Luego de que Richard Nixon y John F. Kennedy se enfrentaran en el primer debate presidencial televisado en Estados Unidos, los votantes indecisos supieron a quién darle su voto, pero eran tiempos en los que el electorado no contaba con más remedio que observar el encuentro para conocer las propuestas y valorar la solvencia dialéctica de cada uno de los candidatos.
Corría el año 1960 y el mentado y célebre debate, en el que perdió un confiado Nixon que tenía la experiencia de haber ocupado la vicepresidencia, incidió en el voto de los 60 millones de estadounidenses que encendieron su televisor.
Hoy, con la vorágine del internet y de las redes sociales los votantes están al tanto de los planes, la retórica y las andanzas de los candidatos, de modo que antes del encuentro cara a cara entre los aspirantes suelen ya tener un favorito.
Así llegaron Donald Trump y Joe Biden a sus debates, con unos electores que ya pertenecían a sus huestes.
Los debates, entonces, poco o nada podrían incidir en el electorado que se nutre de las redes sociales, aunque sirven para reafirmar su posición. ¡Mi candidato ganó!
Sin embargo, está ese votante indeciso que no vive polarizado y al que poco le importan las redes. A él es a quien, naturalmente, debe servirle el debate, en tal razón y ya en el terreno que nos compete ¿cómo puede el ecuatoriano indeciso decantarse por un candidato cuando debe elegir entre 16 políticos y cuando la herramienta que debería ayudarlo a escoger utiliza un formato que parte a los candidatos en dos grupos de tal modo que pone a los dos con mayores opciones en bandos distintos?
De este modo, con este fraccionamiento ¿cómo pueden los candidatos que pelean el voto interpelarse mutuamente?
Se vislumbraba, pues, bajo esta mecánica, un debate tedioso (fue realizado este 16 de enero de 2021 por el Consejo Nacional Electoral), y aunque arrancó algunas sonrisas y hubo uno que otro contrapunto, el votante indeciso, su verdadera diana, continúa en el punto de partida.
Corría el año 1960 y el mentado y célebre debate, en el que perdió un confiado Nixon que tenía la experiencia de haber ocupado la vicepresidencia, incidió en el voto de los 60 millones de estadounidenses que encendieron su televisor.
Hoy, con la vorágine del internet y de las redes sociales los votantes están al tanto de los planes, la retórica y las andanzas de los candidatos, de modo que antes del encuentro cara a cara entre los aspirantes suelen ya tener un favorito.
Así llegaron Donald Trump y Joe Biden a sus debates, con unos electores que ya pertenecían a sus huestes.
Los debates, entonces, poco o nada podrían incidir en el electorado que se nutre de las redes sociales, aunque sirven para reafirmar su posición. ¡Mi candidato ganó!
Sin embargo, está ese votante indeciso que no vive polarizado y al que poco le importan las redes. A él es a quien, naturalmente, debe servirle el debate, en tal razón y ya en el terreno que nos compete ¿cómo puede el ecuatoriano indeciso decantarse por un candidato cuando debe elegir entre 16 políticos y cuando la herramienta que debería ayudarlo a escoger utiliza un formato que parte a los candidatos en dos grupos de tal modo que pone a los dos con mayores opciones en bandos distintos?
De este modo, con este fraccionamiento ¿cómo pueden los candidatos que pelean el voto interpelarse mutuamente?
Se vislumbraba, pues, bajo esta mecánica, un debate tedioso (fue realizado este 16 de enero de 2021 por el Consejo Nacional Electoral), y aunque arrancó algunas sonrisas y hubo uno que otro contrapunto, el votante indeciso, su verdadera diana, continúa en el punto de partida.
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