A una semana de conocerse, preliminarmente, las opciones presidenciales, la opinión pública reaccionó de súbito, sobre todo por el número de precandidatos presidenciales. Veinte en total, aunque casi de inmediato la fórmula de Pachakutik, con Yaku Pérez Guartambel, sufriera un traspié, tras la decisión de Larissa Marangoni, de declinar su opción como vicepresidenciable, según dijo, por “diferencias irreconciliables en la visión de futuro de nuestro país”.
Con el paso de los días y ante el mapa variopinto de las opciones presidenciales, la urgencia de formar alianzas, o al menos unir tendencias, preferiblemente programáticas, toma cuerpo, para evitar, según analistas esa fragmentación de voto en el electorado.
Y las primeras voces en acoger ese sentir ha sido la tendencia de centroderecha: por un lado el líder de CREO, Guillermo Lasso, ha insistido en la búsqueda del diálogo con otras organizaciones políticas afines, para crear una tendencia firme que haga frente al correísmo, que también postuló a sus candidatos, con Andrés Aráuz y Rafael Correa, expresidente quien tiene cuentas que arreglar con la Justicia por el caso Sobornos.
Lasso no ha sido el único, también el Partido Social Cristiano se ha hecho eco de la necesidad del diálogo. Lo ha dicho su líder Jaime Nebot Saadi y la candidata presidencial Cristina Reyes. Solo falta saber el mecanismo para tender ese puente.
La discusión no se limitó al número de precandidatos, sino también al panorama, al momento algo incierto, sobre cómo garantizar este proceso democrático en medio de una pandemia que ha diezmado la economía y a la sociedad en su conjunto.
La ministra de Gobierno, María Paula Romo, dio algunas líneas, propuestas que merecen ser discutidas: la posibilidad de eliminar la multa a quienes, por razones de seguridad, no concurran a las elecciones, limitaciones en el ingreso a los recintos electorales, para evitar la innecesaria aglomeración de personas, el incremento de mesas por recinto, ampliar el horario de sufragio, son, entre otras, algunos pincelazos que expuso en días pasados.
En ese panorama, no es el momento de la reacción visceral y de cuestionar, a priori, las ideas expuestas, sino de debatirlas, conversarlas, evaluar sus alcances o dificultades. Para ello es necesario el pronunciamiento de la academia, consultores, analistas, para considerar hasta qué punto son factibles los planteamientos de la Ministra.
Entonces es el turno de elevar el debate político, plantear argumentos sólidos, si bien con el respeto al marco constitucional, pero también adecuar el proceso a las circunstancias reales por la que el país atraviesa. Bienvenido sea el debate y la suma de ideas para resolver cuestiones que atañen al convivir de la nación.
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