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En estos días, tras el Mundial de Brasil, la preocupación no es por los resultados de ese evento, sino por la situación laboral de nuestros futbolistas. Si bien muy pocos jugadores alcanzan éxitos económicos por su rendimiento y entran a clubes que les pagan enormes cantidades de dinero, en nuestro territorio la situación parece complicarse por la responsabilidad directa de los dirigentes.
Por un lado, está su propia subsistencia económica como entidades; y segundo, porque tienen contratos firmados con personas que viven de jugar al fútbol, que no pueden dedicarse a otra cosa para completar sus ingresos, porque sus empleadores no cumplen con sus obligaciones.
Ahora han amenazado con paralizar el campeonato ecuatoriano de este deporte. Y al mismo tiempo ya se oyen amenazas porque los dirigentes y determinados medios viven del fútbol. Perverso por donde quiera que se vea, pero hay una verdad: los jugadores se encuentran en un estado de indefensión.