Píllaro, cuna de héroes y gastronomía ancestral (Galería)
A 17 kilómetros de Ambato, capital de la provincia de Tungurahua, se esconde uno de los rincones turísticos más importantes y desconocidos del Ecuador. Se trata del cantón Santiago de Píllaro, asentado en las montañas rocosas de la cordillera de los Andes, a 2.803 metros sobre el nivel del mar.
Píllaro es reconocido por tener la producción agrícola más limpia de la región: sus campos son regados con las aguas de la milenaria laguna Pisayambo, libre de contaminantes y pesticidas. Además, es reconocida por ser la cuna del líder indígena y símbolo de la resistencia de la conquista española, Rumiñahui, cuyo nombre está escritokichwa antiguo y significa ‘cara de piedra’. Al contrario de lo que se podría pensar, su clima frío, entre 15 °C y 19 °C, lejos de ahuyentar al turista, lo atrae. Hoy en día, es uno de los principales destinos turísticos de la provincia, al igual que los cantones Baños de Agua Santa y Patate.
Su cercanía al Parque Nacional Los Llanganates, así como su variada gastronomía, sus fiestas tradicionales, sus paisajes y centros ceremoniales ancestrales, constituyen, en conjunto, uno de los principales atractivos turísticos. Cada año, cerca de 200 mil visitantes acuden a este cantón en busca de tranquilidad y diversión.
Desde tiempos de la Colonia, Píllaro fue una de la poblaciones nacionales más reconocidas por los colonizadores europeos. Siempre se destacó por su producción de hortalizas, verduras, granos andinos, ganadería, piscicultura, apicultura, avicultura. Estadounidenses, canadienses, españoles, italianos y franceses, son los turistas extranjeros que, año tras año, visitan el cantón, en especial durante la fiesta mayor de la ciudad: la diablada pillareña, nombrada Patrimonio Cultural Intangible de la nación en 2005 y celebrada entre el 1 y 6 de enero. Otra de las fechas en las que el cantón se llena de visitantes nacionales, en su mayoría provenientes de la Costa, es el feriado de Semana Santa.
Píllaro tiene 4 entradas, la primera está ubicada en el sector Panzaleo, del cantón Salcedo. Para quien viajan desde la capital, esta es la opción más acertada pues acorta el recorrido por lo menos 30 minutos al evitar la entrada por Ambato.
Además, al cantón se puede acceder desde la carretera alterna entre Patate y la capital tungurahuense. Esta vía es ideal para visitantes que viajan desde el Oriente ecuatoriano y cercanías, entre ellas Baños de Agua Santa, Puyo, Tena, entre otras.
Ruta ideal
Esta ruta inicia en el desvío norte de la vía E35, en el sector del aeropuerto de Chachoán. Desde allí el viajero accede por la carretera asfaltada bidireccional que lleva al caserío Las Viñas. La primera parada es La Floresta, comunidad agrícola reconocida por su producción de aguacate. A 10 minutos de iniciado el viaje, y al cruzar un puente sobre el río Culapachan, ya se divisa el valle de Quillán La Playa.
El panorama varía un poco: a ambos lados de la carretera se divisan árboles de tomate, plátano, mandarina y chamburo, lo cual hace un cautivante contraste de colores que van desde el verde hasta el rojo.
A esa altura, el clima se torna más agradable pues el lugar está protegido por grandes peñascos que evitan que el viento helado de la cordillera enfríe el aire, la temperatura varía entre 22 °C y 25 °C.
Allí hay 6 restaurantes cuyo plato fuerte es la trucha fresca que se puede saborear en varias presentaciones: frita, asada, ahumada, al ajillo, a la plancha, en filete, apanada o en maito (envuelta en hoja de plátano o bijao y cocida al vapor).
Uno de los sitios donde se prepara este alimento es la Quinta Turística María Soledad, en pleno centro del poblado. Los ingredientes que utilizan allí provienen de una granja ecológica en la que no emplean pesticidas. Sandra Chiluisa, chef de este comedor, manifiesta que el secreto del sabor es la agricultura limpia.
El visitante puede probar un plato de trucha desde $ 5 o $ 6, con guarniciones de arroz, patacones, papas o una ensalada de tomate, lechuga, ajo, aguacate, limón, cebolla puerro y pimiento.
Este negocio empezó a funcionar hace 3 años y forma parte del centro turístico Quillán La Playa. También se ofertan otros platillos típicos de la Sierra.
“Gracias al clima cálido del lugar, hay alrededor de 30 plantas gigantes de plátano. Pese a que su fruto no es muy dulce, estas embellecen el sendero y le dan un toque agradable”, comentó Fernando Masías, residente del lugar. Al igual que él, al menos 300 personas más habitan allí y viven de la agricultura, piscicultura y apicultura. Destaca la crianza de tilapia, trucha y preñadilla en piscinas artificiales y en ojos de agua dulce.
Una vez finalizado el recorrido por Quillán La Playa, el visitante puede continuar su viaje hacia Píllaro, donde le espera varios lugares ancestrales donde se forjó la identidad de las culturas Panzaleo y Puruhá. A 15 minutos de la única carretera asfaltada del lugar, se puede degustar otro de los platos que identifican al cantón, el pato al lodo. Antes de degustar de esta especialidad culinaria con más de 500 años de historia, es necesario conocer su origen.
“Píllaro es la puerta a los Llanganates. Antes de la llegada de los españoles, el lugar era considerado sagrado por las culturas de la Sierra y se lo conocía como ‘lugar que da vida’ y se lo veneraba”, señala Ángel Amores, propietario del paradero Delicias de la Pacha Mama, único lugar en el país donde se puede degustar el pato al lodo. Amores explica que los indígenas panzaleos subían una vez al mes al lugar para ofrecer sus diezmos agrícolas por los beneficios recibidos durante este tiempo. Como la visita duraba más de 2 días, los visitantes debían comer los productos existentes en el lugar así como los animales.
De esta manera, tomaban un par de patos y al no disponer de utensilios para cocer la carne, la envolvían con las plumas de la misma ave en el barro de las lagunas y la enterraban en un hoyo en un lugar seco. Luego encendían fuego y lo alimentaban durante toda la noche con restos vegetales del lugar. Quinientos años después, la forma de preparar esta especialidad culinaria se mantiene intacta y ha recibido oficialmente el nombre de Pato al lodo.
La carne del ave, al ser horneada a una temperatura superior a los 800 °C, queda libre de cualquier virus o bacteria que amenace la salud del comensal. Al sacar el bloque de barro que contiene al animal, se puede constatar que está bien cocido. Con ayuda de un martillo se rompe el bloque y se extrae la carne limpia del pato, porque las plumas quedan adheridas al barro. Al no utilizar ni sal ni ningún condimento, las sales naturales de la tierra dan sabor a la carne. El plato incluye una porción de arroz, ensalada de vegetales, 2 papas y un cuarto del ave.
El paradero mencionado está ubicado en el barrio San Vicente de Quilimbulo. Cada semana, cientos de comensales acuden allí para degustar su ‘platillo estrella’ y aprovechan su estancia para visitar el Museo de Rumiñahui. A 10 minutos del centro de Píllaro, se encuentra este lugar, donde por más de 20 años se expone la historia y prehistoria del pueblo Panzaleo, mediante una extensa exhibición de objetos antiquísimos encontrados en todo el cantón: vasijas de barro, piedras, murales, armas, huesos y pinturas.
El museo pertenece a Luis Lara, respetado arqueólogo y maestro de la localidad que ha dedicado su vida a realizar excavaciones y expediciones a lugares poco conocidos como las vertientes del Parque Nacional Llanganates o los vestigios de Huayna curí. (F)