García Márquez, Bastenier, Kapuscinski, Pérez Reverte, Cercas, etc., en el ámbito internacional; Andrade, Carrión, Vacas Gómez, De la Torre, etc., en nuestro medio. Todos periodistas respetados que gozaron y gozan de enorme reputación.
Se convirtieron en teóricos de la comunicación, transmitieron conocimientos, experiencias a las generaciones que les sucedieron, contaron historias reales. Una de las premisas del periodismo es contar la verdad, verificar los hechos, consultar a varias fuentes, ser original, narrar algo que nadie conoce, incluso denunciar al poder, pero siempre repleto de argumentos.
Las nuevas tecnologías y el vértigo obligan a reaccionar a toda prisa, pero eso puede acarrear problemas graves que afectan a la credibilidad de quien escribe. Mediante la tecnología y la internet se han desarrollado centenares de páginas que vuelan por la inmediatez.
Si bien esto responde a la necesidad de los usuarios de estar bien informados y en tiempo real, los errores se han convertido en una rutina; los rumores son multiplicados como si fueran verdades, lo cual finalmente deriva en la afectación de personas, de funcionarios y de la sociedad.
El peligro radica en que políticos irresponsables utilizan el rumor reproducido en las redes como si fuera verdad, tal como hizo un asambleísta que basó sus denuncias en tres informaciones erradas tomadas de páginas web. La mentira basada en datos no verificados es aprovechada por políticos protegidos por la inmunidad que, por lo general, se convierte en impunidad.
El presidente Lenín Moreno mostró al país sus cuentas y su declaración patrimonial, pero muy pocos se tomaron la molestia de rectificar. La libertad de expresión en la actualidad es diferente, incluso el Gobierno suscribió la Declaración de Chapultepec, y Moreno es respetuoso de las ideas ajenas.
Es improbable la persecución o los juicios, como ocurría en el Gobierno anterior. Los comunicadores tienen la obligación de informarse bien, comprometerse con la verdad, porque el rumor y la duda son enemigos del buen periodismo. (O)