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El Telégrafo

Si o No

04 de septiembre de 2022

Con el anuncio de consulta popular cuyo contenido se ha manejado con absoluta reserva, los ciudadanos nos vemos obligados a manifestarnos con la misma cautela, cuando al contrario de lo sucedido, los temas deberían ser motivo de un amplio debate y desde luego de consenso general, para que el pueblo libremente se exprese y con ello se garantice la participación ciudadana y se consolide el régimen democrático.

Si alguien se molesta o se rasga las vestiduras, hará evidente su inmadurez e intolerancia, lo advirtió George Orwell en su 1984: “La libertad es el derecho de decirle a la gente aquello que no quiere oir”. Visto el momento actual, hay preguntas que son una imperiosa necesidad.

La historia contemporánea de las consultas populares en el Ecuador, nos conduce a un escenario de intereses creados, manipulación y sesgos políticos que han desgastado este legítimo mecanismo de discusión pública, así sucedió en 1986 cuando frente a la posibilidad de participación electoral de los independientes, León Febres Cordero sufrió un revés importante del 70% en contra; en 1995, Sixto Durán perdió la consulta para disolver el congreso por una sola vez; en 1997, Fabián Alarcón haciendo gala de su proverbial regateo logró apoyo del 60% de los votos para sacramentar la destitución de Bucaram. Luego del referéndum que desembocó en la Constitución de 2008, se han sucedido varias consultas que abordaban temas que no tenían razón de ser cuestionados y que, al ser preguntados de manera tramposa, perjudicaron a miles de ciudadanos y socavaron la tradición y cultura de nuestro país.  

Los ecuatorianos ante esta situación debemos estar a la altura de las circunstancias, no caer en el maniqueísmo tanto de la oposición, como del gobierno si esa fuese la intención, la consulta debe ser considerada una vía de solución para los problemas que aquejan a la nación. Nuestra asignatura pendiente, como país, es evolucionar políticamente y ante la consulta deslindar el SI de un manifiesto apoyo al presidente y deslindar el NO de un rechazo a su gestión.

Las preguntas deberán ser precisas para que sobrepasen el tamiz de la Corte Constitucional, para que le sean verdaderamente útiles a la gente, pensadas de manera tal que, en concordancia con el ordenamiento jurídico vigente, aborden puntualmente los temas fundamentales.

Para el rubro seguridad por ejemplo, permitir que policías y militares tengan la posibilidad de usar progresivamente la fuerza, con parámetros técnicos que garanticen sus actuaciones y no sean sometidos a juicios y sentencias vergonzantes que atentan contra la racionalidad de las instituciones; implementar una reingeniería legislativa, en donde la reducción de asambleístas pueda ser realidad bajo una fórmula proporcional que determine un máximo de 3 representantes a las provincias de mayor población y un mínimo de 1 para aquellas provincias de menor cantidad de habitantes; reformar el régimen administrativo de la función judicial; reducir las funciones del CPCCS para que se acaben las polémicas, dimes y diretes en la designación de autoridades; incrementar, aún más, la efectividad de la lucha contra el narcotráfico y crimen organizado a través de la extradición como práctica común, siempre y cuando se cumpla con los preceptos constitucionales que le den viabilidad.

La gobernabilidad del Ecuador está en juego, la Asamblea Nacional deberá alinearse con las aspiraciones de la gente real y no del Twitter o la bandería política, la Corte Nacional deberá aportar con su conocimiento y experiencia, la función electoral y la de transparencia hacer lo propio y para ello, el único camino es iniciar un proceso de profundas meditaciones, minuciosas investigaciones y absolutas certezas, no estamos para más improvisaciones.

La sociedad actual atraviesa una serie de cambios, unos positivos, otros negativos y algunos definitivamente absurdos e incomprensibles, pero así estamos, es la época que “nos ha tocado vivir”, hemos llegado a un punto en el que necesariamente hay que golpear la mesa con la fuerza de la reflexión, para que se imponga la sensatez y la cordura. 

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