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El Telégrafo

Tras un año, las ciudades no son las que nos ofrecieron

17 de mayo de 2015

Muy difícilmente se puede cambiar en un año a una ciudad, mucho más si el diagnóstico es el equivocado. Para algunos candidatos a los gobiernos autónomos descentralizados, en los comicios del 23 de febrero de 2014, las ciudades que querían administrar eran un caos, todo se caía a pedazos y no había otra fórmula que la de ellos, para negar todo lo anterior.

Si el diagnóstico, por ejemplo, indicaba la existencia de un caos vehícular por el cobro de peajes, el Pico y Placa (para el caso de Quito), los buses sin control y los taxis ‘cazando’ pasajeros por las tarifas congeladas, hoy en día esa situación no ha cambiado. El popular refrán de que todos llegan a ‘inventar el agua tibia’ bien cabe para algunos casos tras un año de gestión municipal, pues han dejado de lado procesos y proyectos, planes y planificación que se sostienen en el tiempo y en el reconocimiento de los pobladores.

Ahora el diagnóstico general es que no hay plena satisfacción entre lo ofrecido y lo cumplido. Hay casos concretos donde, además, se bloquearon los procesos de largo aliento y de evidente participación ciudadana para dar paso al eventismo, el cambio de imagen y el clientelismo más tradicional.

También es cierto que otros cabildos han sufrido los efectos e  impactos del invierno y priorizaron la atención urgente antes que la realización de planes concretos.

Pero lo de fondo es otro: los municipios son el puente directo y cercano entre los vecinos y las autoridades y, por lo mismo, tienen un diálogo diario sobre los asuntos más urgentes, trascendentes y prioritarios. Si en ese diálogo prima la calidad de vida y mejorar los procesos de los servicios públicos, sin descontar las políticas sociales en el marco de un cambio de paradigmas, evidentemente la improvisación desaparece. Incluso,  en esa línea de acción, se construyen acuerdos puntuales donde prima el interés común.

Lo que ahora vemos -no en todos- es una consideración proselitista, con la mirada puesta en las elecciones de 2017. Por eso se explican esos encuentros de Guaranda y de Cuenca, la creación de frentes femeninos y alianzas multicolores. Sin duda alguna, la ciudadanía reconocerá (y juzgará) a quienes hagan su trabajo político y social responsable, sin pensar si ese alcalde o prefecto está planeando en dar el salto a otro cargo.

Los municipios requieren mejorar notablemente la calidad de su gestión, el trabajo ciudadano de participación y rendición de cuentas, porque los problemas están a la vista, y solo se esconden porque ahora hay una prensa ‘municipalista’, concesiva y tolerante con esos actores y autoridades con quienes dialogan con mucha más comodidad, a pesar de sus reiterados lugares comunes de que no se casan con ningún poder, y mucho menos dejan de ser críticos y hasta ácidos en sus análisis, entrevistas y reportajes sobre la vida de las ciudades. (O)

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