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‘Las Poquianchis’ aniquilaron a más de 80 mujeres

Hermanas proxenetas mataban a rameras por ‘pecadoras’

Hermanas proxenetas mataban a rameras por ‘pecadoras’
28 de marzo de 2014 - 00:00 - Redacción Justicia

Nacidas en la ciudad mexicana de Jalisco a inicios del siglo XX, las hermanas Carmen, Delfina, María de Jesús y Luisa González Valenzuela crecieron en una familia disfuncional y se convirtieron en criminales femeninas de las más representativas en Latinoamérica. Tenían una particularidad, pese a ser religiosas, toleraban la prostitución, incluso eran proxenetas, pero odiaban que sus muchachas tengan sexo de forma desvergonzada.

Bernardina Valenzuela, madre de las hermanas, era una mujer fiel a la palabra de Dios, rezaba todos los días e infundía en sus hijas un catolicismo devoto y recalcitrante. Sin embargo Isidro, el padre, era un hombre machista y ejercía su poder paterno de forma abusiva y violenta.

Isidro González trabajaba como ‘juez de acordada’, es decir, se encargaba de vigilar durante la noche, recorriendo a caballo las calles. A falta de las autoridades se sentía como una especie de ‘amo y señor del orden’, algo así como los sheriffs.

ASESINOS, CUANDO MATAR
SE CONVIRTIÓ EN PLACER

Un asesino en serie es alguien que quita la vida  a tres o más personas y cuya motivación se basa en la satisfacción psicológica que obtiene con el acto cometido.
Estos criminales responden a una serie de impulsos psicológicos, especialmente por ansias de poder y compulsión sexual.
Carmen, cansada del autoritarismo y los maltratos de Isidro, se fugó cierto día con Luis Caso, un hombre bastante mayor que ella. Isidro la fue a buscar, la encontró y tras gritarle e injuriarla, la llevó a la fuerza hasta una celda, donde la encerró como castigo a su comportamiento ‘indecente’.

Luego de ello, a Isidro le llegó una orden municipal para que localice a Félix Ornelas, un ranchero revoltoso y extorsionador. Cuando intentó detenerlo, las cosas se complicaron y le disparó, matándolo instantáneamente, por lo cual tuvo que escapar y pasó un año ocultándose en diversos ranchos de Jalisco. Pero olvidó que dejó encerrada a su hija, quien salió libre 14 meses después gracias a la ayuda de un abarrotero, a quien le prometió ser su esposa.

Años después, Carmen, Delfina y María de Jesús entraron a trabajar como obreras en una fábrica textil. La primera inició una relación con Jesús Vargas, un ‘vividor’ al que todos conocían como ‘El Gato’, y con quien se fue a vivir en una cantina.

La cantina marchaba bien, pero ‘El Gato’ era tan irresponsable que despilfarró las ganancias e hizo quebrar el negocio. Carmen, que sí era planificadora, guardó algo de dinero y lo empleó para abrir un pequeño local de vinos y otros licores, el cual inspiró a su hermana Delfina para instalar un prostíbulo en el que metió a jovencitas que conseguía bajo el engaño de que las haría trabajar como empleadas domésticas.

En El Salto, dentro de Jalisco, Delfina puso su primera cantina junto al prostíbulo, al que acudían soldados, policías y autoridades municipales, cosa que no sorprendía pues los controles sobre este tipo de establecimientos eran escasos.

Para contribuir al negocio, las chicas que trabajaban en el prostíbulo salían de noche a buscar clientes, pero en 1948 se suscitó un incidente y clausuraron el establecimiento. A raíz de eso, Delfina fue con sus mujeres a la feria de San Juan de Lagos, donde consiguió ayuda del alcalde para alquilar 2 locales en los que reabrió el negocio al que denominó ‘El Guadalajara de Noche’.

Posteriormente, finalizada la feria de San Juan, Delfina desmanteló el prostíbulo y, con un gran capital reunido en 15 días de proxenetismo, viajó con sus chicas y hermanas a San Francisco del Rincón, en Guanajuato, donde, con la ayuda del presidente municipal, rentó una casona con varias camas y tocadores, y una silla en cada habitación para levantar otro centro de diversión para caballeros.

Las hermanas decían a las jóvenes que les darían trabajo como mucamas, pero luego las prostituían.María de Jesús regresó a El Salto junto a 2 de sus pupilas e instaló su propio prostíbulo en León, aunque al inicio no tenía luz ni permiso, pero lo consiguió acostándose con Fernando, secretario del presidente municipal. Sin embargo, el sexo no costeaba todos los sobornos y tuvo que dar dinero cuando el negocio era amenazado con el cierre a causa de disturbios y presencia de chicas menores.

En tanto María Luisa, quien seguía con Delfina, juntó 39.000 pesos y se apartó para siempre del negocio de la prostitución. Delfina, codiciosa en extremo, llegó a secuestrar y convertir en esclavas sexuales, meseras y empleadas a decenas de jovencitas, a las que conseguía a base de engaños.

Muchas de las jóvenes esclavizadas terminaban embarazadas: unas abortaban a escondidas, otras daban a luz y entonces el bebé era asesinado y enterrado como basura, y otras morían en el parto.

María de Jesús conoció a un médico y ocultista de apellido Escalante, que lo llamaban ‘El Poquianchis’, a quien arrendó una propiedad para usar como prostíbulo, pero después se la compró y la rebautizó como ‘La Barca de Oro’, aunque todo el mundo siguió llamándole al sitio ‘El Poquianchis’, inclusive, María de Jesús, Delfina y María Luisa serían públicamente conocidas como ‘Las Poquianchis’.

Cuando las chicas quedaban embarazadas, las hacían abortar o
las sacrificaban.
María de Jesús se mantenía aferrada a la religiosidad que su madre le había inculcado en la niñez, pero de manera incoherente, pues para ella la prostitución no era pecado, excepto cuando se daban actos ‘prohibidos por Dios’, por lo que no permitía el sexo anal, los besos, las orgías y los contactos lésbicos para estimular a los usuarios.

Todas las hermanas tenían la misma idea, solían espiar a las chicas y cuando detectaban el ‘pecado’ aplicaban terribles torturas y humillaciones.

Las castigaban con palos llenos de clavos, quemaduras con hierros calientes; también les restringían la  alimentación y  muchas eran asesinadas cuando ya no tenían atractivo físico o la enfermedad las volvía una carga.

El fin de las hermanas

El 6 de enero de 1964 ‘Las Poquianchis’ se sentían cercadas por la persecución policial y llevaron a sus esclavas al rancho San Ángel, donde apenas habían 3 cuartos. Si alguna intentaba escapar, la muerte le sobrevendría de inmediato, esa fue la amenaza. Pero el 12 de enero de ese mismo año, una de ellas llegó hasta la Procuraduría de León y denunció el hecho.

Posteriormente y tras sufrir el escarnio popular y ser víctimas de un intento fallido de linchamiento, las hermanas fueron trasladadas a la cárcel de Irapuato (en Guanajuato), donde estuvieron mientras se efectuó un proceso judicial inundado por las acusaciones de las esclavas sexuales que tuvieron trabajando como prostitutas.

Delfina murió el 17 de octubre de 1978, cuando unos albañiles arreglaban goteras en el techo de su celda y entonces, por una distracción suscitada a causa de los gritos que ésta emitía a modo de quejas, un recipiente lleno de cemento le cayó en la cabeza y se la destrozó al instante.

María de Jesús, que se cobijó en la religiosidad tras su encierro, se pasó vendiendo comida en el penal hasta que obtuvo la libertad, pero murió de vieja a mediados de 1990;  María Luisa simplemente apareció sin vida en su celda el 19 de noviembre de 1984, con el cuerpo siendo mordido por las ratas.

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