“Mientras siga ese poder fáctico (Policía), ningún presidente va a poder”
Pedro Restrepo es un hombre enormemente sensible, afable y generoso. Con todos sus defectos, es hoy por hoy un símbolo histórico para el Ecuador. Esta semana, el 8 de enero, se cumplieron 25 años de la desaparición de sus hijos. Este diálogo está motivado como un homenaje, pese al profundo dolor de él y toda su familia.
Aquí se habla también del impacto que ha tenido el documental “Con mi corazón en Yambo”, que amplió y expresó con fuerza la realidad de este lamentable hecho.
Durante la entrevista, Pedro Restrepo confesó que han aparecido nuevas fotos de sus hijos, que estaban en manos de uno de sus amigos, el “Pollo”. Y ojalá las podamos reproducir en algún momento.
Aquí no caben ni formalismos ni nada que se parezca, se trata solo de mostrar cómo una lucha, fraguada en el dolor y la angustia, de esperanza y desesperanza, puede marcar la historia por encima de toda consideración mediática y política. La realidad es que han pasado 25 años y nadie en la Policía Nacional quiere hacerse cargo de lo que ocurrió con esos dos jóvenes. Han intentado dar muestras de perdón o disculpas, pero no se aclara dónde están los cuerpos.
Ahora, el diálogo estuvo atravesado de lágrimas y unos ahogos indescriptibles para una edición impresa de periódico. Muchas lágrimas en todos estos 25 años no son suficientes para describir todo el dolor que invade a todos quienes, de un modo u otro, hemos participado, con esta familia, de esta lucha por descubrir a los culpables de este crimen de lesa humanidad.
Esta entrevista se hizo en principio para el programa La Conversa Pública, de la radio pública capitalina Distrito FM. La reproducimos aquí por el hondo sentido humano que contiene y como un aporte para la reflexión colectiva, de un acontecimiento que solo se cerrará cuando se sepa toda la verdad.
¿Cómo han pasado en su vida estos 25 años?
Realmente si se pone uno a hacer un balance, de pronto son 25 años. Parece que fue ayer, pero resulta que es un cuarto de siglo. Han pasado muchas cosas. Uno ha sentido mucho dolor por esa desaparición, por ese impacto tan grande: impotencia, frustraciones, decepciones y todo tipo de cosas que afectan la moral. Pero también entró en juego una decisión de familia al hacer esta denuncia y de hacer esta lucha contra el poder. De todos modos se ha avanzado, muchos aspectos han ido clarificando el caso. Ha habido muchos momentos de euforia, porque se han conseguido metas que muchas veces no creíamos alcanzar.
Si no hubiese ocurrido el caso de Santiago y Andrés, quizás todo lo que pasó en el período de León Febres-Cordero no se habría denunciado y hasta es posible que hubiese quedado olvidado...
Desde luego es muy difícil hablar de lo que pudo haber sido, es algo así como predecir el futuro. Es probable que este crimen tan atroz del secuestro, tortura, asesinato y desaparición de dos niños y una familia que se decidió a no quedarse callada y hacer todo lo que tenga que hacer, jugándosela para denunciar no solamente a una institución sino a un régimen, despertó hechos que eran conocidos por unas personas y por otras no.
¿Quiénes habrían sido Santiago y Andrés en el año 2013? Usted los vio nacer y los “amamantó”, en el mejor sentido de la palabra, con estímulos, con sus ideas con sus sensibilidades.
Para nosotros siempre la prioridad fue el estudio de los hijos y una preocupación constante de parte nuestra. Carlos Santiago tenía 17 años y ya estaba en primer año de Medicina, que fue una profesión que comenzó a estudiarla, no porque le hubiéramos dicho. Parece que tenía habilidades, le gustaba, pues en el colegio estudió la parte de ciencias. Ya llevaba unos seis meses en la facultad y estaba muy contento. Tengo imágenes con él conversando con un hueso, explicando allí una cantidad de nombres de músculos que estaban allí. Eso me dejó impresionado. El muchacho aspiraba a especializarse en cardiología.
En cuanto al otro chico, en esa época también ya estaba la cuestión de las computadoras. Era inquieto en eso porque en el barrio recién un amigo de ellos tenía una. Entonces el niño estaba muy interesado y le gustaba mucho, y parece que se inclinaba por allí. Por ello no es difícil deducir que pudieron haber sido. Tenían todo mi apoyo y el de mi esposa, el uno como ingeniero informático y el otro como médico cardiólogo.
Le quiero confesar algo: cuando veo el documental “Mi corazón en Yambo”, de María Fernanda (Restrepo), me pregunto por qué se ensañaron con esto, qué hubo en esas mentes, en los corazones de los policías que hicieron eso... Ya ni siquiera cuestionamos lo que hace un Estado sino esos seres humanos concretos...
Las personas que hicieron esto no podemos catalogarlas como seres humanos o seres con algo de piedad y conciencia. A lo mejor la psicología los podrá catalogar como seres humanos o como personas. Está comprobado que hay una parte animal en los seres humanos (de todas maneras evolucionamos), mientras que algunos animales se ensañan, matan para sobrevivir y es el instinto. Eso es difícil de explicar, pero si lo hacemos a través de la política y del poder son personas entrenadas para no tener ningún escrúpulo, simplemente para obedecer órdenes. También se ha probado científicamente que el torturador tiene un cierto grado de convicción y hasta estímulos sexuales infringiendo dolor a otros, también con complejos, se creen superiores al tener el poder.
¿Hay perdón para esto? ¿Cómo concibe el perdón frente a esto, si es que lo hay?
Juan Pablo II, que fue un papa muy inteligente de la Iglesia católica, que tiene un pasado muy cuestionable en muchos aspectos y muchas cosas que no quisiera que se contara de ella, instituyó este sentido de pedir perdón. Eso la gente lo vio como un acto magnánimo. Con eso creó un precedente: de allí en adelante cuánto ladrón, asesino, dictador y demás pidieron perdón. Entonces, en Colombia, un paramilitar, que en su historial tiene más de 1.500 asesinatos, pide perdón a la familia y ya cree que hay que perdonarlo. Esas cosas no tienen perdón y tienen que ser señaladas siempre, para que no vuelvan a suceder.
¿Cómo vivió y sintió el documental realizado por su hija al verlo por primera vez?
Siempre hubo la propuesta de cineastas ecuatorianos, colombianos y de otras partes de hacer una película, un documental o alguna cuestión relativa a la lucha nuestra. Martha (su actual esposa), que es periodista con mucho criterio, dijo que un documental de la familia tiene que salir de la misma familia. María Fernanda (hija) ya en esa época estudiaba comunicación y de pronto se fue a especializar en Barcelona (España) en documentales y precisamente en audiovisuales. Entonces, Martha dijo: o lo hace María Fernanda, de su propia iniciativa, y si no, lo hago. El hecho es que un día fui al cuarto de ella (de su hija) y de pronto veo una carpeta. Me da por abrirla y observo que era una especie de guión relativo al caso.
¿Estaba trabajando sola en eso?
Sí. Leí la primera página y no seguí por respeto a lo que es privado, más si es de mi familia. Algo le comenté a Martha y le dije: “Mira, parece que esta muchacha (María Fernanda) está en eso”. Me dijo: “Qué bueno”.
¿Y eso cuándo fue?
Hace seis años atrás. Y bueno, cuando de pronto ella (María Fernanda) empezó a decir que necesita ver archivos de audio y video, porque nosotros todo lo que salía en la televisión y demás programas, entrevistas, todo lo grabamos.
Porque era necesario documentar para poder reclamar y exigir justicia...
Exacto, y todo eso ayudó. Empezó a ver eso y de pronto ella empezó a entrevistar gente y a ver el archivo de la Presidencia (de la República) de anteriores gobiernos. De pronto dijo: “Papá, necesito entrevistarlo”. Y me hizo como 15 horas de entrevista. Luego ya vimos que estaba realmente en forma y que estaba haciendo la cosa, pero no mostró el guión ni nada. El hecho es que el documental se estrenó en 2011. Dijo: “Ya tengo aquí una primera muestra, una versión de tres horas y media, necesito que la veamos porque quiero ver si hay algo que no es preciso en hechos, en circunstancias, en diálogos y en datos”.
¿Esa primera muestra la vieron entonces usted, su esposa (Martha) y María Fernanda?
Exactamente, vimos juntos esas tres horas y media de la primera muestra y desde ese instante nos causó un impacto: era un trabajo maravilloso y bueno. Se nos fueron las lágrimas, pero también fuimos tomando nota de lo que había que cambiar. Después María Fernanda lo dejó en dos horas y 20 minutos. De allí lo hemos visto con Martha unas 25 veces y uno sigue emocionándose, cada vez me afecta más, no puedo dejar de llorar, y a lo último ver la reacción de la gente es impresionante, hermosa. Ha sido de lo mejor que nos ha pasado en esta tragedia.
En Ecuador se denuncia que hay un terrorismo de Estado. Incluso se señala que los 10 chicos de Luluncoto son tratados como en su momento lo fueron los luchadores populares en la época de León Febres-Cordero. ¿Es posible comparar esa época con la actual?
No, ¡cómo se les ocurre! Ni siquiera en formación académica, ni siquiera en formación humanista, puede compararse a Rafael Correa con León Febres-Cordero, y peor que haya terrorismo de Estado. Estoy de acuerdo y creo que es una exageración hablar o acusar a unos muchachos (los del caso de Luluncoto) que están allí con su ideología y su ilusión de cambiar el mundo, y que crean que hay que cambiarlo desde la manera que se creía que había que cambiarlo antes, pero de allí a decir que los chicos son terroristas sin ninguna prueba efectiva, no creo, porque un terrorista es el que pone una bomba y hace explotar, luego se le comprueba aquello y que es terrorista. Yo creo que la figura jurídica me parece bárbara, grave y exagerada.
¿Cuán simbólica es la Plaza Grande todavía para usted como padre de los hermanos Restrepo?
La Plaza Grande y la salida de nosotros los miércoles a ese lugar durante unos 19 años o más, es el símbolo de esa lucha, es como el emblema, la fuerza, el aire de esta lucha. En el documental Martha lo dice muy claramente que para nosotros la salida a la Plaza Grande era insuflar aire, era respirar. Las cuestiones con el poder son tremendas, porque se tocan puertas y no te abren. Pero entonces nosotros íbamos a esa plaza y de pronto la gente se iba sumando y se unían a las consignas, lo cual como que nos daba otra vez ánimo para decir, “bueno, hay que seguir, porque no hay respuesta, no hay claridad, nadie quiere hacer nada”. Además, eso fue lo que visibilizó el caso y por ello han pasado 25 años y seguimos hablando de él. Entonces fue la forma de que la gente, la sociedad, editorialistas, periodistas y las personas en general se enteraran y se vaya creando una indignación, que fue forzando a los gobiernos que siempre fueron reacios a hacer algo.
En el documental hay un niño que habla con usted en la Plaza Grande y le pregunta por qué está allí. Es una de las escenas más conmovedoras, con un niño que a lo mejor en este momento ya tendrá más edad y que se sorprendió de ver lo que usted estaba haciendo. ¿Quién es ese niño? ¿Lo ha vuelto a ver?
Sí, realmente el documental tiene unas cosas muy lindas. Mucha gente puede creer que eso fue actuado. Inclusive un cineasta de acá preguntó dónde podría localizar a ese niño porque es muy buen actor. La Plaza Grande también fue un sitio de diálogo, por donde mucha gente pasaba y se quedaba allí, adultos, viejos, jóvenes, mujeres y niños de todo tipo. Y lo de este niño es una hermosa coincidencia. Estábamos en la Plaza Grande y María Fernanda empezó a tomar imágenes. Yo estaba sentado, pues tenía muchos problemas con mi artrosis y estaba recién operado, estaba hecho “leña” en la salud por estar tanto tiempo parado. Me llevan un banquito para mí y el niño se acerca espontáneamente a preguntar y entablamos un diálogo. Yo no tenía idea ni siquiera de que me estaban grabando en ese momento. Resultó una cosa hermosa de un niño que se extraña, pero que pregunta y espera esa frase que dice “debe ser muy duro perder un hijo”, lo dice un niño con su pelota.
Un niño humilde, además...
Sí, mucho, mucho. Ese niño allí se enteró a lo mejor de la palabra desaparecidos y Policía.
¿No ha vuelto a ver a ese niño?
No, pero esa plaza fue muy importante en todo sentido, porque la gente entendió muchas cosas.
El documental, además, abrió los ojos a mucha gente, algunas se han sensibilizado cuando antes eran indiferentes, escépticas de muchas cosas, saliendo del cine cambió algo en su mente y en su corazón. De hecho, tengo testimonios que han dicho “no pensé que era tan grave como parecía”, “pensé que era más una disputa política, una parte de la propaganda izquierdista que siempre hay”. Y este es el logro del documental. Sin embargo, en el desarrollo del documental usted confiesa una circunstancia difícil: le cuenta a su hija que va a dejar de beber, ¿cómo afrontó esa situación tan difícil?
La gente siempre habla y dice “usted cómo ha hecho, usted es de roble, es de hierro”. Yo me hubiera enloquecido, y eso no podía hacerlo, pero soy un ser humano con sus falencias y con sus cosas. Ante semejante tragedia y en la responsabilidad mía, tenía que seguir manteniendo esa familia. De hecho, ya había tenido que dejar muchas actividades y necesitaba dinero. Entonces también hubo una serie de preocupaciones. Y la frustración de que nada pasaba (en las investigaciones), entonces en un momento dado de debilidad y pesimismo, empecé a tomar.
¿Y qué lo llevó a dejar la bebida?
Me superé. La lucha. O sea de pronto las caras de los niños me decían: “carajo, tienes que pararte”, y bueno, dejaba la cosa y seguía. Pero allí hay una parte muy real que fue cuando yo digo la importancia que tiene Martha Cecilia en mi vida, no solamente en toda la lucha sino como esposa. Cuando ella veía que también tenía ese problema de estar tomando, mucho antes de casarnos, me dijo: “Hombre, que María Fernanda quería tener papá por más rato”. Entonces eso me invitó a reflexionar y cortar eso de raíz. Eso pasó en el año 1994. Además, esa crisis fue después de la muerte de Luz Elena, o sea una cosa con otra, fue una cosa muy complicada.
Debemos estar de acuerdo que gracias a la lucha de ustedes, a su tenacidad y fortaleza, también se frenó el nivel de violencia en Ecuador. Algunos fuimos torturados, como en mi caso, alrededor de 72 horas, pero nada se dijo, ni se denunció, ni la prensa hizo tanto alarde como hace ahora de una supuesta violencia estatal. Los jóvenes que tienen menos de 30 años ni se imaginan lo que fue eso. Cuando ven el documental se encuentran que el país también fue así, con esas atrocidades. Le hago esta larga introducción para preguntarle, ¿qué responsabilidad han tenido los presidentes de la República que han pasado para que no se descubra dónde están los cuerpos de Santiago y Andrés?
Ante todo quiero hacer énfasis en una cosa, y es hablar de la gente joven que ve el documental. ¡Es impresionante! Yo podría decir que el 60% que ve el filme es de jóvenes de todas las edades, quizá de 9 a 25 años. El impacto que ha tenido en ellos es increíble. El documental se presenta en colegios, universidades, incluidos muchos foros. Los muchachos y muchachas quedan impactados, conmovidos y motivados. Entonces eso es lo importante, porque estos son derechos humanos y son dos vidas. Indudablemente, en el caso nuestro, la voluntad política del poder civil, de descubrirlo, castigarlo, de perseguirlo a los autores, que son miembros de la Policía, es lo peor que ha pasado. Hasta Rafael Correa hemos tenido nueve presidentes, pero antes de él jamás ninguno de ellos tuvo siquiera la gentileza, ni por cálculo político, de decir vengan acá, los recibo, pasen un cuarto de hora.
¿Ninguno de esos presidentes?
Ninguno. Eso sí, bombas (lacrimógenas), cualquier cantidad; amenazas, cualquier cantidad; hostilidad, cualquier cantidad; dos años de haber bloqueado nuestra entrada a la Plaza Grande por “el viejo Sixto”, lo más estúpido, pero allí estuvo la represión. Esas cosas pasaron allí.
De pronto la apertura que hizo (Rodrigo) Borja fue por la presión de esa Plaza Grande, por la presión de algunos medios de comunicación.
Entonces hubo siempre esa negligencia, ese quemeimportismo, o ese miedo más bien, digo yo, porque la Policía es un poder fáctico.
Y ahora con el presidente Rafael Correa, que es el único que ha tenido voluntad política y corazón, porque en 2007, ya siendo presidente, pero antes de posesionarse, ya me estaba enviando a mí un funcionario que iba a ser del Ministerio del Interior para ir preparando el rastreo en la laguna de Yambo, rastreo que había sido una obligación del Estado desde el año 1998.
Allí ha pasado cualquier cantidad de presidentes, de procuradores y todo lo que usted quiera, pero nunca han querido afrontar responsablemente un hecho público.
Esto se ha jugado, se hizo el rastreo en Yambo, se creó la Comisión de la Verdad, se han desclasificado documentos, otra nueva comisión y (pago) recompensas que ha hecho, pero sigue el poder de la Policía, y allí ni Rafael Correa ha podido exigir.
Es más, y esto fue información del mismo Ministerio del Interior, en la recompensa que pusieron de 200 mil dólares el año pasado, la gente llamaba, pero todas las llamadas eran interceptadas por la Policía, y de allí se dieron cuenta que no pueden penetrar. Es un poder fáctico, y mientras ese poder fáctico siga, ningún presidente va a poder.
¿Cuándo se reunieron por primera vez con Rafael Correa?
Primero que todo cuando conmemoramos los 20 años (de la desaparición de Santiago y Andrés), el 5 de enero que hicimos un gran festival, como lo hacíamos cada año, mandó a esta persona y ya estaba trabajando en uno de los puntos básicos del convenio con la Organización de Estados Americanos (OEA), que era el rastreo en Yambo.
Entonces, me acuerdo que en esa época estaba de ministro de Justicia Gustavo Jalkh y de pronto estábamos en el festival (por el aniversario) y vino él, yo ni lo conocía, y dijo: “Yo soy Ministro de Justicia y el Presidente dice que él quisiera pasar a saludarlo y a darle todo el apoyo”.
Por lo que yo expresé: ¿El Presidente quiere venir acá? Si antes, tras cantidad de ochos de enero, con Borja, por ejemplo, estando de ministro de Gobierno el enano Verduga casi nos matan allí; se robaron los cuadros, nos dieron palo, bombas, incluso una incendiaria y de todo. Entonces cuando dijo que el presidente Correa quiere venir le contesté: “Encantado, que venga”, y él estuvo allí, en donde ofreció toda la apertura como el rastreo de Yambo y todo lo que se tenga que hacer, ya con la Comisión de la Verdad que inicialmente yo no estaba designado, pero él exigió y dijo “Pedro Restrepo tiene que estar allí”, y no porque yo le haya dicho algo.
¿Hasta cuándo aguardará saber dónde están los cadáveres de sus dos hijos?
Es una decisión de familia desde hace 25 años, que esto es una lucha que comenzó y no se sabe cuándo se irá a terminar, pero que el objetivo es encontrarlos y encontrar también la verdad. La prioridad son los niños.