Mahuad prometió las 7 armonías y causó un millón de emigrantes
El derrocamiento de Abdalá Bucaram, que asumió la Presidencia en agosto de 1996, produjo un cambio en el calendario electoral. En ese contexto los ecuatorianos fueron convocados a elecciones generales en 1998.
La primera etapa de este proceso, realizada el 31 de mayo, en la cual participaron nueve binomios, estuvo marcada por dos hechos: la candidatura presidencial, por primera vez, de dos mujeres: la ex vicepresidenta Rosalía Arteaga, por el Movimiento Independiente para una República Unida (MIRA), y María Eugenia Lima, candidata del Movimiento Popular Democrático; y la decisión del PRE de juntar a Álvaro Noboa y Alfredo Castillo, en una mezcla sui géneris: el primero, heredero de la mayor fortuna del país; y el otro, un reconocido militante de la izquierda.
En el Legislativo, el número de diputados aumentó a 121, mientras que la mayor cantidad de escaños se los repartió entre cuatro partidos: Democracia Popular-Unión Demócrata Cristiana alcanzó 32, el Partido Social Cristiano ganó 26, el Partido Roldosista Ecuatoriano obtuvo 24 y la Izquierda Democrática logró 16.
Por otra parte, el número de mujeres en el Congreso subió a 15. En la segunda vuelta electoral, roldosistas y democratapopulares se enfrentaron en una lucha que fue ganada por Mahuad y Noboa, con un estrecho margen de apenas 3 puntos de diferencia. El ausentismo fue del 32%.
En estos comicios el binomio Noboa-Castillo se impuso en la cuatro provincias costeñas, mientras que Mahuad-Noboa triunfaron en la mayoría de provincias de la Sierra y de la Amazonía.
Una vez en el poder, Mahuad, el candidato que se había promocionado durante la campaña como el hombre qué sabía qué hacer y cómo hacerlo, no pudo con el reto y tomó medidas que provocaron, en 1999, la mayor crisis social, política y económica. Un levantamiento popular lo expulsó del cargo antes de cumplir los dos años.
EL CASTILLO DE NAIPES BANCARIO CAYÓ...Y TODO LO DEMÁS CON ÉL
El “boom” de los bancos privados en la década del 90 los revestía, sin duda, de “legitimidad” para influenciar en las decisiones de los Gobiernos.
En el régimen de Jamil Mahuad ese influjo alcanzó su clímax y las consecuencias fueron devastadoras, no solo para el régimen de la DP, sino para todo el pueblo ecuatoriano