Vecinos de bosque El Paraíso piden que área sea protegida
A Luis Alberto Gómez le dicen el “Puma”, tiene 68 años y es la única persona que diariamente cuida el Bosque Protector Cerro Paraíso.
Este bosque seco, atractivo de la naturaleza, fue declarado área protegida a través del Acuerdo Ministerial número 192, por petición de sus propietarios en 1992.
María Auxiliadora Jácome, directora Provincial del Ministerio del Ambiente (MAE), explica que este bosque pertenece a una administración privada y en consecuencia la institución pública para la que trabaja no puede intervenir en el cuidado del espacio.
“El Colegio Javier y la Junta de Beneficencia de Guayaquil constan como propietarios de ciertos espacios del bosque; vamos a averiguar quiénes son los dueños restantes de las 418 hectáreas que lo componen”, asegura.
Añade también que las instituciones que solicitaron la declaratoria patrimonial del espacio se comprometieron a cuidarlo cuando firmaron el Acuerdo Ministerial.
Mientras tanto, el bosque seco permanece en silencio y con el único resguardo del “Puma”, quien recorre los senderos construidos, los caminos formados por los árboles y las escaleras secretas cubiertas por maleza en este paraje desolado ubicado al norte de la ciudad.
Un cartel clavado en el suelo indica que se ha llegado al Bosque Seco Protector Paraíso. Debajo del nombre del cerro están escritos los apelativos de dos instituciones ligadas al cuidado de los espacios verdes en la ciudad: Municipio de Guayaquil, con su Dirección de Ambiente, y Ministerio del Ambiente, más el comité formado por los vecinos del sector.
Hay que subir una empinada loma de la ciudadela El Paraíso para llegar al mirador del cerro. Al notar la presencia de los visitantes, el “Puma” baja y se les presenta.
No percibe sueldo alguno, pero cuida el lugar porque allí vive y porque quiere hacerlo. Habita en una pequeña y modesta casa de caña que ha construido en lo alto.
Sin embargo, la tarea de vigilar este lugar fresco y tranquilo no es sencilla; la semana pasada el fuego se prendió y parte de la flora fue consumida por las llamas.
Él vive del salario que percibe realizando trabajos de electricidad y otros arreglos en el sector; en consecuencia, no siempre se queda en el bosque para evitar que los jóvenes no prendan fuego a la hojarasca “para jugar”.
Junto a una gruta de piedra está localizada una cascada de formación natural por las lluvias del invierno. Una caída de agua se mantiene fluyendo sobre las piedras, días después del temporal.
Subiendo la empinada escalera de piedra se llega a un camino sembrado de árboles frutales.
Pese a la tranquilidad y el aire puro que se respira en lo alto del lugar, existen algunos problemas que alejan a los visitantes del sitio, aseguran vecinos y miembros de un grupo cultural que realiza actividades en el bosque. Esto en referencia a que se acumula la basura y la seguridad no está garantizada, pues no hay un guardabosques u otro tipo de cuidado.
Los artistas cuidan el bosque
Los miembros del grupo de teatro de artesanos “Thamé” jugaban con la idea de realizar actividades artísticas y culturales en el cerro, recuerda Mariuxi Ávila.
La actriz vive en el sector y hace cuatro años empezó a organizar con sus amigos mingas de limpieza, almuerzos y campamentos.
En diciembre de 2010 creó, junto al actor y bailarín Julio Huayamave, el grupo Cerros Vivos. La organización se mueve a través de las redes sociales. En el Facebook se los puede encontrar ingresando su nombre en el buscador.
Es así que el 12 de diciembre del año pasado realizaron una actividad que comprendía un concierto y otras presentaciones. “Tenemos amigos en Manabí que trabajaban hace tiempo en el cerro Jaboncillo. El 12, que es el Día de los bosques, todos subimos a la montaña y a los cerros” cuenta.
Con el audio prestado por el Ministerio de Cultura y el trabajo no remunerado de algunos artistas, celebraron a la naturaleza.
Sin embargo, el ministerio reconoció el valor de esta iniciativa y para el año en curso les asignaron fondos que les han permitido realizar otras actividades.
Debajo de la gruta de piedra hay una pared blanca, allí está el mural que los artistas y voluntarios empezaron a pintar el mes pasado. La superficie se llenó de figuras precolombinas, pájaros y diseños de colores que alegran el paisaje. Por ello, el domingo 20 de noviembre se realizará un segundo encuentro para finalizar este trabajo.
El dinero invertido por la institución pública y su ingenio le permitió construir un servicio necesario en el cerro: un baño.
El espacio, edificado con caña, tiene también un fin ecológico, ya que los desechos que allí se depositan, incluido el papel higiénico, son retirados mensualmente y reutilizados como tierra de sembrado.
El baño tiene una capa de aserrín y un sistema que permite reutilizar el material allí depositado. Árboles de caucho y ciruelos crean caminos de sombra en los senderos del paraje desolado.
Ávila, quien afirma que ha visitado la Dirección de Ambiente del cabido, indica que le han dicho que existe un proyecto para crear senderos en el bosque, pero aun no se ha concretado el plan.
Este Diario intentó comunicarse con dicha autoridad ambiental local, pero no fue posible.
“Lo malo es que aquí vienen los malandrines que se suben por el cerro, yo por eso cuando veo a la gente me preocupo de que no les pase nada, no dejo que suban los colegiales, porque después pueden haber problemas”, dice el “Puma”, el único guardia del lugar que adquirió su apodo cuando formaba parte de una institución militar.
Él tiene 40 años viviendo en el lugar y conoce ciertas historias tétricas que han ocurrido allí.
“Había un hombre que venía enternado, iba a la gruta, como que iba a rezar para despistar a la gente y violaba a las chicas que encontraba”, recuerda.
El peligro no solo se ciñe en torno a las figuras humanas, pues la fauna del lugar también se encuentra en riesgo. El “Puma” asegura que en cuarenta años se han producido 9 incendios en el lugar, uno de ellos de gran magnitud.
El fuego volvió al cerro el miércoles 26 del mes pasado, día en que se produjo un incendio y las ramas del bosque seco se prendieron con el fuego.
Esta situación también preocupa a los moradores, ya que compromete la riqueza natural del bosque, aunque recibe la visita de pocos vecinos.
Un sector del cerro ya no tiene árboles, producto de un incendio de hace tres años.
Ávila cuenta que han recibido propuestas de reforestación por parte de empresas privadas, sin embargo ya se han sembrado en el lugar cientos de árboles que nadie se encarga de regar y mueren una vez terminado el proyecto de “responsabilidad social”.
La inseguridad para quienes visitan el cerro es otro de los problemas que afecta. Uno de los vecinos, Tony Moncayo, señala que el lugar tiene fama de peligroso y por eso él ha subido en muy pocas ocasiones.
Jorge García juega diariamente en una de las tres canchas de cemento que hay en el lugar, ha visto personas que suben a consumir droga y que le generan desconfianza.
El mirador, según los vecinos consultados, también es utilizado para consumir estupefacientes, tener relaciones sexuales y una serie de actividades que se suceden en el espacio público.
Mariuxi Jácome, del Ministerio del Ambiente, dice que la cartera de Estado no puede asumir la administración del boque porque se trata de una propiedad privada.
Actualmente la Dirección Provincial del MAE se encuentra realizando los trámites pertinentes para asumir el cuidado del bosque llamado “Bosqueira”, ubicado detrás del Lago de Capeira. “Por incautación, el lugar pertenece al Banco Central, estamos gestionando su administración”, dice. La institución maneja los complejos Parque del Lago, Parque Samanes, Santay, Churute y El Morro.
“Allí tenemos guardaparques que viven en los lugares y los cuidan”. ¿Cuáles son las medidas a tomar cuando un administrador no cuida un bosque protector a su cargo? Jácome dice que los dueños deberían tener un plan de manejo ambiental o de conservación en ejecución. “Para nosotros es muy complejo meternos, es como si estuviera su casa botada, nadie la está ocupando, y nos instalamos” señala.
El MAE realizó una inspección del lugar el 24 de octubre de este año, ya que se solicitó un permiso para construir una nueva ciudadela.
Como el proyecto intersectaba el bosque, no se concedió el certificado ambiental. Jácome dice que los ciudadanos que consideren que este bosque no está siendo bien administrado deben presentar sus denuncias en esta dependencia.
Hasta el cierre de esta edición no se había recibido respuesta de la Junta, y la rectoría del colegio Javier estaba revisando la petición de información de este Diario.