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Ecuador, 24 de febrero de 2025
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El Telégrafo

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Punto de vista

El futuro está cambiando por el envejecimiento

Estamos presenciando uno de los cambios más impactantes tanto a nivel demográfico como de los estilos de vida de los adultos mayores.

Este momento de transformación nos empuja a comprender los nuevos escenarios sociales que marcan un gran cambio en nuestra cultura. En las sociedades industrializadas el destino es envejecer de tal modo que hacia el año 2020 los mayores constituirán el 30% de la población en países como Alemania y Japón (este último ya ha alcanzado una perspectiva de vida de 83 años para las mujeres). Esta tendencia que muestran los países del primer mundo, empieza a extenderse en los países latinoamericanos de una manera menos gradual que lo que sucedió en estos países.

Según las Naciones Unidas, una sociedad está envejecida cuando la población mayor de 60 años para los países en desarrollo y 65 para los países desarrollados, representa más del 7% del total. Algunos países latinoamericanos muestran niveles de envejecimiento avanzado, tales como Argentina, Cuba, Costa Rica, Chile y Uruguay. Pero el desafío de pensar los cambios debe considerar que a la extensión en la cantidad de años debemos agregar esta gran revolución de fines del siglo XX: la transformación de valores y roles que comenzaron a promover una nueva actitud frente a la vida de los adultos mayores.

Hoy podemos ver que esta etapa, que abarca varias décadas, brinda a su vez la chance de vivirla de una manera original. La longevidad ha hecho que, el espacio vital reservado a los mayores asuma dimensiones de una segunda etapa en la vida. Esta extensión lleva indudablemente a que los adultos mayores deban repensar y redefinir nuevos objetivos en su vida, vocaciones u oportunidades.

Los resultados que ya se obtienen son sorprendentes y, pensados a futuro, impredecibles.

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Conviene pensar en el panorama social que nos rodeará en pocos años más al formar parte del creciente ejercicio de adultos mayores, además del círculo familiar y unos cuantos amigos que van quedando. La invisibilización de los ancianos se consolida paulatinamente en un “delito del silencio” con la complicidad de algunas estrellas de micrófono que cuentan con muchas canas y varias décadas de experiencia.

Con sus 60 años, la presidenta del FMI considera que “los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!”. Este grupo poblacional está fuera del mercado, es casi invisible y esta realidad también se reproduce en los medios de información y en quienes ejercen el periodismo, a pesar de sus años.

Los ancianos no solo se enfrentan al abandono, la indiferencia o al irrespeto. Detrás se esconde una serie de derechos como seguir disfrutando de una vida plena, independiente y autónoma, con salud, seguridad, integración y participación activa en las esferas económicas, sociales, culturales y políticas. Asumir este enfoque significa un nuevo paradigma en las acciones que toman los gobiernos.

Ni al interior de las mismas organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales hay investigaciones, cifras o programas específicos sobre este colectivo, por eso no forman parte de los discursos y tampoco del imaginario social. Su vejez está condicionada a los recursos económicos de los que dispongan, a la posibilidad de una pareja, a familiares cercanos o a la soledad.

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