TELEGRAFISTAS
El humano y el idioma gráfico
Me senté en medio de dos hombres rusos en un vuelo que duraba una hora y veinte minutos. El viaje era de Kazán a Moscú; 732 km de distancia entre ambas ciudades. Me acompañaba un grupo de amigos, pero ellos estaban en otros asientos y yo cerca de la cola del avión, donde dicen que nadie se salva si hay un accidente.
Cuando me ponía el cinturón de seguridad, unos rusos vieron en mi mano una libreta que tenía el logo de Galápagos. Ellos reconocieron la tortuga y las ‘Islas Encantadas’. Hicieron un primer intento de comunicarse conmigo y señalaban la libreta, pero fue inútil, no nos entendíamos.
Enseguida nos dimos cuenta de que ninguno hablaba inglés, y ni ellos castellano ni yo ruso. Para no perder la buena energía, abrí mi libreta, saqué un lápiz 6B y dibujé los 4 continentes. Primero ubiqué a EE.UU. (un referente geográfico), luego el océano Pacífico y a Rusia. Por último, delineé a Sudamérica y con una flecha marqué a Ecuador. Los jóvenes rusos se aflojaron el nudo de la corbata y sonrieron.
La comunicación fluía, uno de ellos tomó mi marcador y empezó a dibujar Moscú, la capital soviética. Saqué otro lapicero y tracé el ícono de una persona, apunté a Ecuador y escribí 14’000.000. En Guayaquil puse una carita feliz. Mi compañero de asiento señaló Rusia y escribió 140’000.000. Así empezó una comunicación visual que era tan efectiva como la verbal. Con íconos le conté cuántos miembros tenía mi familia y él me explicó que vivía en Moscú, tenía un perro y le gustaban el fútbol y la cerveza.
Era comunicación pura, lo visual había roto las barreras del idioma y se había convertido en una “lengua” universal. Pero esto no es nuevo. El hombre moderno ha desarrollado una sensibilidad de observación de gran nivel, aunque no se dé cuenta. A lo largo de la vida estamos rodeados de información gráfica. Por ejemplo, un bebé reconoce primero un ícono antes de leer palabras; un niño puede no saber leer, pero identificará el logo de McDonald’s.
En todos lados vemos infografías: un producto de belleza tiene indicaciones para usarlo.
En el supermercado, por ejemplo, se visualiza una gama de infografías sobre cómo preparar sopa o fideos o de qué forma armar un juguete o un mueble. En los productos de limpieza hay una categoría de recomendaciones, con una calavera que advierte el peligro. Todo es visual. En cada letrero, cada señal de tránsito, cada etiqueta hay un lenguaje gráfico con el que convivimos. La vida está rodeada de esa información e inundada de miles de ideogramas.
Por eso, en una hora y 20 minutos de vuelo a lo largo de Rusia, pudimos “conversar” sin hablar la misma lengua. Y nos dimos cuenta de que las fronteras no existen y de que el idioma, a veces, es una barrera para conocer a personas de otros continentes, pero para eso están los útiles gráficos. (I)