Asesino decía que obedecía órdenes de un perro llamado Sam
David Berkowitz, asesino que a sus 24 años de edad se hizo llamar “El hijo de Sam” (Son of Sam), nació producto de un embarazo no deseado el 1 de junio de 1953, lo que fue el presagio de una vida llena de conflictos en la que terminó con la existencia de 7 personas e hirió a otras 8, todas con disparos en la cara.
Su madre, Betty Broder, lo abandonó, por ello fue adoptado por Nat y Pearl Berkowitz, de allí el origen de su apellido.
Berkowitz era un niño tímido y con baja autoestima. Su físico de gran tamaño, pero no muy atractivo le trajeron problemas de adaptación con sus compañeros de escuela.
Él trataba de proyectar una apariencia a base de mentiras y enfrentamientos. Ese comportamiento alternaba con momentos de extremo retraimiento, complejo de inferioridad y depresiones con arrebatos de ira.
Su tutora murió cuando él tenía 14 años y con ello empeoró su conducta. La poca suerte que tuvo con las mujeres fue alimentando su odio contra ellas, lo que se sumó al recuerdo de lo que su verdadera madre hizo con él: rechazarlo.
ASESINOS, CUANDO MATAR SE CONVIRTIÓ EN PLACER
Un asesino en serie es alguien que quita la vida a tres o más personas y cuya motivación se basa en la satisfacción psicológica que obtiene con el acto cometido.
Estos criminales responden a una serie de impulsos psicológicos, especialmente por ansias de poder y compulsión sexual.Para elevar su autoestima y vengarse de la sociedad, a los veintitrés años compró un revólver calibre 44 e inició una serie de asesinatos que atemorizaron Nueva York entre 1975 y 1977.
Sin motivos, Berkowitz atacaba a quien se cruzaba en su camino. Conforme ganó experiencia se convirtió en persona sin escrúpulos.
Su primera víctima fue Michelle Forman, una adolescente de 15 años, a quien liquidó con un cuchillo dándole seis puñaladas, el 24 de diciembre de 1975. Los investigadores nunca relacionaron este ataque con la serie hasta que Berkowitz lo confesó.
Luego se ensañó con Danna Lauria y Jody Valenti, quienes conversaban dentro de un vehículo cuando él les disparó, el 29 de julio de 1976. Lauria falleció y Valenti quedó herida.
A las 02:30 del 23 de octubre de 1976 Carl Denaro, de 20 años, estaba con su amiga Rosemary Keenan en su coche, estacionado a la puerta de un bar de Queens, cuando apareció Berkowitz y disparó cinco tiros contra la pareja. Rosemary salió ilesa pero Carl quedó incapacitado para el resto de su vida.
El 26 de noviembre fue el turno de Donna Lamassi, de 16 años, y su amiga Joanne Lomino, de 18 años. Ellas regresaban del cine en la noche y cuando se percataron de que un hombre las seguía apresuraron el paso. Berkowitz les preguntó “¿Saben en dónde está…?”, pero antes de terminar la pregunta les disparó. Las dos chicas resultaron heridas, no obstante Joanne quedó parapléjica.
Los crímenes se detuvieron. El 30 de enero de 1977, cuando Christine Freuna y su prometido John Diel regresaban de una galería en Queens, a las 00:30, ninguno notó que los observaba y se acercó al carro para detonar dos veces. Las balas se alojaron en la cabeza de Christine y murió; su novio salió corriendo buscando ayuda.
Bajo estas circunstancias el detective Joe Coffey inició la investigación y descubrió que ese asesinato coincidía con los anteriores, entonces supo que se enfrentaba a un psicópata con un revólver calibre 44. El 8 de marzo, una joven llamada Virginia Voskerichian retornaba de clases en la noche, cuando el hombre le apuntó en la cara. Ella se cubrió con sus libros pero eso no fue suficiente y falleció. Una persona presenció el hecho y cuando el asesino pasó frente a él solo le dijo “buenas noches”.
Empezó a dejar huellas
Berkowitz no apareció hasta el 17 de abril. En esa ocasión atacó a Valentina Surani y su pareja Alexander Esau. Los dos se besaban dentro de su vehículo y él los sorprendió con dos tiros. Ambos fallecieron.
Las evidencias apuntaban hacia el mismo asesino, pero esta vez había dejado una carta en la que se autonombraba “El Hijo de Sam” (Son of Sam) sin dar más detalles.
El documento estaba dirigido hacia el capitán Joseph Borrelli, quien también era integrante del grupo que le seguía los pasos, llamado “Omega”.
Más tarde envió otra carta al periódico que le daba seguimiento al caso, New York Daily News, para agradecerle por su “atención” y prometerle que tendrían más noticias de él.
Tener poca suerte con las mujeres fue alimentando el odio de David Berkowitz contra ellas.
En prisión fue degollado pero sobrevivió y tiene una cicatriz de 56 puntos en el cuello.Dos meses después, el 26 de junio, Judith Placido y su amigo Salvatore Lupo se sumaron a la lista cuando salían de una discoteca de Queens. En las calles no había gente por las madrugadas debido al temor que había sembrado el “Hijo de Sam”. Las víctimas solo oyeron pasos y disparos, pero corrieron con suerte. Solo resultaron heridos.
Un nuevo incidente se registró el 31 de julio; esta vez Stacy Moskowitz y su novio Bobby Violante fueron los afectados. Regresaban en auto tras ver una película y se detuvieron junto a un parque por iniciativa de Bobby, quien convenció a Stacy para caminar un momento.
Ella no parecía muy convencida así que subieron enseguida al carro, acto seguido surgió Berkowitz. Bobby recibió dos disparos en la cara y Stacy uno en la cabeza.
La joven pereció y Bobby perdió el ojo izquierdo. Solo lograron salvarle el 20 por ciento de la visibilidad en el derecho. Ese fue el último ataque ya que un testigo logró identificar al agresor cuando huía del sitio.
La detención del criminal
El 10 de agosto de 1977 la policía reunió pruebas suficientes para detener al psicópata, quien a las 19:30 salió del edificio donde vivía con una bolsa de papel en la mano. Cuando se acercó a un auto le ordenaron detenerse. Un oficial preguntó: “Ahora que te tengo, dime, ¿a quién tengo?”. A lo que él respondió: “Tú sabes, soy el hijo de Sam, David Berkowitz”.
Al rendir su versión confesó todos sus crímenes, pero luego trató de alegar locura aseverando que escuchaba la voz de un demonio de 6.000 años reencarnado en “Sam”, el perro de su vecino, el cual, según él, le daba órdenes de matar.
Los psiquiatras lo calificaron como esquizofrénico paranoide de personalidad antisocial. Berkowitz fue declarado culpable y condenado a 365 años en una cárcel de máxima seguridad.
Ya tras las rejas reveló haber formado parte de un culto satánico relacionado con Charles Manson (otro asesino peligroso) y aseguró que sus crímenes los cometió con varios tiradores que empleaban un arma del mismo calibre. “En 1975 conocí a unos tipos que parecían simpáticos, eran satanistas, ingenuamente me uní al grupo y empecé asistiendo a los rituales. Al principio no era más que un simple participante, pero muy pronto me convertí en un verdadero adorador del Diablo”, dijo.
En prisión fue degollado por otros internos, pero sobrevivió y tiene una cicatriz de 56 puntos en el cuello. Tras 10 años de condena Berkowitz sufrió un supuesto cambio radical que lo llevó a pedir perdón por su conducta y a practicar el Cristianismo de tal forma que actualmente ejerce el rol de guía espiritual.