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“Comencé desde que era colegiala dándole clases a mis sobrinos”

“Comencé desde que era colegiala dándole clases a mis sobrinos”
04 de septiembre de 2011 - 00:00

Bastó una sola señal para que  más de 60 alumnos del segundo año de la carrera de Medicina, en la Universidad de Guayaquil, se acogieran a un silencio que solo se quebrantaba cada vez que ella pasaba  su bolígrafo sobre un pequeño trozo de papel que contenía las  4 preguntas escritas a máquina que formarían parte de  la lección escrita.           

Rosa Mora, docente de Bioquímica, a sus más de 60 años, tiene una mirada dulce y un caminar pausado que a cualquiera daría a pensar que es tolerante con ciertas actitudes anarquistas propias de los más jóvenes. Pero estas percepciones son bastante alejadas del rol que Mora asume una vez que cierra la puerta del aula donde le toque dar clases.  

Por costumbre, la docente egresada de la Facultad de Ciencias Médicas, donde trabaja desde 1974, hace evaluaciones semanales para conocer los avances de sus estudiantes. Y solo da 5 minutos para terminar cada una de esas pruebas. “Quien está atento en cada clase y repasa sus apuntes requiere, incluso, de menos tiempo”, afirmó.

La experiencia académica de Mora comenzó mucho antes de  ingresar a la Universidad de Guayaquil, dando clases particulares a familiares y amigos cuando apenas era estudiante de la especialización Químico Biológico, en el colegio Dolores Sucre.

“Siempre me ha gustado enseñar a otras personas y la disciplina me ha acompañado desde niña”. Llegar a abanderada del pabellón de su colegio colocó a la joven Rosita, como era llamada cariñosamente, en la mira tanto de los profesores como de sus compañeras, quienes antes, durante y después de las clases la buscaban, sobre todo, para que los ayudara en la materia de Química.

La carrera de Medicina fue el siguiente paso en su desarrollo académico y, nuevamente, su desempeño llamó la atención de sus maestros.  

Cuando se implantó una reforma que permitió el ingreso masivo de estudiantes en la Universidad de Guayaquil, la joven aspirante a doctora fue considerada, por sus notables calificaciones, para asistir a los profesores titulares.

“Aún continuaba con mi carrera cuando comencé como ayudante de cátedra”, recordó Mora. Debido a su experiencia en el nivel secundario, dar clases a personas de su misma generación no resultó una novedad. Sin embargo, el reto fue mayor. “Es otro ámbito y en principio fue difícil mantener cierto orden durante las clases”.

En esta parte de su vida fue cuando nuevos elementos de la disciplina comenzaron a aparecer. Alternar con sus maestros, desde el colegio, ayudó en la tarea de afinar la pedagogía. “Fue la ventaja de poder estar tan temprano en ambos lados del proceso de aprendizaje”, comentó Mora. “Una se percata, al mismo tiempo, de los errores estudiantiles y docentes”. 

Las técnicas aprendidas también fueron utilizadas cuando llegó el momento de educar a los tres hijos que procreó, dos de los cuales decidieron seguir los pasos de su progenitora, tanto como médico como docente.

“No se puede negar que existe una gran satisfacción al ver cómo las buenas actitudes pueden replicarse, pero para ello son muy necesarias la disciplina y la constancia”, citó Mora. En la primera parte de la maternidad, la maestra de Bioquímica asimiló un nuevo elemento del proceso de  enseñanza: se aprende lo que se ve. “Mis hijos desde muy pequeños notaron mis acciones y la admiración los hizo autoperfeccionarse”.

Mora planea retirarse de la docencia una vez que alcance la edad reglamentaria (70 años). “Tengo la satisfacción de haber cumplido como estudiante y docente”.

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