La avenida Francisco de Orellana, ubicada al norte de la ciudad, es una de las más transitadas, sobre todo en los tramos donde están el centro comercial San Marino y el Colegio de Ingenieros Civiles, y desde que iniciaron las lluvias en enero, se ha deteriorado rápidamente.

Al circular por los antes citados sectores, los carros bajos y los de tracción sufren remesones cuando caen en los agujeros que hay en las calles. Es por esta razón que los conductores disminuyen la velocidad y se cambian inesperadamente de carril.   

El resultado de eso es que a las 09:00, 13:00 y 18:00 el tráfico en el sector es más lento que hace tres meses (antes de las lluvias). En cualquiera de esos horarios, trasladarse en automóvil desde el Hilton Colón hasta  San Marino puede llevarse más de 20 minutos.

En la calle Otto Arosemena, en el norte, que une a Urdesa con la avenida Luis Plaza Dañín, el daño es más evidente, que los conductores incluso detienen sus vehículos.

El desprendimiento de capas de la calzada (que supera el medio metro de longitud en varios tramos) contribuye a que se formen largas columnas de carros en sus dos carriles. “Estas obras que hace el Municipio en la calle ya tienen tiempo y no las concluyen”, se queja uno de los choferes que circula por el lugar.

La avenida Quito, una de las arterias principales de la ciudad, que conecta al centro con diversos puntos, presenta daños a la altura del colegio Guayaquil.

Allí el tránsito aumenta por la lenta circulación originada por los baches. Por eso se produce la contaminación por ruido, pues muchos conductores empiezan a pitar para que avancen los automotores.

Otras calles que están dañadas por las lluvias son la 25 de Julio, Baquerizo Moreno y la Perimetral.

Un caso, también grave, es el de los puentes del Complejo de la Unidad Nacional. Dos de sus carriles, en el sentido La Puntilla-Durán, presentan un notable desgaste del asfalto.