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Ecuador, 24 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Corazón: tambor salvaje

 Los golpes del corazón.

El beat.

Ese retumbar.

Tocar la batería es seguir los latidos del corazón. Cada golpe en los parches es una voz. Un llamado de la selva (parafraseando a London), el diablo en el cuerpo (como la precoz novela de Radiguet).

He reflexionado durante años: de todos los sonidos de este instrumento de percusión, ¿cuál es mi favorito?.

Cuando tenía 15 años pensaba que era el sonido de la caja (box, redoblante); luego a los 18 (tiempo de jazz y new age) creí que era el del Hit-Hat (plato doble).

Sin duda, la caja me privaba por su sonido fuerte y tajante, muy emblemático en el rock clásico (desde los 12 había sido educado con Pink Floyd, el rock duro y blusero de Deep Purple o la furia metal de Black Sabbath. Siempre gusté también del rock progresivo y fue para mí un reto no solventado ejecutar la partitura (de oído) de Tom Sawyer, de Rush.

Ahora siento mucha afinidad con el sonido del bombo: su profundidad y voz salvaje me remite a la edad de la madurez, a la vida con sinceridad. ¿Equilibrio? ¿El golpe del bombo como un latido de sangre?

Para este artículo de revista, he seleccionado cinco bateristas magistrales, cada uno con su impronta. Y me atrevo a describir con palabras su magisterio sonoro, sabiendo de antemano que la tarea es compleja y que ante todo es un homenaje.

Stewart Copeland

Su marca personal es el matiz y acento sobre los platos dobles (Hit-Hat). A menudo usa unos Paiste de 13 pulgadas y cada una de sus ejecuciones está recargada de fuerza y adornos sobre el cuerpo y copa de los platos. En consecuencia: la sutileza de su muñeca derecha imprime fraseos crispeantes (palabra muy usual en el argot de los bateristas), terrosos, metálicos sobre los cymbals.

Copeland es un ilustre baterista americano que se unió al trío inglés The Police. Fue uno de los precursores en el uso del platillo conocido como Splash (de 6”, 8” y 10”). Otra de sus marcas fue fusionar el beat del rock progresivo con el contrapunto del reggae. Detalle sustancial de un baterista es armar su propio vehículo sonoro: en el caso de Copeland, su batería se caracteriza por armarse con unos tambores de pulgadas menores a las que se usaban en los setenta para usos del rock clásico. Sus tambores tubulares marcaron el sonido de la banda (Octoban Set Low-Pitch). Así también, su caja se caracteriza por tener el resorte (redoble) ajustado prolijamente. Esto genera un golpe seco, “amaderado”, plano y tajante, sonido que se convirtió en emblema de la banda.

Cabe señalar que Tama fue la marca de batería elegida que Stewart Copeland asumió para construir su particular sinfonía.

Ian Paice

Baterista inglés, símbolo del hard rock de los años setenta y ochenta, se caracteriza por imprimir un acento blusero a su golpe.

La contundencia de su sonido, de esos ataques rotundos en el tom de piso tanto izquierdo como derecho, revienta con el bronce agresivo de sus platillos alemanes Paiste: hechos para músicos que buscan un sonido rudo, pero a la vez cálido en matices. Sus platillos dobles (Hi-Hat) son de más de 15 pulgadas, serie Fórmula 2002-Bronce, modelo Sound-Edge.

Podemos discrepar, desde luego: yo opino que Deep Purple es, sobre todo, el sonido de su batería, el sonido de Ian Paice. Porque su guitarra (Blackmore o Steve Morse) y su piano (Lord o Don Airey) son magistrales, pero sin el peso de la propuesta sonora del maestro Paice la música de la banda perdería ese acento salvaje, pesado, solvente y veloz a la hora de explotar en rudimentos sobre la caja, y con acentos precisos del bombo.

La impronta de Ian Paice son sus golpes en los tambores (tresillos) y ese seco golpe de baqueta en los platos. Pero ante todo, la manera de interrumpir el compás con un rotundo corte sobre el tom de piso. Su marca de instrumento: Pearl.

Neil Peart

El sonido del músico canadiense se basa en su virtuosismo y en los constantes arreglos que introduce tras cada compás, o para romperlo.

Hay que escuchar a Peart como a un pulpo que quiere comerse los tambores con sus golpes.

Su marca de fábrica son las progresiones rítmicas o los decrecimientos de compás.

Además, sus contrapuntos en el bombo y su juego constante con el siseo del Hi-Hat, hacen de él un baterista a la vez duro y sutil.

Red Sector A es una canción donde Peart muestra una faceta más elaborada, ajustada, elegante. Sin perder la energía volcánica de sus explosiones de tambores, combina –a destiempo- golpes en la campana del Power Ride de 28 pulgadas (plato de ritmo), y sucesivos clímax/azotes/golpes en el Crash de 16 pulgadas (platillos de quiebre/ o cuenta del compás).

Su marca de batería: DW.

Bill Ward

Legendario baterista de Black Sabbath, virtuoso de un sonido gótico, oscuro y cargado de un atronador ritmo vertiginoso en clave de heavy metal. William Thomas Ward, inglés, acompaña a la perfección tanto la voz de Ozzy como las descargas eléctricas de Tony Iommi.

Ward se caracteriza por reiterar ataques persistentes sobre los parches y sumir con su vértigo y furia aquellos momentos donde surge el clímax de la canción (sugiero escuchar Iron Man).

Su marca de instrumento: Yamaha.

Chad Smith

El golpe de este baterista está marcado por los sabrosos cortes y acentos del funky. Nacido en los Ángeles, su sonido es festivo, lúdico y a la vez agresivo, lleno de coquetería. Su marca es golpear la caja con agresividad, pero siempre improvisando matices sobre el platillo doble.

Smith ha alternado en otras bandas: tales como Chickenfoot y la agrupación instrumental Chad Smith’s Bombastic.

Su marca de batería es Pearl y su caja conserva ese regusto clásico, ese carraspeo que se escucha cuando se golpea y también se “arrastra” la punta de la baqueta sobre el parche terroso. Eso produce un sonido reverberante, muy escuchado en los ritmos sincopados (escuchar algunas canciones de Led Zeppelin, Born to Be Wild, etc).

Es un deleite escuchar a Chad en la batería, además sus brazos largos imprimen una fuerza especial (a veces ruda) sobre los platillos dobles.

Como he remarcado, la batería hace consonancia con un instrumento en particular, con todos, o los empuja. En este caso la batería de Chad se lleva bien con las cuatro cuerdas de Pulga (Michael “Flea” Balzary), bajista de Red Hot Chili Peppers.

Todavía recuerdo mi primera batería: una Pearl roja con platillos Zildjian K y Paiste. Persiste en mí una imagen: los parlantes a todo volumen, adosados a las paredes de mi habitación, atronando en orden aleatorio The Zombies, Metallica, Creedence, Steppenwolf y casi siempre Bryan Ferry, Cohen, Rea o Murat. Tenía 18 años. El pelo largo. Rompí muchas baquetas, toqué en el colegio Andino (mi colegio) y en varios otros conciertos.

Un día, era invierno, mi batería Pearl desapareció del cuarto de estudio donde ensayaba. Pero ahora —con el advenimiento de una basement band— voy por una DW. ¿Borgoña, azul eléctrico, nácar?

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