mercado, es casi invisible y esta realidad también se reproduce en los medios de información y en quienes ejercen el periodismo, a pesar de sus años.

Los ancianos no solo se enfrentan al abandono, la indiferencia o al irrespeto. Detrás se esconde una serie de derechos como seguir disfrutando de una vida plena, independiente y autónoma, con salud, seguridad, integración y participación activa en las esferas económicas, sociales, culturales y políticas. Asumir este enfoque significa un nuevo paradigma en las acciones que toman los gobiernos.

Ni al interior de las mismas organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales hay investigaciones, cifras o programas específicos sobre este colectivo, por eso no forman parte de los discursos y tampoco del imaginario social. Su vejez está condicionada a los recursos económicos de los que dispongan, a la posibilidad de una pareja, a familiares cercanos o a la soledad.

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