Todavía queda latente una pregunta que los empresarios ecuatorianos no responden, y si lo hacen, será siempre desde una misma lógica: ¿Cómo mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos más allá de los impuestos a los que se niegan con frecuencia y hasta con vigor? ¿Ellos están de acuerdo con que la riqueza se debe distribuir para lograr igualdad y bienestar colectivos, como ocurre en países ni siquiera tildados de comunistas, sino en capitalistas de alto desarrollo? No, insisten en lo mismo: cero impuestos, Estado mínimo, mercado libre y sin controles, etc.

En otras palabras, los factores de enriquecimiento, según ellos, no se tocan por nada del mundo. ¡Ay de la autoridad que se atreva a tocar sus bolsillos! Lo que cuenta para ellos, como ya ocurrió en décadas pasadas, es la tradición, la familia y la propiedad privada.

Son esos los valores y el espíritu que ahora les unen y quieren que las clases medias y populares se unan, como si fuesen propios. Lástima que eso se sostenga como un factor de desarrollo -en medio de una sociedad desigual- y como ideología dominante y dominadora. (O)