Punto de vista
Cuidadores con formación profesional
La familia es una institución universal de la cultura que ha resistido el paso del tiempo. Sin embargo, sus formas varían, tanto desde una perspectiva histórica como geográfica, cultural, económica: no es lo mismo una familia rural que una familia urbana, una familia toba que una familia criolla.
Es importante tener en cuenta y ser respetuosos de esta diversidad, tanto a nivel individual como de los grupos familiares. La familia es transmisora de normas, de valores, de pautas, de sistemas de representación.
El cuidador domiciliario deberá siempre intentar trabajar teniendo presente el contexto familiar, aun cuando el adulto mayor viva solo.
Recordemos también que una familia desinformada o alejada se llena de angustia o de desconfianza.
El cuidador domiciliario no deberá juzgar a la familia ni hacer alianzas, a excepción de que exista sospecha de abuso o malos tratos, lo que requerirá la urgente derivación a profesionales expertos en la temática.
La familia, en el momento que solicita la ayuda del cuidador, atraviesa un momento especial. Algunas de las vivencias por las que puede atravesar la familia son señaladas por el autor Claudio García Pintos:
• Se sienten rebasados por la responsabilidad.
• Se sienten desvalidos en la tarea de cuidados, sin recursos (tanto materiales, instrumentales o de conocimientos).
• Sienten soledad para enfrentar la crisis de envejecimiento de sus padres.
• Se sienten culpables por sentir circunstancialmente fastidio ante los padres.
• Están enojados con algún otro miembro de la familia que no asume la cuota de responsabilidad y compromiso que le corresponde.
• Están necesitados de continencia afectiva (quieren que los comprendan, justifiquen, que les den una solución).
• Necesitan información y asesoramiento.
• Están deprimidos y angustiados por el propio envejecimiento y el de sus mayores.
Debemos tomar en cuenta también el tipo de familias, que se pueden clasificar en: Familias epileptoides: Son “unidas”, sin autonomía, con roles fijos. Los duelos son largos. Sus miembros tienden a conductas de sobreprotección. Este tipo de familia puede entrar en una etapa de desorganización y fuerte movilización afectiva. Los familiares pueden competir con el cuidador. Tal vez el adulto mayor no quiera recibir ayuda, ya que son familias que se resisten a cambios.
Familias esquizoides: Son “desunidas”, con afectividad y comunicación pobre. Tienden al abandono y existe gran distancia emocional entre sus miembros. Estas familias suelen depositar en la figura del cuidador un exceso de responsabilidad, y tienen una historia de autonomía precoz, de desafectación.
Familias hipocondríacas: Son familias en las que la enfermedad y la muerte ocupan un argumento central en la manera de relacionarse. Suelen realizar demandas al cuidador domiciliario relacionadas no solo con el cuidado físico de la persona. En estos casos se debe estar atento ante riesgos relacionados con la automedicación.
Soluciones o respuestas adaptadas: Se trata de familias con roles diferenciados, con buena capacidad de identificación, con sentimiento de pertenencia familiar, con roles flexibles, capacidad de escucha y de aprendizaje, que dan respuestas adaptadas a la nueva situación.
En estos casos el cuidador domiciliario tiene espacio para el ejercicio de su rol, acompañando y nunca supliendo a la familia.
En general, los grupos familiares no existen en estado puro. Alternan diferentes estrategias y maneras de relacionarse.