El lunes cuatro presidentes abordan el diferendo entre Venezuela y Colombia. Y el resultado es un avance pleno para una solución definitiva a favor de los dos pueblos. El martes el Papa Francisco en La Habana cierra su visita, se traslada a EE.UU. y deja sentado el anhelo de paz y reconciliación para las dos naciones. El miércoles, en Cuba, Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño acuerdan un plan para la firma de la paz de modo que se haga plena justicia para todas las víctimas de la guerra. El jueves un tribunal de La Haya se declara apto -por 14 votos a favor y 2 en contra- para abordar la demanda en que Bolivia le pide a Chile (que objetaba la competencia) acceso al mar. En un vértigo inesperado de noticias, nuestra región constituye un polo atractivo alrededor de un principio fundamental que nos diferencia de otras zonas: queremos vivir en paz y para ello actuamos coherente e inteligentemente. Los líderes de nuestra América Latina asumen un rol predominante alrededor de ese principio y lo expresan y aplican en todas sus manifestaciones: políticas y acuerdos internacionales.

No somos partidarios de la guerra y tampoco queremos ser depositarios de los negocios armamentistas de ninguna potencia o empresa multinacional de misiles, fusiles ni explosivos. Nuestra vocación pacífica nos identifica y convoca.

Y aunque suene un poco reiterado, también hemos demostrado que no necesitamos tutelaje alguno para resolver nuestros propios problemas. Sobre todo porque en la fundación de la Unasur y la Celac quedó bien claro que la paz es un patrimonio inalienable de toda nuestra región. Ahora bien, más allá de los resultados -que no siempre satisfacen a todos o con los cuales algunos se sienten incómodos- la verdad es que por fin entramos en una era para acabar con aquellos conflictos producto de injusticias, inequidades y manejos abusivos por parte de gobiernos, empresas y grupos políticos. Cuba y EE.UU. avanzan en la normalización de sus relaciones. Las FARC y el gobierno de Colombia se esfuerzan en acabar con la violencia y el camino trazado descarta a los militaristas. Caracas y Bogotá ya tienen una ruta para definir cómo van a ayudar a los pobladores de sus fronteras sin afectar sus derechos y sin dar cabida a los narcotraficantes, paramilitares y contrabandistas. Chile y Bolivia han iniciado por fin también un camino para resolver en plena paz un diferendo centenario. Por todo ello hay que reconocer nuestras virtudes y valías políticas.

Y no es menos cierto que en todo esto también juega un papel importante Ecuador. No podemos soslayar que su actuación política y diplomática (sobre todo en el diferendo Colombia-Venezuela y la búsqueda de la paz en el vecino país del norte) ha sido vital. Eso, aunque no quieran reconocer ciertos actores políticos, habla bien de su visión política para generar riqueza entre las naciones y no entre unos cuantos guerreristas. (O)