La desaparición del registro de varias organizaciones políticas retoma la discusión del año pasado: si bien la democracia requiere de una presencia activa de ellas también demanda que sean verdaderas estructuras partidistas.
Las pruebas de que esos partidos tradicionales no fueron entidades políticas en toda la extensión de la palabra eran que no tenían militantes, estructuras, jerarquías, procesos internos intensos de capacitación y promoción conectados con la sociedad y no solo con determinados grupos, etc.
“La verdadera agenda política urgente de los partidos pasa
por asumir un compromiso
más profundo con los mandatos de la Constitución...”
Para serlo, ahora, no solo cuenta recoger firmas y luego olvidarse de quienes solicitaron la rúbrica o participar en una elección. Corresponde definitivamente entender de otro modo la misma militancia y el liderazgo, la capacitación y la participación.
Aquellos que añoran los tiempos de la llamada “partidocracia” y sueñan con una izquierda al estilo europeo (que ni es la séptima maravilla ni es un ejemplo válido) deberían aportar al debate lo fundamental: cómo entendemos los partidos políticos en la vida de la gente, desde nuestra cultura y tradiciones, además de imaginar escenarios de verdadera integración en el activismo político; si no, tendremos, como ya pasó en el último proceso electoral, empresas electorales que ni bien termina la campaña se desmontan y solo pagan facturas y/o desprenden afiches.
La verdadera agenda política urgente de los partidos pasa por asumir un compromiso más profundo con los mandatos de la Constitución, las demandas de las nuevas generaciones y la necesidad de construir una democracia inclusiva para eliminar la pobreza. Y a ello también, por qué no, sumar la formación política para eliminar de raíz los peores vicios de la “partidocracia”.