En momentos en que el debate sobre el cuidado del planeta se está agotando, tras discusiones estériles entre las grandes potencias que prefieren mantener su estilo de vida antes que buscar medidas que garanticen una existencia digna para las futuras generaciones, hoy se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente.
Año tras año, mandatarios de todas las latitudes se reúnen para intentar llegar a consensos mínimos que permitan mitigar los efectos del cambio climático, que hace tiempo dejó de ser una teoría apocalíptica para convertirse en una realidad que golpea a las naciones sin distinción.
Lo cierto es que, a pesar del sinnúmero de convenciones globales sobre el tema, las decisiones tomadas hasta el momento han resultado ineficaces. Pocos son los gobiernos y los organismos que -contra la marea- buscan imponer una justicia ecológica con sus acciones.
Para orgullo de los 14 millones de ecuatorianos, nuestro país es la primera nación que consagra en su Carta Política los derechos de la Madre Tierra. El Ejecutivo, desde el inicio de su gestión, ha venido anunciando el combate a la minería ilegal en territorio nacional. Esmeraldas, Zamora Chinchipe y El Oro son provincias en las que se han montado operativos de control de la actividad; si no se la maneja en forma técnica, producirá un perjuicio ambiental incalculable. Basta constatar cómo el verdor característico de Esmeraldas va desapareciendo por la explotación de la minería ilegal y las sustancias tóxicas derramadas en los afluentes de los que se aprovisionan varias poblaciones de las riveras.
El Gobierno está consciente de que los poderes fácticos intentan desinformar a la ciudadanía para que las medidas a favor del planeta luzcan impopulares, pero, en ocasiones, proteger el medio ambiente es una lucha desigual ante el alcance de perversos intereses. Sin embargo, este escenario no debe ser un motivo que permita desistir del control.
Las futuras generaciones lo agradecerán.