Un legado oriental
Guayaquil y El Callao son los puertos del Pacífico que históricamente han recibido a más personas oriundas del Extremo Oriente, pese a que esta inmigración fue una de las más problemáticas en los siglos XIX y XX, por la resistencia de las elites criollas para autorizar el ingreso de ciudadanos chinos.
En el caso del Ecuador, una de las propuestas para traer mano de obra oriental fue presentada por un empresario limeño, en 1862, y recibió la aprobación del presidente Gabriel García Moreno, pero no pudo concretarse por diversos motivos. Se dice que los primeros chinos llegaron hacia 1870, escapando del Perú –donde vivían en condiciones infrahumanas recolectando guano-, y otros se enrolaron en haciendas y plantaciones de la Costa, en el cultivo del arroz, por gestión de terratenientes costeños como Vicente Piedrahíta, quien contrató a esa mano de obra para trabajar en sus fundos de Anasque y Palestina. Posteriormente se levantó una polémica cuyo punto más álgido fue el decreto del presidente Antonio Flores Jijón, en 1889, prohibiendo la entrada de chinos a Ecuador. Sin embargo, en años posteriores, el ingreso de chinos procedentes de los puertos de Manila y Macao fue incontrolable.
A pesar de ello, persistió el temor social, más allá del racismo demostrado, ante todo porque los comerciantes guayaquileños se sintieron amenazados por el talento mercantil de los hijos del “imperio celeste” y las ventajas que les llevaban a sus competidores en el pequeño comercio, donde el consumidor tenía la posibilidad de adquirir productos más accesibles al bolsillo. Así lo atestigua el periodista liberal Manuel de J. Calle, quien en 1911, respondiendo a las críticas de los comerciantes guayaquileños por el comercio chino, decía: “Me declaro defensor del comercio asiático en este puerto. Ahora como todos somos más o menos chinos […] Soy del pueblo, soy pueblo, y salgo mejor librado con ellos que con los comerciantes nacionales siempre en vísperas de quiebra y con precios por las nubes”.
En la “Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República” (1909), sorprende la cantidad de establecimientos comerciales administrados por chinos en Guayaquil: W. León F., San Siong, Kuon San Lon, Man Lee, Kuon On Tay, San Woo, Cam Tong, King Pow, Ku Cap, Kuon Ton On, Lee Chan, León Hing, Man Chong, Sang Lee, Siong Lee, Tay Sing, Wa Hing, Wo On, Ye Siong, Aguí, Akón, Yimsing, etc., dedicados a la importación de artículos de bazar, calzado, juguetes y propietarios de pequeños restaurantes o fondas.
El secreto de la vertiginosa expansión de los chinos, a más de los precios económicos que manejaban, fue el ingenio que demostraron a la hora de introducir un nuevo producto en el mercado. Como dice el historiador Camilo Destruge, en sus fondas “llegaron a monopolizar el negocio de bité apanado, del aló con huevo frito”, introduciendo a los países donde llegaron, servicios innovadores como el préstamo y fiado a domicilio.
Su emprendimiento era tal, que ya para 1920, los chinos aparecían en la galería de los más destacados comerciantes de Guayaquil que publicaba la editorial Prensa Ecuatoriana. Amerita transcribir las elogiosas palabras de Carlos Manuel Noboa, editor de la guía “América Libre”, respecto a la importancia del capital comercial chino en la economía portuaria: “Numeroso e importante es en Guayaquil el Comercio chino dedicado a la importación de telas, artículos de moda, objetos de fantasía, perfumes, adornos y especialidades de China y Japón […] la Colonia sigue siendo un poderoso grupo de activos comerciantes, repartidos en toda la Costa ecuatoriana, perseverantes en el trabajo, dueños de grandes capitales y aptos para toda empresa”.
Y es que, con el paso de los años, los comerciantes chinos se abrieron espacio en las demás ciudades y pueblos de Guayas y otras provincias de la Costa. Hacia 1909, en Yaguachi, Daule y Balzar, los empresarios chinos poseían los mayores capitales en giro y frecuentemente se anunciaban en las publicaciones comerciales de Guayaquil. Y en Naranjito, el comercio estaba ampliamente dominado por los chinos, quienes eran propietarios de tiendas de insumos agrícolas y materiales de construcción, según lo cuenta Francisco Gregorio Coello Sánchez en su monografía “Naranjito histórico”.
Los inmigrantes chinos en Guayaquil y la provincia del Guayas tuvieron que soportar muchos desaires e incomprensiones por la diferencia cultural y el celo de los comerciantes porteños. Sin embargo, su denodado espíritu les llevó a insertarse en la comunidad receptora, sobre todo en la Costa, donde los chinos se adaptaron y trascendieron en múltiples espacios, aportando decisivamente al medio que los acogió. Y el botón de muestra es el chaulafán, sabroso invento chino-ecuatoriano que sólo se prepara aquí, para deleite de exquisitos paladares.