No hay cómo ni siquiera comparar. Mucho menos equiparar una medida como la de las salvaguardas con las que por muchos años aplicaron los gobiernos de la llamada partidocracia: incremento de los precios de los combustibles, depreciación de los sueldos y, para más, feriados bancarios y congelamientos de las cuentas de centenas de miles de ahorristas.
El ‘paquetazo’ constituyó todo un significante en el imaginario nacional y, por lo mismo, gracias a la perversa confluencia de ciertos sectores empresariales (como las cámaras de comercio de Quito y de Guayaquil) y algunos despistados dirigentes sindicales (aupados por analistas, entrevistadores y supuestos editores de los medios de prensa privados y comerciales) ahora se hace el símil y se quiere colocar a la población en esa situación para estimular una reacción con base en mentiras.
Hasta el cansancio se ha dicho la causa y la razón de ser de las salvaguardas adoptadas por el gobierno. ¿Qué medidas habrían adoptado todos los partidos y líderes políticos de la llamada partidocracia si hubiesen bajado estrepitosamente los precios del barril del petróleo? ¿Qué hizo un expresidente demócrata cristiano o un socialcristiano cuando tuvieron ese tipo de fenómenos económicos? ¿A quiénes generosamente beneficiaron con esos paquetazos? ¿Los dirigentes de las centrales sindicales y de los actuales partidos de supuesta izquierda han perdido la memoria y desconocen la diferencia entre subir los precios de los combustibles y reducir los salarios con una devaluación?
Parecería que todos los patrones de pensamiento se hubieran trastocado gracias a la unidad de derechas e izquierdas proclamada en Cuenca hace unas semanas. Por arte de magia -junto a ‘dejar a un lado’ las ideologías- ya no hay historia ni memoria de lo que en la práctica constituía un verdadero paquetazo. Ante esa desmemoria parecería que no hay otra explicación más nítida y lógica: todos esos sectores empresariales antinacionales, el aparato político y mediático de la derecha, además de los opositores coaligados en un frente de derechas e izquierdas, son los que más añoran un paquetazo de verdad. Los primeros para su beneficio particular, egoísta y ambicioso. Quieren ganar más plata gracias a la especulación y el contrabando. Los segundos porque creen que con esa figura podrán convocar a las calles a la población porque no entienden otro modo de hacer oposición. Y, por supuesto, crear el caos y el desconcierto para justificar todos esos afanes desestabilizadores. En esa ‘coincidencia’ (como ya lo hicieron en una etapa crítica de la historia nacional) buscan cucos y fantasmas donde no los hay.
El momento económico no es fácil, pero tampoco es dable, ético y responsable confundir para pescar a río revuelto y con ello suplir su incapacidad de pensar en favor del bien común.