Publicidad
A veces late la sensación de que determinados países no hacen otra cosa que pensar cómo sostener la guerra en vez de generar procesos de paz duraderos y estables. Por lo visto en las reuniones previas al encuentro de la OTAN, más de una declaración calienta el planeta, coloca el termómetro en tal nivel que del otro lado no hay más respuesta que la armada y la beligerante. Y así no se puede sostener ninguna armonía, de la que tanto se jactan en los discursos los líderes mundiales. En Europa, Medio Oriente y Asia hay millones de personas en riesgo, ciudades enteras y procesos productivos al borde de la aniquilación por esa desenfrenada carrera armamentista que no encuentra otro desfogue que conflictos exacerbados y recalentados.
En la geopolítica de este siglo se esperaba que la tarea de los premios Nobel de la Paz fuese construir una cultura para acabar con los apetitos de los grandes aparatos industriales al servicio de la guerra. Pero no. Todo lo contrario: juegan con fuego.