En la consulta popular, que se realizará el próximo sábado 7 de mayo en el país, las preguntas tienen peso específico y generan más adhesiones que rechazo. Esto se debe a que la campaña para desaprobar la propuesta del Ejecutivo está polarizada en entorno a un par de temas que, supuestamente, afectarían los intereses de grupos económicos incrustados en la comunicación.
Sectores políticos de derecha, organizaciones clasistas y empresarios opuestos al régimen están conscientes de que la mayoría de votantes ya ha elegido por qué votar, debido a que los tiene plenamente identificados.
Sienten que el pueblo les ha perdido el miedo y que, sin una figura nueva con argumentos convincentes para mantener el viejo orden, el descalabro puede ocurrir en los próximos días. Con una perspectiva tan sombría, el cálculo político de otros tiempos les debería sugerir la permanencia semioculta para no hacer el ridículo. Pero se arriman a líderes del voto negativo que se cobijan con la bandera del MPD, partido de extrema izquierda que, de tan radical ha terminado al final de sus desvaríos, unido a la derecha que Jaime Hurtado González, entre otros líderes históricos, juró combatir.
El hecho de que pongan la cara, manos y pies -sobre todo estas extremidades magistralmente utilizadas para agredir a los sectores democráticos de la Universidad, magisterio nacional y una que otra figura partidista- en una contienda en la que ya no tienen “nada qué perder, pero mucho por cobrar”, los condena para siempre.
El nuevo país que se avizora, una vez puestas en orden las reglas que hacían falta, está iluminado por la esperanza que ya empieza a convertirse en futuro para millones de personas olvidadas por los poderes omnímodos. Ojala que la soberbia de los grupos oligárquicos se transforme en templanza y solidaridad hacia quienes explotaron. Sería bueno que su presencia en la misa dominical sirva para expiar los pecados vendidos como derechos históricos.