ENTREVISTA
‘El auge de China, el mayor cambio en los últimos años’
Desde hace años China atrae la atención del mundo por su desempeño económico, su proceso de inclusión social y su influencia internacional. El profesor argentino Jorge Marchini dialogó con EL TELÉGRAFO desde Buenos Aires y habló sobre la relación del ‘gigante asiático’ con la región, los desafíos y temas pendientes para la segunda economía del mundo.
¿Cómo se explica la creciente importancia de China?
El auge de China es el mayor cambio en la economía mundial en los últimos años en lo que se refiere a roles en la geopolítica. Este no es un fenónemo acabado sino un proceso con muchas preguntas y con desafíos muy grandes. En el caso de América Latina, ha existido una tradición de relaciones con Europa y Estados Unidos, pero China ha cambiado el mercado mundial y su relación con la región hoy tiene que ver con nuestra capacidad de proveer recursos naturales. China demanda productos alimenticios, energía, minería, etc., y esto ha reubicado el debate en América Latina con relación a los términos de intercambio. Desde los cincuenta en adelante, con el aporte de Raúl Prebich (economista argentino) y la teoría de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la discusión era que la región se especializaba en productos primarios, pero la clave del desarrollo estaba en los productos industriales. Esto se demostraba por la relación entre precios, cantidades y por la relación de productos primarios e industriales que era desventajosa para los primarios. En los últimos años, con China han cambiado, por lo menos circunstancialmente, los términos de intercambio. Es decir, los productos primarios —que eran vistos como una carga, una rémora del pasado— ahora están en primer plano y eso tiene que ver con el alza de los precios del petróleo, de alimentos como la soja, de los minerales, y eso también significa un cambio en las balanzas comerciales, de pagos y en mercados. China ha ganado una presencia importante en América Latina por la gran demanda de productos que la región ofrece y, por lo tanto, aparece este fenómeno: tenemos un socio nuevo de significación. A esto se suma el tema de inversiones, que es un capítulo que recién está evolucionando y que se refiere al rol de China en las nuevas inversiones, en el campo petrolero, minero, agropecuario, entre otros.
¿Está experimentando la región una suerte de reprimarización de la economía? ¿Qué implica eso?
En Ecuador y otros países que tienen el objetivo de cambiar su matriz productiva —o por lo menos diversificarla—, la idea es no quedar cautivos solamente de productos que aparecen como más atractivos en el mercado mundial, sino que, por ejemplo, se pueda agregar valor a las exportaciones o mejorar las condiciones productivas para la propia demanda interna e industrial. El debate sobre el rol de China —país que provee productos industriales— plantea un intercambio entre productos primarios (que podemos exportar) y la demanda que ellos pueden cubrir porque el espectro de productos chinos es muy grande, va desde bienes de consumo hasta de capital.
A través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (Celac), la región busca institucionalizar un mecanismo de cooperación con China, ¿cómo ve esa iniciativa?
Los chinos tienen una idea sobre América Latina, tienen un policy paper (documento oficial) que contiene su política, su visión, aspiraciones y objetivos con respecto a la región. En ese sentido, tenemos un déficit en América Latina, entonces, acá también tenemos que crear nuestro policy paper con respecto a China. La relación no es solo de país a país sino que es con la región e implica un tema de geopolítica. La gran cuestión a futuro es si la significación de China permite una estructura multipolar, lo cual representa un tipo de condición distinta para la región. Tenemos la posibilidad de encontrar alternativas para nuestro desarrollo mucho más amplias que en un mundo unipolar. La discusión sobre el rol de China no se da solo en América Latina sino a escala mundial, sobre todo porque el otro gran fenómeno de los últimos años es la situación de Europa (otra de las vinculaciones tradicionales de nuestra región) y la dinámica europea es un tema que también altera los equilibrios mundiales.
"Si bien China no entra todavía a la categoría de país industrializado en forma total, es la segunda economía mundial y, por lo tanto, es una economía de envergadura y la relación de América Latina con ese país debe ser ponderada en ese sentido".
¿Cómo mira China a la región?
Ellos ven condiciones de gran potencialidad en América Latina, desde lo que tiene que ver con recursos naturales hasta la posibilidad de ser complementarios con su perspectiva industrial y los requerimientos de desarrollo en la región. China entiende que es un vínculo que hay que construir, entiende que América Latina siempre ha tenido una relación preferencial, por razones de hegemonía justamente, sobre todo con Estados Unidos y Europa. Entonces, lo de China no es solo un cambio económico sino también geopolítico, que incluye temas de cooperación, de mayor acercamiento cultural, de complementación.
Del lado de América Latina, nosotros todavía tenemos que pensar cómo vemos a China. Tenemos que ver a ese país como un gran mercado, como un proveedor de tecnología, pero también tenemos eventualmente que verlo en la perspectiva de nuestro propio desarrollo, por ejemplo, en cuanto a la política industrial. Claramente, la política china ha sido la de defender su propia industria, de generar condiciones para ganar niveles de calidad y de productividad muy altos y de fabricar tecnología moderna. Podemos tener esa referencia de lo que se llama el modelo asiático de industrialización. ¿Eso debe ser o no tomado en cuenta para nuestro propio debate respecto a nuestra industrialización pendiente y a la diversificación productiva de que la hablé al principio? Es una cuestión que tenemos que debatir. China tiene un horizonte con América Latina, tiene clara una meta que es ver su crecimiento vinculado con recursos naturales, ve a América Latina como un continente que expresa cambios que le interesan y, a partir de esto, hay también desafíos geopolíticos, no solo comerciales y económicos.
¿A China y a la Celac les interesaría promover algún tipo de acuerdo para aumentar el comercio?
Sí, y tenemos que ver cómo se materializa eso. China tiene la idea de ampliar y formalizar ese tipo de acuerdos. De hecho, el año pasado, la cúpula china estuvo en Brasil, asistió en un evento donde anunció claramente que buscan un acuerdo de libre comercio, apertura mutua de mercados, pero ahí aparece la cuestión de las asimetrías, es decir, la magnitud y las condiciones de la economía china son tan desproporcionamente grandes —aún con respecto al país más grande de la región que es Brasil—, que se requiere de algún tipo de recaudo respecto a cómo nos integramos. Creo que en la Celac o en el ámbito de la Unasur también prevalecen visiones muy distintas. Entonces, tenemos que discutir cuál es nuestra relación actual, cómo ha evolucionado, cuáles son las áreas prioritarias en las que debemos ponderar esa relación y cuáles son los mecanismos. Pienso que un tratado de libre comercio con China, sin tener en cuenta las necesidades, las capacidades de nuestra región y también sus etapas pendientes de desarrollo, sin considerar salvaguardas y condiciones especiales para una relación de largo plazo, puede ser un problema que tengamos que resolver. Tenemos que atenderlo como todo acuerdo entre países centrales y países periféricos. Si bien China no entra todavía a la categoría de país industrializado en forma total, es la segunda economía mundial y, por lo tanto, es una economía de envergadura y la relación de América Latina con ese país debe ser ponderada en ese sentido.
¿China tendrá mayor influencia en los próximos años?
Hay un descenso del ritmo de crecimiento de la economía, lo que habla de una reestructuración en marcha, hay un debate sobre la falta de dinamismo de las economías desarrolladas y, por otro lado, está la condición interna de la economía china. Estamos hablando de 1.500 millones de personas, es una sociedad grande en proceso de urbanización, que está incorporando rápidamente al mercado 20 o 30 millones de personas (por año) que pasan de la vida campesina a la vida urbana. ¿Cómo China mantendrá estos niveles de crecimiento e inclusión social? Eso es una incógnita importante que no está todavía bien resuelta y hay muchas etapas por recorrer.