Por mucho tiempo las visitas de las más altas autoridades diplomáticas de EE.UU. constituían una cosa extraña y casi siempre el fin era verificar hasta dónde nuestro país cumplía con cierta conducta fijada desde Washington. Aunque suene raro, así fue.
Por eso algunos medios y analistas no salen de su asombro cuando una funcionaria como la secretaria de Estado adjunta de EE.UU., Roberta Jacobson, nos visita y se habla horizontalmente. Incluso llegan a valorar como si fuese un cambio de posturas y/o hasta una ‘genuflexión’ con la hegemonía política y militar del planeta.
Lo cierto es que, en las actuales circunstancias, Ecuador puede dialogar con cualquier país sin pedir permiso a otro, y mucho menos sin hipotecar principios o tesis fundamentales de su política exterior. Y eso -que le hace bien a toda nación- también debe repercutir en una actitud recíproca. No basta ofrecer con cumplir obligaciones legales (como la extradición de prófugos de la justicia) sino de consolidar políticas de respeto a la autodeterminación.