Previamente al inicio de la temporada invernal, este diario advirtió -con reportes de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration de los EE.UU.)- que las condiciones atmosféricas del océano Pacífico mostraban anormalidad y que los científicos avisaban sobre la presencia del fenómeno La Niña en nuestras costas, el cual se caracteriza en esta parte del planeta por bajas temperaturas y ausencia severa de lluvias. Sin embargo, en ciertos sectores del país, la situación fue atípica, no porque los científicos hayan fallado en sus predicciones, sino porque la fuerza de la temporada lluviosa en Brasil y otras regiones del continente (también afectadas por La Niña) empujó nubes cargadas hasta el territorio ecuatoriano. Lo cierto es que casi sesenta días sin lluvias, particularmente en provincias como Manabí, Guayas, Los Ríos, El Oro y Loja, han provocado la pérdida y la ruina de miles de hectáreas cultivadas. Solamente en Manabí, se registra que la sequía ha destruido treinta y cuatro mil hectáreas de productos considerados básicos en la canasta de los ecuatorianos (arroz, maíz, maní, entre otros).
Los mercados urbanos empiezan a mostrar los primeros efectos de lo que sucede en el agro: elevación de los precios, ya que no solo productos de ciclo corto se han perdido, sino que también otros, como frutas y vegetales, sufren los efectos de la falta de agua.
Sin embargo, y a pesar de las desgracias para los agricultores, muchas cosas buenas han sucedido en los últimos cuatro años en el país, con carreteras y puentes que han unido pueblos, construcción de escuelas, entrega de vivienda digna y salud al alcance de todos. Lo importante ahora es que las autoridades trabajen en la prevención de situaciones inesperadas, como la sequía.
Manabí y Loja, por ejemplo, reclaman regadío y ese precisamente debe ser el siguiente paso en el proceso de desarrollo integral de la nación, proveer del líquido vital a todos los sectores que año tras año padecen el mismo mal, pues solo de esa manera Ecuador puede garantizar la independencia alimentaria de sus ciudadanos.
La Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos ha dado los primeros pasos en educar a la población en prevención de desastres. El exceso o la falta de lluvias son problemas graves ante los cuales los campesinos deben estar preparados, tanto como las autoridades.