Malvenido difamador
El editorial presentado por Martín Santivañez en la página de opinión de El Correo, parece ser un puñado de letras expelidas desde algún órgano ventral. La acidez con la que las escribe, lo delata.
El escritor, si lo llamamos así por considerar solamente su capacidad de dibujar palabras, redacta en un periódico sin el menor reparo en la ética. En un espacio en el que sus lectores esperarían insumos para abrir un debate inteligente, lo malbarata para denostar y descalificar a todo un pueblo que, representado por el Presidente Correa, ha consolidado los lazos de hermandad y respeto para sus similares peruanos. Y hablo de una ética ausente (pese a que el susodicho es miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas) porque en sus viscerales reflexiones ataca burdamente a los líderes regionales de una corriente progresista, que abraza a América Latina, sin exhibir argumento, por más escuálido que sea, del por qué los señala como tiranos, dinosaurios o engendros. Es decir, al menos muestre un atisbo de honestidad, el ingrediente básico y necesario en una buena práctica periodística.
Correa ni es dictador ni merece la sórdida bienvenida de éste diario.
La opinión, y la libertad de expresarla incondicionalmente, es uno de los más preciados derechos humanos. Pero su ejercicio pleno demanda responsabilidad anterior y posterior. Una opinión amplificada a través de un medio de comunicación debería ser validada en hechos y no en supuestos. Debería originarse en información de calidad y no en versiones amputadas de la realidad.
Sin embargo, “el debería”, descrito arriba, guarda la misma distancia que separa a la razón de la violencia y el periódico aparentemente yace en ésta última orilla. Así lo evidencia en la publicación de una página completa, avasalladora e intimidante, que el sentido común advierte de una indecente campaña, que nada tiene de solidaria con la gente o con una supuesta defensa de libertades. “Repudio a Correa” “Correa, persona non grata para la prensa”. Si es de esta prensa, el epíteto constituye entonces, una honrosa condecoración.
Los espasmos autoritarios y la depredación del periodismo responsable y libre, frases utilizadas en la versión pervertida de un editorial, podrían calzárselo a medida al mismo autor. La colección de adjetivos inexactos e improbables expuestos por el “editorialista” son las aberraciones del periodismo. La responsabilidad social y el debate legítimo de los temas que interesan a una sociedad no están por estos senderos.
Si un periódico quiere hacer política partidista es digno decirlo de frente y despojarse del disfraz informativo.
Los lectores merecen la verdad.
Texto Tomado del Blog del
Secretario de Comunicación, Fernando Alvarado