Acuerdo con la DP, origen de la debacle de la ID
La alianza que firmó la Izquierda Democrática (ID), liderada por Rodrigo Borja, con la Democracia Popular (DP), encabezada por Osvaldo Hurtado, fue una de las que ayudó a que el primero alcanzara la presidencia de la República y mantuviera la gobernabilidad en el período 1988-1992.
Para los ex fundadores y dirigentes del “partido naranja” esa decisión fue el inicio de la debacle, que 42 años después amenaza destruir a la agrupación.
Gracias al pacto ID-DP se nombró a los presidente y vicepresidente del Congreso, así como de los desaparecidos Tribunal Supremo Electoral (TSE) y Corte Suprema de Justicia (CSJ). Luis Jarrín califica como una “falla” el hecho de que la ID haya cedido el manejo económico a la DP, entre ellos el Ministerio de Industrias, en el que estuvo al frente Juan José Pons, que era parte de la Unión Demócrata Cristiana.
También se entregó el Banco Central y el Ministerio de Finanzas. “Ellos no supieron estar a la altura con los mandatos de la ID”, asegura Jarrín.
Marco Morillo, quien fue presidente de la ID en Pichincha, cuenta que la alianza con la Democracia Popular se realizó en el ejercicio del poder “porque necesitábamos sumar votos en el Congreso Nacional”. Ahora reconoce que “la DP, con seis votos, se llevó medio gobierno en el ejercicio económico y eso nos debilitó mucho de 1988 a 1990”.
Indica que en medio período esa tendencia se alejó y “sucedió lo que sucedió con los ministros y tuvimos que gobernar solos”. Se refiere a los juicios que enfrentaron siete ministros en el entonces Congreso Nacional; algunos fueron declarados culpables, censurados y destituidos de sus funciones.
Entre los impugnados estuvieron Diego Tamariz, de Energía; Andrés Vallejo, de Gobierno; Juan Neira, de Transporte y Comunicaciones; Alfredo Vera, de Educación; Oscar Garzón, de Energía; y Jorge Gallardo, de Finanzas.
Neira sostiene que la alianza con la DP contribuyó a que se genere un ambiente de estabilidad y de gobernabilidad. A pesar de que enfrentó un juicio en el Congreso, afirma que luego del gobierno ninguno huyó del país.
Pero Morillo considera que el pacto dejó la imagen de que “la ID hace lo mismo que los otros partidos, la gente nos vio inmiscuidos en la partidocracia y no supimos salir a defender esa posición, hubo debilitamiento de conceptos y no demostramos al país que nosotros no estuvimos en la partidocracia”.
Álvaro Bermeo, otro de los fundadores del partido, comparte el criterio y piensa que una de las principales fallas fue que ciertos dirigentes se apartaron de los principios ideológicos. Además habla de la influencia que llegaron a tener ciertos personajes que ingresaron al partido “sin ninguna identificación ideológica”.
Señala que la ID triunfó en 1988 en el país y alcanzó por sí sola la mayoría legislativa en el Congreso, sin embargo, cedió la presidencia del mismo a Wilfrido Lucero, de la DP.
Morillo considera que quien pagó el alto costo en esa alianza fue la ID. “Cuando Borja solicitó el voto nuevamente, la gente ya no lo apoyó. En el ejercicio del poder se demostró cómo se debe gobernar en democracia, por los derechos”.
La última vez que Borja pugnó por la presidencia fue en 2002. Según Neira, el partido lo presionó frente al fracaso de los gobiernos que le sucedieron. Triunfó Lucio Gutiérrez y “el país y todo el mundo se jugó una suerte de novelería y luego vivimos las consecuencias”. Sobre ese gobierno sostiene que ganó la “inexperiencia a la experiencia y la seguridad de un buen gobernante. Asumimos la derrota y el país perdió”, añadió.
En sus inicios, la Democracia Popular se llamó Democracia Cristiana y Morillo cuenta que el giro no lo advirtieron antes de vincularse a la tendencia. Pero ahora acepta que “definitivamente hubo una equivocación en los análisis de los conceptos, nosotros considerábamos que los postulados eran en beneficio de las grandes mayorías y no de la derecha”. Agrega que “la DP giró hacia la derecha, dando prioridad a sus necesidades particulares y no al planteamiento de centroizquierda de la ID, ahora encontramos a la DP con los sectores de la derecha”.
Luis Jarrín, uno de los fundadores del partido, es enfático y narra que el distanciamiento con ellos se dio cuando no cedieron a las pretensiones de la DP, que era “una teoría de derecha moderna y nos tiraron abajo los ministros en el Congreso... por buena suerte la gente confiaba en Borja, que era democrático”.
Para Neira, más bien, la debacle del “partido naranja” se inicia cuando Borja anunció su retiro de la vida política “siendo el líder de todos los tiempos”. “No se formaron los liderazgos internos para asumir el reto de llevar el partido adelante. Alejado Borja de la política, otros líderes del partido empezaron a alejarse y el partido se vino para abajo”, reflexiona.
Expresa que la salida del máximo líder marcó un antes y un después. “Naturalmente generaron legítimas aspiraciones de algunos compañeros del partido que en algunos casos, en forma desmesurada, buscando una proyección personal”, recuerda. Por ello, agrega, los problemas llegaron por ambiciones personales de grupos que no tenían cimentada la estructura e ideología de la ID.
Pero, ¿qué ganó la ID en estos 42 años? Morillo considera que ganó presencia nacional e internacional como un partido organizado con tendencia socialista democrática “que luchó por las clases populares, sin ser un partido populista”. Además considera que obtuvo prestigio de ser un partido transparente, honesto, “que no cayó en la partidocracia, pero que luego estuvimos envueltos en una sola vorágine, que -lamentablemente- no tuvimos la culpa”.
Para Neira, la ID fue “estabilizador de la economía, respetuoso de las libertades ciudadana”, desde que el país volvió a la etapa democrática. Para él, por esa razón, “los organismos de crédito internacional, viendo la confianza en el país, y sabiendo de que había seguridad jurídica ofrecieron créditos”.